Cuando pienso en el sufrimiento que me he causado a mi misma por no aceptar lo que me estaba sucediendo e insistir en que las cosas fueran como a mi me gustaban, me sorprende ver con que facilidad me compliqué inútilmente la vida.
Conocer a alguien, comenzar una relación, ver que no me llenaba y quedarme ahí esperando a que las cosas cambiasen y me llevasen a sentir lo que yo necesitaba, es una experiencia que viví en más de una ocasión porque me costó repetir varias veces la lección el aprender que el amor no consistía en querer llenar el vacío que sentía con lo que me proporcionase otra persona.
Estar mal en el trabajo, no hacer nada y esperar a que las cosas cambiasen solas me llevo a tener una depresión que me tuvo de baja durante siete meses.
Menos mal que aprendí que las cosas que me rodean no son la causa de que yo me sienta mal.
Tan solo son las señales que me presenta la vida para que preste atención a lo que está sucediendo en mí y sea coherente pensando, sintiendo y actuando de la misma manera.
Con todas estas experiencias comprendí que cuando llevas mucho tiempo siendo incoherente y soportando cosas que te causan sufrimiento, la vida te lo muestra con mucha claridad y en ocasiones con bastante contundencia, a través de todo tipo de personas o situaciones.
Ahora que se como funciona esto de vivir, presto mi atención a lo que siento con respecto a lo que me está pasando y dejo de ponerla en el hecho en si o en la persona que ha protagonizado lo que me ha molestado.
He descubierto que prestar la atención a lo que está fuera de mi es la forma en la que eludía la responsabilidad de cuidarme, pues me proporcionaba la coartada perfecta para poder culpar a cualquier persona o circunstancia de todo lo que a mi me hiciese sentir mal y así continuar quejándome y no hacer absolutamente nada para cambiarlo.
Te invito a que cuando acabes de leer veas también este otro post
Ahora reconozco que cuando actuaba así lo hacía por miedo.
Miedo a enfrentarme a personas o a situaciones que yo creía que me sobrepasaban.
Me ayudó bastante a mantenerme en esta situación absurda la creencia que tenía por entonces de que la vida era ajena a mi y que tenía que conformarme con lo que viniese porque era así como funcionaba este «juego» de estar viva.
Es cierto que no podemos controlar lo que la vida nos va a presentar pero no lo es el que no podamos hacer nada y tengamos que soportar lo que venga.
La vida no funciona así.
La vida es maravillosa y nos presenta en cada instante todo lo que necesitamos para que disfrutemos de estar vivos y seamos felices.
Nos ama tanto que nos acepta tal y como somos y nos permite que utilicemos nuestro libre albedrío para que la vivamos cómo nosotros queramos, pero a la vez, como cualquier buen padre o madre hace con sus hijos, quiere que saquemos lo mejor de nosotros para que podamos vivir en plenitud y seamos felices y para ello nos mostrará lo que nos falta sanar para que podamos alcanzarlo.
Confiar en que la vida siempre me está presentando lo que necesito para dar lo mejor de mi me ha cambiado la vida.
Reconozco que en ocasiones es difícil el creer que todo lo que me pone delante es para mi bien.
Sobre todo cuando me causa preocupación y/o dolor.
Pero tengo que admitir que soy yo la que la he forzado a que me lo presente así porque cuando lo hace o lo ha hecho de una forma más suave yo no entendí lo que me quiso enseñar.
Efectivamente no podemos controlar lo que la vida nos va a proporcionar pero si podemos cambiar la manera de interpretar sus señales y aprender sus enseñanzas.
Además cuanto antes cambiemos nuestra manera de interpretar lo que nos llega, antes dejaremos de repetir las mismas situaciones que por nuestra actitud nos llevan a sufrir.
¿Y tu que piensas?
Déjame un comentario. Me interesa conocer tu opinión.
¿Sabes que cuantas más expectativas tienes más posibilidades tienes de sufrir?
¿Conocías que las únicas limitaciones que tenemos para conseguir lo que queramos están en nuestra mente?