Seguro que os ha pasado más de una vez lo mismo que a mí: estais buscando algo durante mucho tiempo y después de un buen rato aparece justo al lado de donde has mirado un montón de veces.
¿Cómo no lo he visto en ninguna de las ocasiones que he mirado?
Pues la respuesta es que no lo he visto porque precisamente he pensado que estaría justo al lado y he fijado mi atención en ese punto únicamente.
El amor está en todas partes.
No me canso de decirlo.
No lo vemos porque no ponemos ahí nuestra atención.
¿Cómo vamos a encontrar amor si vamos fijándonos en las veces que no nos quieren o no nos dan lo que necesitamos?
Si lo que esperamos encontrar es alguien que no quiera comprometerse fijaremos nuestra atención en los detalles que nos muestren esa posible falta de compromiso.
En lo que pongamos nuestra atención notaremos que eso se magnifica.
Si estamos embarazadas veremos muchas mujeres embarazadas cuando antes apenas veíamos alguna.
Si estamos interesados en algún coche veremos montones de ese mismo modelo y veremos más del color que más nos gusta.
Si vamos buscando amor veremos el amor.
Si pensamos que el amor solo podemos verlo en una pareja solo lo buscaremos ahí y nos perderemos verlo en todo lo demás, como con las gafas.
Pero si creemos que el amor está en todas partes lo veremos continuamente.
Lo sentiremos continuamente y dejaremos de tener miedo.
No necesitaremos protegernos porque amar no es sinónimo de sufrir.
Lo que nos causa sufrimiento es lo que pensamos que nos puede suceder si confiamos plenamente en alguien y luego nos deja.
Si nos diésemos cuenta de que todo tiene un principio y un final y que no por eso se deja de disfrutar de las cosas o de las personas que se cruzan en nuestras vidas entenderíamos mejor que el amor es incompatible con la posesión.
Que precisamente cuanto más intentemos que alguien se quede le haremos la vida tan desagradable que estará deseando alejarse de nosotros para poder respirar y sentirse libre de poder ser el mismo.
Si queremos sentirnos vivos deberemos de correr riesgos.
Y el amor hay que vivirlo sin condiciones ni miedos.
Tan solo hay que permitirse sentir y disfrutar.
Y si llega el momento de la despedida, a pesar de la tristeza y el dolor que nos cause, sentir el agradecimiento de haber podido vivirlo con intensidad.