La vida me ha enseñado muchas cosas pero creo que la principal es que yo soy la única que puede y debe cuidar de mi.
Solo yo se que es lo que quiero en mi vida y lo que me hace feliz.
Reconozco que aprender esto me ha costado sangre, sudor y lágrimas porque siempre pensé que yo no podía hacer nada para evitar pasarlo mal y que tenía que aguantarme con lo que no me gustaba.
Pero he aprendido que el límite siempre lo tengo que poner yo.
Solo yo tengo el poder de tener la vida que yo quiero.
Solo yo se quien soy y lo que necesito para sentirme a gusto conmigo misma.
Antes, cuando todo esto lo desconocía, pensaba que encontraría a alguien que me cuidaría y me haría feliz.
Ahora esa idea me parece absurda y hasta perversa.
Absurda porque pretender que alguien que no soy yo me de felicidad es pretender que los demás sean adivinos y perversa porque cargar a otra persona con la responsabilidad de hacerme feliz es erigirme con la libertad de fastidiarle la vida cada vez que no lo consiga, es decir siempre porque nadie es capaz de hacer feliz a nadie.
Ninguno tenemos esa capacidad.
Solo podemos hacernos felices a nosotros mismos y compartir esa felicidad con los demás.
No hay peor manera de complicarte la vida que dándole a otra persona el poder de hacerte feliz.
Esperar que otro llene el vacío que sentimos cuando no nos amamos a nosotros mismos nos lleva directamente al sufrimiento.
Nosotros tampoco podemos llenar ese vacío en otra persona.
Por ese motivo quedarnos en situaciones que nos están causando dolor por creer que así estamos ayudando a alguien no sólo no le sacará de su propia infelicidad sino que será nuestra manera de infligirnos sufrimiento aunque creamos que el culpable de nuestro dolor es el otro.
Es increíble la cantidad de sufrimiento que somos capaces de crearnos a nosotros mismos.
Cuando no nos amamos damos por hecho que no somos dignos de ser amados y tenemos relaciones con personas que están en las mismas circunstancias que nosotros.
Buscamos que alguien de fuera nos ame y nos haga felices cuando somos nosotros mismos los únicos que nos lo podemos dar y pasamos a depender de otras personas por nuestra propia voluntad.
Y además de personas que también piensan que somos nosotros los que llenaremos sus propios vacíos de amor y felicidad porque tampoco se aman a si mismos y que también se convierten en dependientes de nosotros.
Esto que al principio de cualquier relación es hasta bonito y romántico, se convierte en una verdadera cárcel para cada uno de los componentes y será la causa de su propia infelicidad.
Salir de estos círculos viciosos será cada vez más difícil porque a pesar de que la única barrera que nos separa de dejar de sufrir es nuestra propia decisión de salir de esa situación y responsabilizarnos de nosotros mismos, el miedo a quedarnos solos y no saber que va a ser de nosotros si dejamos de depender del otro nos causa tanto terror, que la mayoría preferirirán seguir sufriendo en la situación que conocen y de la que difícilmente conseguirán salir.
Eso sí con excusas de todo tipo para seguir con el autoengaño: es que le quiero, lo hare cuando mis hijos sean mayores, es que en el fondo me da pena, etc.
Algunos puede que lo consigan porque ya no lo puedan aguantar más, como fue mi caso, o que incluso sea la otra persona la que por distintos motivos, incluida la muerte, les abandonen pero si no se ha aprendido la lección, la vida nos volverá a presentar la ocasión de nuevo para que podamos aprenderla, aunque a nosotros al principio la experiencia nos parezca totalmente diferente.
Otros conocerán a otras personas que les vuelvan a ilusionar creyendo que esta vez si que la otra persona les hará feliz y saldrán de la relación, para volver a repetir la misma experiencia con otr@s coprotagonistas en esta ocasión pero con idéntico resultado, siendo infelices aunque en esta ocasión puede que lo sean por motivos diferentes.
Cómo dije antes la vida me enseñó que la única forma de poder ser feliz era amándome a mi misma y responsabilizándome de mi propia felicidad y aprenderlo me costó pasar por varias experiencias, todas ellas dolorosas pero que al final me llevaron a conseguirlo.
Desde aquí quiero dar las gracias a todos los maestros que me lo enseñaron.
Y es que para conocer que es realmente el amor la mayoría de nosotros tenemos que pasar por varias experiencias.