Intentar convencer a alguien de algo que no puede ver como lo ves tú es una pérdida de tiempo y de energía que no lleva a ninguna parte.
La primera vez que me di cuenta de esto fue cuando decidí leer un libro de crecimiento personal a la vez que otra persona y compartir lo que pensábamos sobre lo que íbamos leyendo.
Me quedé muy sorprendida pues cada vez que nos reuníamos para compartir las enseñanzas que sacábamos de la lectura parecía que estábamos leyendo un libro diferente cada uno de nosotros.
Cada vez que recuerdo la cantidad de energía que he gastado en intentar que otras personas viesen algunas cosas de la misma forma que yo, me doy cuenta de que lo que estaba haciendo era esforzarme en algo que a lo único que me llevaba era a sentirme totalmente frustrada pues, no entendía el por qué a lo único que me llevaba era a que las otras personas se pusieran a la defensiva y que hasta me hablasen mal, en algunas ocasiones.
Ahora que sé que cada uno de nosotros tenemos un nivel de conciencia diferente, entiendo que al igual que yo no entiendía algunas de las cosas que antes desconocía y que ahora he aprendido tras las experiencias que he vivido, otras personas no tienen por qué entender de la misma manera que yo algunas de las cosas que pienso, siento y comparto.
Que al igual que yo he tenido un nivel de conciencia diferente al que tengo hoy y con bastante seguridad diferente al que tendré dentro de un tiempo, cada uno tiene el suyo y no tiene que coincidir con el mío.
Que no pasa nada porque alguien no piense o entienda las cosas como las pienso o entiendo yo.
Que es bueno que esto suceda porque es la única manera de crecer, cada uno a su ritmo y aportándonos diferentes puntos de vista unos a otros que nos hacen ser cada vez mejores.
Que cada uno entendemos lo que debemos entender desde nuestro propio nivel de conciencia porque es lo que necesitamos para nuestra propia experiencia personal.
Que compartir lo que pienso es lo que yo quiero hacer, pero que no soy responsable de lo que cada uno entienda y que en todo caso lo que le diga a cada uno lo que yo comparta o lo que diga nunca tendrá que ver conmigo sino con ellos mismos, pues el otro siempre es nuestro espejo.
Que lo que los otros piensen y digan sobre lo que yo pienso a mi me afecta si yo permito que lo hagan mis pensamientos sobre lo que yo interprete de sus comentarios pero que puedo controlar esos pensamientos y utilizar esos mismos comentarios para crecer y evolucionar.
Y en definitiva que cuando alguien me hace un comentario desagradable sobre lo que yo digo o sobre lo que publico no lo hago personal y dejo que la otra persona utilice su libertad para decir lo que piensa al igual que yo utilizo la mía y que cada uno viva su propia experiencia porque al fin y al cabo a eso es a lo que hemos venido todos.
Y como en esto también me incluyo y esas personas con sus opiniones también me aportan crecimiento personal solo me queda agradecerles sus comentarios al igual que a todos los demás que de alguna manera se cruzan en mi camino y me dan su amor de una manera más positiva.
Estar un tiempo solos debería ser una asignatura obligatoria para tod@s antes de tener una relación.
No podemos saber que es lo mejor para nosotros si no sabemos quiénes somos.
Conocernos, aceptarnos con todo lo que somos, bueno y no tan bueno, es la única manera de poder amarnos a nosotros mismos y por ende amar a los demás.
Mientras esto no lo hagamos las únicas relaciones que tendremos serán de dependencia o de conveniencia pero no de amor.
No hay nada que nos haga sufrir más que necesitar que nos valoren y nos amen los demás.
Ceder nuestro propio poder a otras personas para que cuiden de nosotros y nos amen nos lleva directamente a la dependencia y al sufrimiento. Solo nos sentiremos en paz y seremos felices cuando estemos en paz con nosotros mismos y nos amemos incondicionalmente.
Solo podremos amar a los demás cuando nos amemos primero a nosotros mismos.
Y tu ¿qué piensas?
Me interesa conocer tu opinión.
Rosa María de la Plaza https://descubreelsentidodetuvida.com
Es de sentido común: si queremos que las cosas cambien no podemos continuar haciendo lo mismo.
Pero algo sucede que nos paraliza y no tomamos la decisión de hacer algo para cambiar.
Lo justificamos muy bien con frases que empiezan asi: no puedo por… y ahí añadimos la excusa que en realidad está tapando el miedo que sentimos a perder la comodidad en la que nos movemos, que aunque nos cause infelicidad nos mantiene en terreno conocido.
Pero el pavor que nos paraliza es la única barrera que debemos traspasar si queremos que nuestra vida cambie.
Quedarnos en la tranquilidad de lo conocido a la larga nos llevará cada vez a renunciar más a ser quienes somos y a pagar muy caro por ello.
Sin embargo hacernos conscientes de la situación en la que nos encontramos y tomar decisiones para estar en paz con nosotros mismos nos llevará a ser felices.
El miedo sólo está en nuestra mente.
Es nuestro ego el que se encarga de decirnos todas las cosas tan terribles que nos pasaran si nos atrevemos a hacer algo diferente a lo que ya conocemos.
Pero la realidad es que en la mayoría de las ocasiones nunca sucede lo que tanto miedo nos causa y en el caso improbable de que sucediese lo resolveríamos sin dificultad porque estamos preparados para solventar todo lo que nos suceda en nuestras vidas.
Somos mucho más poderosos de lo que pensamos.
Las únicas limitaciones que tenemos nos las ponemos nosotros mismos pero hasta que no aprendemos esto sufriremos creyendo que somos débiles y víctimas de las situaciones que vivimos.
¡No permitas que el miedo te siga paralizando!
Atrévete a dar el paso y te aseguro que todo lo demás vendrá solo.
Hoy compartiré con vosotros lo que me escribió una amiga a la que llamaré Esther:
Hoy volvi a descubrir a mi esposo siendome una vez mas infiel. Ya lo habia hecho antes y yo lo habia perdonado. Lo que hice en represalia fue tomarle una foto con su propio celular acostado en nuestra cama y se las reenvie a sus dos conquistas para que ellas tambien vieran como eran engañadas al igual que yo!!! Sabes algo? Soy divorciada y esto tambien me paso en mi anterior matrimonio. Yo me convenci que soy yo quien atrae a hombres infieles y mentirosos!!! Hoy tengo sentimientos encontrados!! Tengo rabia, fustracion, dolor, ira de todo siento!!!! AYYY DE VERDAD COMO PUEDO SALIR DE ESTA SITUACION???
Yo la he contestado esto:
Como bien dices tu atraes ese tipo de hombre.
Cuando no nos amamos a nosotros mismos nos sentimos faltos de amor y buscamos llenar ese vacío con una persona creyendo que nos dará lo que a nosotros nos falta.
Pero, como atraemos a nuestra vida lo que es semejante a nosotros, mientras no dejes de buscar ese amor fuera de ti y te dediques durante un tiempo a mirar ese vacío que sientes y lo llenes dándote ese amor que buscas fuera de ti a ti misma, siempre encontraras hombres que de la misma manera que tu sienten un enorme vacío, pues no se aman a ellos mismos, y pretenden que una mujer les llene.
Como esto nunca lo conseguirán pues el amor que buscan solo se lo pueden proporcionar ellos mismos, al ver que su pareja después de un tiempo no se lo proporciona, buscarán a otra que si se lo pueda dar y así lo harán sucesivamente.
Te recomiendo que dejes de estar pendiente de tus parejas y dejes de esperar que sean ellos los que te amen.
Dedícate a valorarte tu, a llenar tu vida de buenos momentos y de buena gente.
No te quepa duda de que cuando hayas logrado aceptarte totalmente y amarte con todo lo que tienes de cosas que te gustan más y cosas que te gustan menos de ti, aparecerá en tu vida un hombre que también se valorará y se amará a si mismo y buscará una mujer para compartir su vida dándote lo mejor de él y no pretendiendo que seas tu la responsable de su felicidad.
Nada de lo que sucede en nuestras vidas es por casualidad.
Las personas que se acercan a nuestras vidas lo hacen por un motivo: enseñarnos una lección que tenemos que aprender sobre nosotros mismos.
Cuando una persona nos es infiel nos está mostrando algo que va con nosotros. Algo que aún no hemos solucionado.
Algo que nos impide seguir creciendo, dar lo mejor de nosotros mismos y ser felices.
Si conseguimos tranquilizarnos, superar ese dolor que nos produce esta situación tan emocionalmente impactante y somos capaces de dejar de prestar atención en la persona que nos ha traicionado y la ponemos en nosotros y en que nos ha venido a enseñar, aprenderemos la lección que la vida nos está enseñando y no volverá a ponernos una situación semejante de nuevo para que podamos aprenderla en esta otra ocasión.
¿Y tu que piensas?
Déjame tu comentario. Me interesa conocer tu opinión.
Una gran mayoría de nosotros solemos sufrir porque creemos que las personas no nos quieren por nosotros mismos y que hasta en algunos casos nos utilizan o se acercan a nosotros para sacar algo.
Asi que nos pasamos los días esperando que los demás nos quieran en sus vidas.
Ser importante para los demás se convierte en una ardua labor en la que nos empeñamos con gran tesón y en la que damos muchas veces bastante más de lo que los otros nos piden, con la pretensión de que esas personas tan importantes para nosotros nunca nos dejen y que nos den el amor que tanta falta nos hace.
Pero resulta curioso que con tanto empeño que ponemos en esta misión, no solemos dejar que los demás nos cuiden o cuando lo hacen estamos tan enfocados en hacer lo que pensamos que los demás esperan o desean que pasamos desapercibidos detalles que tienen con nosotros.
Una gran asignatura que muchos tienen pendiente es precisamente aprender a dejarse amar.
Esto que sin duda también afecta a muchos hombres, sobre todo a las mujeres nos cuesta mucho interiorizarlo pues estamos muy acostumbradas por nuestro propio papel de madres a cuidar de los demás.
Así que nos cuesta delegar ese papel que, sobre todo en las generaciones anteriores, se nos asigna a través de la familia y de la propia sociedad en la que vivimos.
Esto si bien en las nuevas generaciones sucede bastante menos como puedo comprobar a través de mis hijas y de sus parejas, también es cierto que no deja de ser aún hoy en día minoritario, sobre todo a nivel mundial.
Nos cuesta mucho trabajo a las mujeres delegar lo que tenemos muy asumido que es nuestra misión.
Que todo esté bien en nuestras familias se convierte en muchas ocasiones en verdaderos sacrificios que se llevan con bastante resignación olvidándonos de que nosotras también formamos parte de esa familia a la que tanto amamos y por la que daríamos todo lo que estuviera en nuestras manos.
Y esto que sin duda está muy bien pues el amor es lo mejor que podemos dar a las personas que queremos y al mundo en general, se nos olvida que no solamente va en una dirección sino que lo mismo que sale de nosotros hacia los demás y ellos son los receptores, también somos los receptores de ese amor que nos aportan los otros y que tiene que nutrir a nuestras almas para que esa energía siga fluyendo de una manera sana y que sea beneficiosa para todos por igual.
Porque cuando solo funciona en una sola dirección el amor no fluye adecuadamente y se puede convertir en algo que en lugar de aportarnos beneficios sea la causa de nuestra infelicidad.
Y nos la estaremos causando cada uno a nosotros mismos sin darnos cuenta de ello.
Tenemos que dejar espacio a los demás para que puedan permitirse el darnos amor.
Porque si les agobiados con el nuestro les haremos inútiles para que puedan dárselo a los demás y les enseñaremos a ser egoístas.
Si pensamos o solemos quejarnos de que los demás abusan de nosotros y de nuestro amor, en realidad lo que estaremos es inconscientemente reconociendo que hemos dado mucho y hemos permitido poco o nada que nos amaran a nosotros.
Con total seguridad porque nos creemos poco merecedores de ese amor que reclamamos y que nunca nos dimos a nosotros mismos y que tampoco permitimos que nos diesen los demás.
Para amar de una manera sana tenemos que aprender primero a amarnos a nosotros mismos y solo cuando hagamos esto estaremos en condiciones de amar realmente a los demás y de permitirles que puedan amarnos.
Así que déjarte querer es igual o más importante que querer a los demás.
Porque nunca podrás enseñar a nadie a que pueda dar lo que tu no tienes para ti.
Hace tiempo coincidí en un curso con una persona que parecía muy simpática.
La típica persona que no para de hablar y siempre está haciendo bromas para que los demás se rían.
Como al salir tomábamos la misma dirección, empezamos a hablar y a tomar un café en algunas ocasiones.
Él siempre tenía algo de lo que hablar y al ser gracioso yo me reía y pasaba ratos agradables.
De pronto un día empezó a hablarme de cosas personales y por lo que me contó en esa y en otras ocasiones posteriores no era feliz.
Había pasado por varias relaciones de pareja complicadas y que no habían acabado bien.
Además tenía dos hijos con los que apenas tenía contacto, sobre todo al pequeño al que no veía desde hacía más de diez años a pesar de vivir en la misma ciudad.
Con sus padres la relación no era buena y en el trabajo tampoco le iba bien.
Al contarme todas aquellas cosas de él yo pensé que lo haría porque querría ver algún punto de vista diferente al suyo para tener otra visión de lo que le estaba sucediendo e intenté ayudarle de esa manera.
Pero lo único que conseguí fue que nuestras reuniones que ya se habían hecho habituales al salir de clase en el mismo café, pasaran de ser buenos momentos a sentirme incómoda.
Mi amigo no hacía otra cosa nada más que defenderse como si yo le intentase atacar cada vez que le decía que tal vez las cosas no fueran solo así como él las veía.
Yo también le había contado algunas cosas mías para hacerle ver que las cosas no tienen solo una manera de ser, que se pueden mirar de otra forma.
Pero él utilizaba estas cosas que yo le había contado sobre mí para echármelas en cara.
Con el tiempo me di cuenta de que él no me estaba contando aquello para intentar salir de aquellas situaciones que tanto sufrimiento le hacían sentir, según me contaba.
En ninguna ocasión le escuché decir que él podía tener algo que ver en esos problemas.
Si en alguna ocasión llegó a reconocer que él no había actuado bien lo justificó inmediatamente diciendo que lo que había hecho era lo único que le había dejado hacer la otra persona dadas las circunstancias.
Realmente él iba buscando en mí alguien que le diese la razón y que así le apoyase en esa posición de víctima que el mismo se había adjudicado ante todo lo que le pasaba, echando así balones fuera y culpando a todos los demás de todo cuanto le había sucedido hasta ese momento.
Terminó alejándose cuando se dio cuenta de que yo no creía en las víctimas.
Y no creo en ellas porque hace tiempo fui una.
Me sentía muy pequeña y que todo el mundo me utilizaba solo para conseguir lo que querían.
Sentía que nadie me quería y que todos abusaban de mi bondad.
Pero la realidad era muy distinta a la que yo estaba viendo.
Era yo la que estaba permitiendo todas esas cosas que me hacían porque no tenía el valor de ponerles en su sitio porque necesitaba que vieran lo buena persona que era yo y que me quisieran.
Hasta que me dí cuenta de que era imposible que los demás hicieran lo que yo no era capaz de hacer por mi.
Yo no me amaba y todo a mi alrededor me mostraba lo que yo me estaba haciendo a mi misma para que me diese cuenta y reaccionase.
Para que comenzara a darme a mi el amor que mendigaba a los demás.
Porque nadie de fuera sería capaz de darme el amor que solo yo podía darme para llenar ese enorme vacío que sentía.
Tarde tiempo en sanar mis heridas y en amarme con todo lo que soy.
Pero ya no veo víctimas.
Tan solo veo personas que ignoran todo el potencial que tienen y que son incapaces de ver, porque ponen su atención en los demás en lugar de ponerla en si mismas.
Todos somos únicos e irrepetibles y tenemos un valor que no se puede calcular y solo por el hecho de existir somos dignos de amor.
Claro que ese amor empieza por nosotr@s mism@s porque nadie es capaz de dar algo que no tiene para sí.
Nuestros hijos son las personas que más alegrías y más disgustos nos proporcionarán a lo largo de nuestras vidas, pero también son las que más dependerán de nosotros y las que más exigirán de nuestra responsabilidad y amor más incondicional.
No hay ninguna regla que nos asegure que nuestros hijos serán perfectos así que deberemos de utilizar nuestra intuición, nuestro sentido común y todo el amor que sentimos por ellos para lograr que la aventura de ser padres y madres no se convierta en la peor de nuestras pesadillas.
La vida nos enseña a ser padres cuando lo somos y la experiencia de serlo no nos asegura que con los hijos siguientes lo hagamos mejor pues los que tenemos varios hijos sabemos de primera mano que ninguno de ellos tiene que ver con el anterior y que lo que nos sirvió con cada uno de ellos no nos sirvió para el que vino después.
En mi caso tengo tres hijas y cada una tiene un carácter y una personalidad completamente distintas y en su educación he tenido de actuar de diferentes maneras con cada una.
Además, ahora que son mayores, cada una de ellas tiene una relación diferente conmigo al igual que yo también tengo una distinta con cada una de ellas.
Pero lo que me ocurrió con las tres cuando se separaron de mi para volar por su cuenta, siempre fue lo mismo.
Pensé que no era el momento adecuado y me sentí mal cuando se fueron.
Había oído hablar del síndrome del nido vacío y nunca pensé que me fuese a pasar a mí.
Y la verdad es que no me sucedió porque para mi el ser madre no se convirtió nunca en mi propósito de vida.
Yo siempre sentí que era algo más que una madre aunque durante muchos años me dediqué al cuidado de mis hijas y al de nuestro hogar, además de trabajar en mi empleo remunerado.
Siempre sentí que necesitaba hacer más cosas aunque ese no era el momento adecuado para hacerlas.
Y ese momento llegó cuando la última de mis hijas se marchó a vivir con su pareja dejándome sola en la que había sido durante años nuestra casa.
Y aunque al principio me sentí mal, como cuando cada una de las anteriores se marcharon, tuve que aceptar la gran lección que cada una de ellas me enseñó: que las cosas nunca serían como yo quisiera que fuesen y que tendría que aceptar que esto era así si no quería sufrir.
También tuve que aprender a vivir sola, pues aunque durante años estuve sin pareja, nunca viví sola hasta que mi hija menor se fue de casa.
Evidentemente yo no estuve de acuerdo con las decisiones que tomaron cada una de ellas en su momento porque consideraba que eran muy jóvenes y que aún no era el momento para que se marchasen.
Pero debí de reconocer que, aunque era verdad que eran muy jóvenes, para mi nunca hubiera sido el momento adecuado por muchos años que tuvieran, porque a lo que verdaderamente tenía miedo era a soltar esa responsabilidad que sentía por mis hijas y también que aún no estaba preparada para sentir el dolor que me producía a mi misma al pensar que no estaban preparadas para tomar las decisiones hasta entonces había tomado yo.
En cierta forma lo tenía controlado y cuando cada una se iba de casa desaparecía la sensación de seguridad que sentía cuando las decisiones las tomaba solo yo.
Soltar del todo a los hijos es duro y creo que el dolor que nos supone cuando ese momento llega, solo puede superarse si nos preparamos para ello.
Es un acto de amor que requiere sacrificio por nuestra parte pues dejarlos solos lleva aparejada nuestra renuncia a intervenir en sus vidas para siempre como hasta entonces lo habíamos hecho.
El decicarme a las cosas que me gustaba hacer y para las que entonces tenía tiempo me ayudó a aceptar lo que todos los padres y madres tenemos que asumir antes o después: nuestros hijos no son posesiones nuestras.
Desde mi punto de vista mi tarea como madre es la de enseñar a mis hijas a que sean buenas personas y que se valgan por si mismas con responsabilidad, cuando llegue el momento de que lo hagan.
Y aquí termina mi misión. El resto lo tienen que poner ellas porque a partir de entonces son ellas las que tienen que tomar sus propias decisiones.
Tener un hijo es un acto de amor en si mismo y ese amor que sentimos por cada criatura que traemos a este mundo nunca se acaba aunque lo sintamos de manera diferente con el paso de los años.
Nunca dejarán de ser nuestros hijos aunque no los veamos las veces que nosotros quisiéramos, aunque no tengan la vida que a nosotros nos gustaría que tuvieran, aunque amen a otras personas y tengan sus propias familias, siempre sentirán por sus padres y madres ese amor especial que nosotros también sentimos por ellos aunque tengamos nuestras propias vidas que nos llenen por completo y ahora ellos solo sean una parte importante más de ellas.
Nuestros hijos, al igual que nosotros, nunca podrán dejar de amarnos y de necesitarnos pero lo harán de otra manera.
Al igual que nosotros necesitan vivir su propia experiencia de vida y acertar y equivocarse como nosotros hacemos para aprender las lecciones que hemos aprendido y que nos quedan aún por aprender, y que son las que nos han llevado a estar bien con nosotros mismos y a ser felices.
Y en esa experiencia los papeles principales los ocupan ellos y y las personas que han elegido que estén en sus vidas, al igual que nosotros hicimos en su momento.
Son sus parejas, sus propios hijos y sus amigos los que a partir de ahora les enseñarán lo que deben aprender en su propia experiencia.
Al igual que nosotros deberemos continuar aprendiendo en la nuestra, que ahora recupera ese papel principal que durante tanto tiempo compartimos con ellos y que ahora incluirá además a más personas con las que compartiremos más tiempo y nuevas experiencias.
Nunca dejaremos de ser la madre o el padre de…. pero tampoco dejaremos de ser nosotros mismos cada uno de nosotros.
Cuando somos padres nos abandonamos en cierta forma a nosotros mismos y ahora que no están nuestros hijos volvemos a reencontrarnos con nuestro ser de una manera más serena y más rica por todas las experiencias vividas.
Nuestra vida se vuelve diferente y viviremos otras que al igual que las anteriores nos seguirán enriqueciendo.
El amor de nuestros hijos jamás se irá mientras estemos vivos y aún después perdurará en ellos cada vez que piensen en nosotros y nos recuerden cuando ya no estemos con ellos.
Es el ciclo de la vida. Es sabia y pone a cada uno en su lugar y en las circunstancias que necesitamos para que aprendamos lo que debemos saber en esta experiencia que vinimos a vivir.
Y para que este ciclo no se rompa, y para que no suframos nosotros y hagamos que sufran nuestros hijos, solamente debemos soltarles y permitir que vivan su propia experiencia y por supuesto continuar viviendo la nuestra, solo que de otra manera pues ahora podremos dedicarnos más tiempo a nosotros mismos y a nuestra propia vida.
Llevo un tiempo en el que ya no me emociono cuando agradezco a la vida todo lo que me proporciona.
Es más se me olvida muchas veces hacerlo y cuando lo hago no siento realmente estar agradecida.
Supongo que será por lo de mi enfermedad.
Llevo un año y medio luchando con el cáncer y después de dos intervenciones y dieciséis ciclos de quimioterapia (aún me quedan dos) tengo que reconocer que me cuesta sentirme agradecida con la vida por lo que me está brindando últimamente.
Es cierto que aunque se complicó parece que en esta ocasión todo va bien.
Pero después de pensar que todo estaba solucionado tras la primera intervención y los primeros ciclos de quimio, que en la primera revisión te digan que tienes una metástasis te hace estar en una pseudorealidad que a veces hasta te hace daño.
Por que en realidad no se lo que va a suceder y en ese no saber también está la posibilidad de que no vuelva a mi cuerpo nunca más esta enfermedad.
Y a pesar de haber crecido mucho personal y espiritualmente y de haber pasado momentos también muy buenos tengo la necesidad de sincerarme y de contaros que en mi vida no todo es bonito.
Que tengo momentos duros como cualquiera y que los llevo lo mejor que puedo por que soy humana y tengo debilidades.
Los tóxicos que me curan tambien me causan secuelas que incluso puede que se queden para siempre.
El cansancio me impide hacer mi vida normal.
Pero me niego a sufrir.
El dolor está presente y no lo puedo evitar.
Lo acepto como parte de la vida pero el sufrimiento no permito que sea parte de ella.
Que no esté sufriendo se debe a que sé que soy yo la que me causaría ese sufrimiento por los pensamientos que yo proyectase si me quedase en la queja y en el sin sentido de echar la culpa a la vida o a cualquier otra cosa que se me ocurriera por esto que me está tocando vivir.
Disfruto de lo que la vida me presenta y también lo hago cuando como en este momento me siento más vulnerable.
¿Acaso está vulnerabilidad no es mía?
No tengo la necesidad de ocultarla porque no necesito demostrar que soy fuerte.
Soy muy fuerte y también soy muy vulnerable.
No es incompatible una cosa con la otra.
No tengo necesidad de ocultar nada de mi porque no soy perfecta.
Nadie lo es.
Tengo cosas que me encantan y cosas que no me gusta ver cuando me las reflejan los demás pero que reconozco que son mías y aunque no me gusten las abrazo y las acepto porque soy yo y también me proporcionan cosas positivas aunque al principio no fuese capaz de verlas.
El estar triste o enfadado es algo normal y no hay porque rechazar u ocultar estos sentimientos.
Dejarlos salir nos lleva a sentirnos en paz al ser coherentes con nosotros mismos.
A mi en este momento me cuesta agradecer a la vida todo lo que me da y me permito sentirlo porque asi estoy siendo coherente.
Se que tal vez esté siendo injusta con ella porque me proporciona muchas cosas que le tengo que agradecer pero en este momento no me sale y no tengo porque mentirme porque en el fondo si le miento a la vida me estaría mintiendo a mi misma y prefiero no hacerlo y no sufrir.
Se que más adelante volveré a sentir ese agradecimiento y así se lo haré saber y volveré a sentirme como ahora en paz porque estaré siendo coherente como lo soy ahora.
La vida está llena de momentos de todo tipo y nosotros debemos pasar por ellos.
Pero es nuestra decisión como lo hacemos.
Si nos sinceramos con nosotros mismos los pasaremos en paz aunque sean dolorosos.
Si no lo hacemos así nos causaremos a nosotros mismos y a los que más amamos sufrimiento.
Y yo no quiero esto ni para mi ni para las personas que amo.
Ya sufrí lo suficiente antes de aprender esta lección.
Sé que para amarme debo permitirme ser y ser conlleva aceptar y amar todo lo que hay en mi, incluida mi enfermedad y todos los sentimientos que me proporciona lo que vivo en cada momento.
Se que terminaré amando y agradeciendo todo esto que ahora me está tocando vivir aunque ahora se me escape de las manos a pesar de todo lo bueno que me está proporcionando también.
Como siempre os digo nada es solamente bueno o solamente malo. Todo tiene de todo.
Y no creáis que tiene que ver con mi completa curación que por supuesto que es lo que me gustaría que sucediera.
Es algo que va más allá.
No sé qué va a suceder en el futuro y tampoco me preocupa en este momento.
Lo que si sé es que lo que suceda, quiero vivirlo desde la conciencia de saber que son mis pensamientos los que harán que yo me sienta feliz y en paz o por el contrario que sean la causa de mi sufrimiento.
Sólo así podré disfrutar de esta experiencia que decidí vivir y que me está aportando mucho más de lo que me esperaba.