Dicen que cuando tienes una experiencia impactante y dolorosa no vuelves a ser la misma y es cierto.
Cuando atraviesas una etapa de esas te zarandea la vida de tal manera que se caen muchas cosas que nunca te hicieron falta y que habías puesto ahí con la convicción de que te protegían.
Cuando esto sucede se aclaran muchas cosas y caen de repente muchas creencias que ya no tienen cabida en tu vida.
Reconoces que estás creencias nunca fueron tuyas que simplemente las habías aceptado como algo real y les habías dado un valor muy importante en tu vida.
Tan importante que no te dejaban vivir y disfrutar de estar viva y conseguían todo lo contrario que sintieras la vida con montones de obligaciones y condicionamientos.
La liberación que sientes cuando te das cuenta de que nunca tienes que hacer nada que no te apetezca y que lo único que importa es que seas honesta contigo misma y con los demás solamente siendo como eres, te permite a partir de ese momento darte el permiso de ser.
¿El qué?
Lo que quiera que seas.
Sin tener que justificarlo sin tener que explicar nada a nadie.
Sin tener que esperar nada de nadie tampoco porque ya no necesitas la aprobación ni sentirte querida por nadie.
Dejas de necesitar hacer juicios a los demás porque entiendes que cada uno debe encontrar su manera de vivir por si mismo y puede equivocarse tantas veces como necesite al igual que te sucede a ti porque solamente pasando por esto aprendemos y cerramos ciclos para pasar a los siguientes.
Terminas aceptando que no tienes que ser perfecta para gustarte y gustar a los demás y eso te permite relajarte y equivocarte tantas veces como necesites pues la única persona con la que en realidad competías no era otra más que tu misma.
Admites que todo lo que ha sucedido en tu vida te ha llevado a ser quien eres en este momento y abrazas con amor todas esas vivencias que te han hecho crecer y amarte como te amas ahora.
Te perdonas por todas las veces que te fallaste a ti al no permitirte ser tu misma e intentar agradar a los demás con la esperanza de que te amaran.
El complicarnos la vida parece que es algo que los seres humanos hacemos con bastante facilidad.
Estar en coherencia con lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos nos lleva directamente a ese estado en el que la felicidad no se busca porque se es consciente de que ya está.
Ser felices es nuestro estado natural. Sin embargo algunas creencias que tenemos nos llevan a vivir situaciones que nos hacen sufrir.
Creencias que hicimos nuestras pero que en realidad no lo son.
Tan solo nos dijeron que era así y nosotros lo creímos y jamás nos planteamos que no lo fuera.
Lo que nos dicen las personas que son importantes para nosotros nos marca nuestra vida.
Las costumbres y normas de la sociedad en la que vivimos también.
En las sociedades en las que las mujeres cuidan de la familia es muy difícil que alguna mujer se plantee que puede conseguir lo que ella quiera, aunque afortunadamente algunas hay.
Cuando en tu familia te han dicho que lo que a ti te apasiona nunca te dará el dinero que necesitarás para vivir, es muy difícil que el trabajo que tengas de adulto te haga feliz.
Pero hay personas que se salen de lo «normal» y se arriesgan a ser coherentes con ellas mismas y con lo que sienten.
Que se plantean sus creencias y deciden que no van con ellas y las cambian.
Y donde los otros dicen que no pueden esas personas lo convierten en un puedo si lo intento.
Y las creencias las ponen en duda y comprueban si son ciertas o no.
¿Quién dice que alguien no pueda conseguir lo que se proponga?
Tan solo alguien que nunca lo intentó.
Alguien que sigue las creencias que le inculcaron y que nunca fue feliz porque impidió con ello que su verdadero ser se mostrase.
Sentir una cosa y hacer lo contrario apaga nuestro ser.
Pensar de una forma y hablar de otra nos ahoga.
Cambiar lo que somos por lo que deberíamos de ser acaba con nuestra vida.
Tan solo seremos felices cuando volvamos a ser como cuando éramos niños y no nos habían inculcado lo que según otros deberíamos de hacer o de ser.
Cuando pensábamos que la magia era posible y que podríamos conseguir lo que deseáramos.
Porque en realidad cada uno de nosotros somos magos y la vida se nos muestra como nosotros creemos que es.
Si pensamos que tenemos limitaciones las tendremos de cualquier tipo pero si pensamos que conseguiremos lo que nos hace felices conseguiremos cualquier cosa que nos propongamos.
En este pasado enero se cumplieron dos años desde que me operaron de una metástasis con tres tumores en el hígado que se me produjo después del cáncer de colón del que también me operaron apenas un año antes como ya os conté en su momento.
Ya hace año y medio que terminé con la quimioterapia y las frecuentes revisiones siempre me dan buenas noticias.
Deciros que desde que empecé los tratamientos para vencer a esta enfermedad, he vivido muchas experiencias de todo tipo que me han llevado a sentir las más profundas emociones y que a pesar del miedo a que podría pasar, la incertidumbre de no saber si podría con ello o no o el terror a enfrentarme a mi propia muerte, también han traído cosas muy positivas a mi vida y que me apetece compartir con vosotros.
Puedo decir que estos años me han hecho renacer, que mi vida ha cambiado a mucho mejor que la que vivía antes.
Ante una experiencia así aprendes a darle importancia a lo que realmente la tiene y a soltar mucho lastre que llevas y que no es tuyo ni tu puedes resolver.
Al fin y al cabo bastante tienes con lo que tienes tú en ese momento.
Relativizar todo me abrió un mundo nuevo desconocido y que siempre había estado allí pero que me había escondido mi propia manera de pensar y de creer en que consistía estar viva.
Aprendí que yo solamente tenía que responsabilizarme de mi y de mi propia vida y que debia permitir que los demás se hicieran responsables de las suyas porque al fin y al cabo a eso hemos venido principalmente cada uno de nosotros a este mundo.
Y cuando lo aprendí comencé a descansar. Dejé de sentirme mal por las cosas que les sucedían a las personas que quiero y que yo no podía resolver.
Es una de las lecciones más importantes y difíciles que me costó aprender pero que una vez aprendida me ha aportado mucha paz porque he dejado de sentirme culpable de no poder proteger a mis personas más queridas.
También me permitió dejar de preocuparme de lo que ocurría fuera y centrarme en mí y darme así cuenta de que nunca me había prestado atención, que siempre puse como prioridad en mi vida a las personas que me importaban y que me olvidé por completo de mí.
Y eso me llevó a aprender que cuando no te amas a ti primero no puedes amar a nadie porque lo que das no es amor sino otras muchas cosas que no tienen que ver con el amor como preocupación, frustración, dependencia, etc. y que a la otras personas les lleva a ver las cosas como las ves tu y a que sigan perpetuando esta forma de ver la vida tan irreal y que solo aporta malestar y sufrimiento.
Me costó mucho entenderlo sobre todo con mis hijas.
Para una madre o un padre aprender a soltar por completo a un hijo y dejarle responsabilizarse de sus propias decisiones es muy duro cuando piensas que el amor tiene que ver más con la sobreprotección que con el verdadero amor.
Sobre todo cuando las decisiones que toman no son acertadas e intuyes a donde le llevarán a medio o largo plazo.
Lo primero que te sale es evitarle el sufrimiento que crees que puede tener.
Pero cuando aprendes que los padres tenemos la misión de educar y cuidar de nuestros hijos y de procurarles las herramientas y/o habilidades para que afronten y se responsabilicen de sus propias vidas, te das cuenta que privarles de que lo hagan haciéndote responsable de ellos de por vida es negarles la oportunidad de que crezcan sanos y de que sean felices.
No tenemos derecho a privar a nadie de su libertad a equivocarse y a aprender de sus propios errores.
No tenemos el derecho de responsabilizar a otros de los que nos pasa a nosotros mismos.
Creo que la gran lección que tenemos que aprender cada uno de nosotros es a responsabilizarnos de nuestras propias vidas y permitir que los demás lo hagan con las suyas.
Eso no quiere decir que cuando alguien me pida mi ayuda yo no se la dé, sino que me permito dejarle la libertad de que tome sus propias decisiones y que también me permito el no sentirme culpable de lo que le está sucediendo y de que no puedo librarle de ello, porque se que eso que le sucede tiene que ver única y exclusivamente con esa persona en concreto y que lo que necesita es aprender de ello para continuar evolucionando en su propia experiencia.
Esta es una de las grandes lecciones que me aportó el cáncer: responsabilizarme de mi vida es amarme a mi misma y permitir que los demás se responsabilicen de la suya, a pesar de que desde mi punto de vista se estrellen, es amarles a ellos también.
Nos enseñarán a buscar culpables fuera de nosotros para cada una de las cosas que nos suceden y acabamos poniendo nuestra atención siempre fuera y viviendo desde la inconsciencia nuestra propia existencia. Poner la atención en nosotros mismos en lo que sentimos, pensamos y hacemos nos lleva a ser cada vez más coherentes y a percibir la felicidad que ya está en nosotros pero que las interpretaciones que hacemos a través de nuestro ego, desde el miedo, no nos permiten sentir. Cuando vivimos conscientemente interpretamos todo lo que nos sucede de una manera totalmente diferente. Ser conscientes de nosotros mismos y nuestra propia existencia nos permite percibir la vida de una manera más real y nos conduce directamente a ser plenamente felices.
Hoy os propongo preparar este delicioso bizcocho con fruta confitada que nos aporta un delicioso sabor navideño.
Reconozco que en estas fechas me encantan el panettone y el roscón de reyes pero tomo poco porque se trata de productos procesados y procuro no incluirlos en mi dieta.
Además no los encuentro con harina integral y yo cuido bastante mi alimentación y tampoco quiero engordar.
Así que aquí os presento mi bizcocho navideño que me proporciona una manera más saludable de saciar mis ganas de desayunos y meriendas dulces y me permite cuidarme.
Aquí os pongo lo que he utilizado en su elaboración:
– 3 cdas. colmadas de harina integral – 3 cdas. colmadas de harina de coco – 1/2 sobre de levadura – 2 cdas. de panela o azúcar moreno – 1 huevo – 2 claras – 1/2 vaso de leche de coco – 1 yogur griego – 1 chorrito de esencia de vainilla – fruta confitada al gusto
Como siempre comenzamos mezclando los sólidos por un lado en un bol y los líquidos en otro un poco más grande.
Cuando ya los tenemos bien mezclados procederemos a incorporar la mezcla sólida en el bol donde tenemos la mezcla líquida y lo iremos haciendo poco a poco mientras removemos bien procurando que no queden grumos.
Si vemos que la mezcla queda demasiado espesa añadiremos un poco más de leche hasta que la consistencia nos permita removerla con facilidad aunque quede espesa.
Como yo utilizo un molde de silicona no necesito ponerle nada pero si el vuestro no es de este material tendreis que untarle un poco de aceite o de mantequilla en todo su interior para que luego podáis desmoldarlo con facilidad.
Antes de pasar nuestra mezcla al molde pondremos el horno a calentar arriba y abajo a 160° y picaremos un poco de fruta confitada en trozos pequeños.
Pondremos una primera capa de la masa en el molde y le añadiremos la mitad de la fruta repartida por todos los lados para después cubrirla de nuevo con la última capa.
Ahora repartiremos iremos la fruta picada que nos queda y podemos hacer dos cosas o la dejamos así y nos servirá de adorno esa cobertura o podemos hundirla en la masa y cortar unas tiras y adornar con ellas el bizcocho.
En cualquier caso quedará delicioso.
Ya solo queda meterlo en el horno durante unos 20 minutos o hasta que veáis que lo pinchais con un palillo y al sacarlo está limpio.
Probarlo y ya me diréis que opináis. Ya sabéis que me encantan vuestras opiniones.
No la había probado y hacía un tiempo que quería hacerlo.
Ya os he comentado que últimamente me apetece comer menos carne y había visto que las personas que llevan una dieta sin ellas la utilizaban para sustituirla en sus elaboraciones.
Así que aquí os dejo mi receta.
Ya sabéis, cómo siempre, las cantidades son para una ración.
Ingredientes:
Calabacín redondo
Pimientos tricolor
Tomate triturado
Cebolla
Ajo fresco
Soja texturizada
Queso rallado
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Pimientas de colores
Primero ponemos un puñado de soja texturizada de tamaño mediano a hidratar durante 20 minutos en agua.
Cortamos la parte de arriba del calabacín y sin quitarla lo metemos en el microondas al máximo de potencia durante 3-4 minutos.
Dejamos enfriar y mientras tanto picamos una tercera parte de cada uno de los pimientos y de la cebolla en trozos muy pequeños junto con un ajo fresco.
Rehogamos todo en una cazuela o sartén durante 2-3 minutos y añadimos el relleno del calabacín que previamente habremos vaciado con una cuchara y habremos picado con el mismo tamaño del resto de las verduras junto con dos cucharadas soperas de tomate triturado y la soja escurrida.
Salpimentamos y mantenemos tapado removiendo de vez en cuando durante 8 minutos.
Dejamos enfriar y cuando podamos manejarlo sin quemarnos montamos el calabacín con el relleno añadiendo el queso rallado por encima.
Ponemos a calentar el horno a 180° por arriba y por abajo e introducimos el calabacín relleno reservando el trocito que hará de tapa fuera del horno y lo mantendremos unos 5-6 minutos o hasta que el queso esté dorado.
Y ya solo queda disfrutarlo.
Debo reconocer que me ha gustado y seguiré incluyendo la soja texturizada en mis recetas.
Hoy os propongo otra receta saludable que yo utilizo indistintamente como primer o segundo plato y tanto para la comida como para la cena.
Una receta que además es ligera y no nos hará engordar e incluso conseguirá que pierdas peso si por ejemplo lo tomas para cenar como plato único con una fruta de postre o un yogur.
Empezaremos como siempre con los ingredientes:
Berenjena
Pimientos tricolor
Cebolla
Tomate triturado
1 lata de atún bajo en sal
Queso rallado
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Para 1 ración:
Cortamos a lo largo tres láminas de la parte central de la berenjena, añadimos sal y un chorrito de aceite de oliva y las metemos en el microondas durante tres minutos tapadas.
Cortamos en trocitos muy pequeños una tercera parte de cada uno de los pimientos tricolor y una tercera parte de una cebolla mediana.
Ponemos todo a pochar en una sartén con un chorrito de aceite de oliva y añadimos medio vaso de tomate triturado y lo mantenemos tapado unos ocho minutos.
Cuando esté casi hecho añadimos el atún y lo mantenemos tapado un par de minutos más.
Ponemos el horno a calentar a 180° arriba y abajo.
Montamos la lasaña en un molde empezando por una capa de berenjena, luego una del relleno, después otra de berenjena y así sucesivamente terminando con la tercera capa de relleno y añadiendo el queso rallado.
Metemos en el horno durante otros 10 minutos vigilando que el queso no se queme.
Y ya solo queda disfrutarla.
¿Que te ha parecido?
Ya sabes que me gustan tus comentarios ?
Rosa María de la Plaza https://descubreelsentidodetuvida.com
A veces me apetece tomar algo dulce para desayunar o para merendar y quería hacer unas galletas ligeras y sabrosas pero que además fuesen saludables.
Así que me puse manos a la obra y aquí las tenéis.
¿Qué me decís de la pinta que tienen estas saludables galletas?
¿Y qué me diríais si además son facilisimas de hacer y se preparan en un pis pas?
Ya no tenéis excusa para probarlas, así que aquí os dejo la receta y ya me diréis si no merece la pena ponerse manos a la obra y disfrutarlas.
Vamos a necesitar:
Para la masa: 3 cdas. harina avena 3 cdas. harina de coco 1 cda. levadura en polvo 2 claras de huevo 1/2 vaso de leche de coco 2 cdas. de sirope de agave 1/2 cda. de aroma de limón
Para la cobertura: Mermelada casera de frutos rojos Chía Sésamo Piñones Chocolate puro fundido
Vamos a comenzar mezclando por un lado las partes sólidas en un bol y por otro las partes liquidas en otro.
Después iremos añadiendo poco a poco las harinas al bol de los líquidos hasta conseguir una masa que no sea demasiado espesa ni tan blanda que no podamos hacer una bolita que después aplastaremos para darle forma de galleta.
Así que si nos queda demasiado espesa la mezcla podemos añadirle un poco más de leche y en el acondicionador contrario podemos añadirle un poco más de harina hasta conseguir la consistencia adecuada.
Después podemos añadirle a cada una de las galletas la cobertura que nos apetezca. En mi caso he puesto piñones, chía y sésamo.
En una de ellas aplasté un poco más en el centro y añadí mermelada casera de frutos rojos.
Precalentamos el horno a 180° y metemos las galletas en el horno durante aproximadamente 15 minutos o hasta que estén doraditas. Ya sabéis que esto de los hornos es muy relativo.
Luego solo las pondréis encima de una rejilla a enfriar y en poco tiempo ya podréis disfrutar de esta delicia de galletas dulces y saludables.
Si queréis que la cobertura sea de chocolate solo tendréis que fundir en el microondas un poco de chocolate y cuando la galleta ya esté fría mojarla y ponerla de nuevo en la rejilla hasta que vuelva a enfriarse.
Intentar convencer a alguien de algo que no puede ver como lo ves tú es una pérdida de tiempo y de energía que no lleva a ninguna parte.
La primera vez que me di cuenta de esto fue cuando decidí leer un libro de crecimiento personal a la vez que otra persona y compartir lo que pensábamos sobre lo que íbamos leyendo.
Me quedé muy sorprendida pues cada vez que nos reuníamos para compartir las enseñanzas que sacábamos de la lectura parecía que estábamos leyendo un libro diferente cada uno de nosotros.
Cada vez que recuerdo la cantidad de energía que he gastado en intentar que otras personas viesen algunas cosas de la misma forma que yo, me doy cuenta de que lo que estaba haciendo era esforzarme en algo que a lo único que me llevaba era a sentirme totalmente frustrada pues, no entendía el por qué a lo único que me llevaba era a que las otras personas se pusieran a la defensiva y que hasta me hablasen mal, en algunas ocasiones.
Ahora que sé que cada uno de nosotros tenemos un nivel de conciencia diferente, entiendo que al igual que yo no entiendía algunas de las cosas que antes desconocía y que ahora he aprendido tras las experiencias que he vivido, otras personas no tienen por qué entender de la misma manera que yo algunas de las cosas que pienso, siento y comparto.
Que al igual que yo he tenido un nivel de conciencia diferente al que tengo hoy y con bastante seguridad diferente al que tendré dentro de un tiempo, cada uno tiene el suyo y no tiene que coincidir con el mío.
Que no pasa nada porque alguien no piense o entienda las cosas como las pienso o entiendo yo.
Que es bueno que esto suceda porque es la única manera de crecer, cada uno a su ritmo y aportándonos diferentes puntos de vista unos a otros que nos hacen ser cada vez mejores.
Que cada uno entendemos lo que debemos entender desde nuestro propio nivel de conciencia porque es lo que necesitamos para nuestra propia experiencia personal.
Que compartir lo que pienso es lo que yo quiero hacer, pero que no soy responsable de lo que cada uno entienda y que en todo caso lo que le diga a cada uno lo que yo comparta o lo que diga nunca tendrá que ver conmigo sino con ellos mismos, pues el otro siempre es nuestro espejo.
Que lo que los otros piensen y digan sobre lo que yo pienso a mi me afecta si yo permito que lo hagan mis pensamientos sobre lo que yo interprete de sus comentarios pero que puedo controlar esos pensamientos y utilizar esos mismos comentarios para crecer y evolucionar.
Y en definitiva que cuando alguien me hace un comentario desagradable sobre lo que yo digo o sobre lo que publico no lo hago personal y dejo que la otra persona utilice su libertad para decir lo que piensa al igual que yo utilizo la mía y que cada uno viva su propia experiencia porque al fin y al cabo a eso es a lo que hemos venido todos.
Y como en esto también me incluyo y esas personas con sus opiniones también me aportan crecimiento personal solo me queda agradecerles sus comentarios al igual que a todos los demás que de alguna manera se cruzan en mi camino y me dan su amor de una manera más positiva.