La inseguridad nos hace libres

 

Una de las cosas que aprendes cuando tienes una enfermedad que te enfrenta directamente a la muerte, es que la seguridad que solemos buscar la mayoría de nosotros es una de las causas de nuestro sufrimiento.

Tenemos la creencia de que consiguiendo seguridad en cada una de las áreas de nuestra vida obtendremos tranquilidad y por lo tanto tendremos muchas posibilidades para ser felices.

Por ese motivo nos pasamos la vida buscando seguridad con nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestros hijos, etc.

Creyendo que en la vida puede existir algo seguro nos negamos a admitir que en realidad ocurre todo lo contrario.

Tenemos la creencia de que podemos controlar nuestras vidas y las de las personas que amamos y en el intento de conseguirlo nos enfrentamos a la vida y nos oponemos continuamente a lo que ella nos propone.

Ignoramos que estamos vivos por una razón y que los procesos por los que pasamos nos llevarán a conseguir los objetivos que nos trajeron a vivir la existencia que en este momento tenemos.

Desconocemos como es esto de vivir y tenemos todo tipo de creencias que nos hacen pensar que disfrutar de la vida consiste en obtener todo tipo de cosas materiales que nos llevarán directamente a ser felices por el simple placer de hacerlas nuestras y disfrutarlas.

La vida puede verse de esta manera si nos mantenemos en estas creencias que nos llegan por todos los lados o puede tener una visión muy distinta si profundizamos y dejamos de prestar atención a todas esas cosas que nos dicen y nos observamos a nosotros mismos.

Si nos dedicamos tiempo a sentir y a pensar que es lo que realmente nos importa y nos hace sentir bien.

Cuando hacemos esto reconocemos que hay muchas creencias que no son nuestras y que hemos aceptado sin tan siquiera pararnos a pensar si son ciertas.

Descubrimos que la de buscar sentirnos seguros nos limita en lugar de protegernos, pues por esa supuesta seguridad dejaremos incluso de ser nosotros mismos para adaptarnos a lo que pensamos que es más conveniente para conseguirla.

Además cuando encontremos seguridad haremos casi cualquier cosa por conservarla creyendo que si la perdemos no seremos felices.

Así nos convertiremos en prisioneros de una creencia que ni tan siquiera es realmente nuestra.

No tenemos nada seguro.

Ni tan siquiera sabemos si al minuto siguiente estaremos vivos.

Es absurdo buscar seguridad en donde no la hay.

Es como empeñarse en cruzar un fuerte muro por donde no hay una puerta. Podemos empeñarnos en cruzarlo y nos golpearemos pero nunca conseguiremos cruzarlo y si lo conseguimos nos habrá llevado tanto dolor y sufrimiento que cuando la crucemos no nos merecerá la pena el esfuerzo que le pusimos pues ya no podremos disfrutarlo.

Cuando aceptamos que en la vida no hay nada seguro, podemos dejar de gastar nuestra energía en empeñarnos en ir contracorriente y dedicarnos a disfrutar de estar vivos a pesar de no saber que es lo que nos espera al momento siguiente.

De esta manera permitiremos a la vida que nos ponga por delante lo que necesitamos en ese momento para seguir creciendo y lo único que tendremos que hacer será aceptarlo y vivirlo prestando atención a lo que verdaderamente importa: lo que sentimos nosotros ante nuestra experiencia de vida.

La vida para cada uno de nosotros empieza y acaba en nosotros mismos.

Vinimos solos y nos iremos solos y lo que nos llevaremos será nuestra propia experiencia, nuestra propia vida.

 

 


El por qué no importa

Cuando nos sucede algo desagradable solemos preguntarnos por qué nos está sucediendo esto precisamente a nosotros.

Le damos vueltas y más vueltas en nuestra cabeza con la esperanza de entender el motivo que nos ha llevado hasta eso que hubieramos querido que jamás se hubiera presentado en nuestra vida.

Ignoramos que cuando hacemos esto nos bloqueamos y ponemos barreras a lo que verdaderamente importa: que la vida nos pone delante esto precisamente para que aprendamos algo sobre nosotros mismos.

Al poner nuestra atención fuera e intentar buscar algún motivo externo a nosotros que nos proporcione la razón de eso que queremos evitar, nos hacemos daño y si lo alargamos en el tiempo nos causaremos sufrimiento.

Cuando nos preguntamos el por qué, lo que en realidad estamos haciendo es perder el tiempo pues nunca encontraremos una respuesta veraz a esa pregunta porque siempre estará condicionada por nuestras propias creencias y nuestra particular forma de entender en qué consiste estar vivos.

También será absurdo que lo hagamos pues no podremos volver atrás para evitar aquello que ya nos ha llegado aunque en el presente supiéramos el motivo por el que nos llegó.

Haríamos mejor en preguntarnos que es lo que nos va a aportar o ya nos está aportando a nosotros esa nueva situación que tanto dolor nos está causando.

Las preguntas que pueden aclararnos son: ¿para qué me está sucediendo esto? ¿qué es lo que me está obligando a hacer esto que me está pasando? ¿qué es lo que ya no puedo evitar? ¿qué me está forzando a reconocer?

Cuando aparece en nuestra vida lo que nosotros interpretamos como algo negativo lo que en realidad nos está brindando es la oportunidad de ser sinceros con nosotros mismos.

De que empecemos a descubrirnos, a permitirnos ser, a aceptarnos con todo lo que somos y a armarnos plenamente.

Dejar de prestar la atención fuera intentando buscar culpables nos llevará directamente a mirarnos a nosotros mismos y conseguir la paz y la felicidad que llevamos tanto tiempo buscando y creyendo que nos darán los demás.


¿Me acepto y me amo?

 

Si, yo también fui de las que creen que pueden ayudar y cambiar a los demás para que sean felices.

De las que se empecinan en mantener relaciones con personas que son insufribles porque veía su dolor y pensaba que podía ayudarles.

De las que en lugar de protegerme y poner límites a sus acciones me quedé por que creí que me necesitaban y que yo podría conseguir que cambiaran esa visión tan negativa que tenían de sus propias vidas.

Durante mucho tiempo pensé de esta manera y no fui feliz.

Ignoraba que me sucedía para que todas mis relaciones aunque pareciesen diferentes al final me hiciesen sentir lo mismo: que no me amaban.

Me costó mucho tiempo descubrir que en el fondo a mi me estaba sucediendo lo mismo que a ellos.

A mi también la vida me estaba poniendo personas que me lo estaban haciendo pasar mal.

Yo misma no podía estar sola sin sentirme desdichada y deseaba encontrar esa pareja que me diese todo el amor que yo necesitaba para ser por fin feliz.

Yo no sabía que también les hacía sentir mal por mi propia necesidad de sentirme aceptada y amada por ellos.

Este motivo era el que me estaba llevando a que me necesitaran y así me quisieran y no desearan dejarme.

Creía que yo estaba ofreciendo amor desinteresadamente y tuve que reconocer que daba lo que yo tenía a cambio de que me amaran.

Y lo que yo tenía no era amor sino necesidad de sentirme amada.

Desconocía también que cuando alguien no es feliz por si mismo, no puede ofrecer a alguien lo que no tiene.

No sabía que el amor consiste en aceptar y respetar al otro sin querer cambiarle y aceptarme y respetarme también a mi y no permitir que alguien no me acepte y me respete.

Ignoraba que todos ellos no eran más que un reflejo de mi misma que la vida me ponía por delante y que estaban mostrándome como me estaba sintiendo conmigo misma.

Como yo no me estaba amando.

Ahora que lo sé, cuando alguien se me acerca tengo muy presente que va a mostrarme como me encuentro yo, como me trato yo y cuanto amor me doy a mi misma.

Será la ocasión de observar si verdaderamente me acepto y me amo.

Si lo hago aceptaré la forma de ser de la otra persona aunque no me guste.

Le respetaré y no pretenderé cambiarle.

Y le amaré permitiéndole ser como es aunque no pueda permitir que permanezca en mi vida.

 

 


¿El cáncer una oportunidad?

Hay ocasiones en las que la vida nos coloca en situaciones que jamás hubiésemos querido afrontar.

Desconocemos por qué nos sucede eso a nosotros y no tenemos más remedio que dejarnos llevar por aquello que nos surge de pronto y que nos llega como un mazazo que por mucho que intentamos no logramos esquivar.

No entendemos  el motivo por el que la vida nos pone esto por delante y que nos supera por completo.

Dejamos de atender a las muchas cosas que nos pasaban antes por la cabeza y nos sumergimos por completo en esta nueva preocupación que ahora no nos deja pensar en otra cosa que en lo que nos sucede a nosotros.

Pasamos a ser los protagonistas de nuestra propia historia cuando antes siempre le dábamos ese papel a cualquier persona que nos importase y que fuera necesaria en nuestra vida.

Descubrimos entonces que siempre habiamos esperado que nos cuidaran los demás.

Que nos amaran y nos hiciesen sentir importantes era para nosotros el principal motivo de nuestra existencia.

Priorizábamos cualquier necesidad de aquellas personas que nos pudieran hacer sentir asi ante nuestras propias necesidades y que de esta manera descubrimos que habíamos ido dejando poco a poco de existir.

Ya muy poco había quedado de nosotros y reconocemos que nunca fueron los demás los que nos llevaron ante esa situación sino que lo fuimos haciendo poco a poco nosotros mismos, al no permitirnos ser y confiar en que tan solo siendo como somos daríamos lo mejor de nosotros mismos y  nos sentiríamos plenos y satisfechos sin tener la necesidad de la aprobación de nadie.

Y es entonces cuando todo nos cambia por completo, pues ese giro de 180 grados que nos presenta la inesperada y detestada adversidad que la vida nos pone por delante se convierte en la oportunidad que nunca nos dimos a nosotros mismos de reconocernos y de darnos nuestro lugar.

De amarnos y no depender de nada ni de nadie para ser felices.

De valorar lo verdaderamente importante y dejar atrás todos aquellos pensamientos que nos impedían SER simplemente lo que somos y estar orgullosos de ello.

Esa llamada de atención que la vida nos presenta mediante algo que nos parece insoportable, puede ser nuestra última oportunidad de perdonarnos y darnos el amor que siempre buscamos fuera y que siempre estuvo en nosotros esperando que le permitiesemos salir y llenarnos por completo y poder compartirlo también con los demás, ahora ya desde el verdadero amor que fluye sin la necesidad de recibirlo de vuelta para sentirnos reconocidos o amados.

De esta manera estoy viviendo la enfermedad que desde hace más de un año se presentó en mi vida y que sin duda me ha cambiado por completo.


Soy igual que tú

Tal vez leyendo mis publicaciones algunos de vosotros pudierais pensar que tengo superadas muchas cosas y que ya no sufro.

Me gustaría aclarar esto porque no quiero que por mi manera de comunicarme alguien llegue a conclusiones erróneas y que pueda pensar cosas que no son.

En primer lugar pensar que podemos vivir alejados del dolor es absurdo porque la vida conlleva experiencias de todo tipo y algunas de ellas son dolorosas.

Otra cosa diferente es que nosotros las perpetuemos y las mantengamos durante tiempo causandonos a nosotros mismos sufrimiento.

Cuando descubrí que la verdadera causa de mi sufrimiento era lo que yo pensaba sobre la situación por la que estaba pasando, comprendí que yo podría sentir dolor ante lo que la vida me pudiera poner por delante pero la decisión de si quería sufrir o no por ese motivo estaba en mi.

Yo pienso que lo que nos causa más dolor y sufrimiento es pensar que somos nosotros los que tenemos razón y que no hay otra forma de ver las cosas.

Nos empecinamos en qué todo el mundo tiene que ver las cosas como las vemos nosotros y no comprendemos que esto no es así. Que cada uno tenemos nuestra propia verdad porque vemos las cosas de una manera totalmente diferente y eso no quiere decir que sea la única forma de verlo.

Todos nosotros tenemos unas creencias que nos han sido dadas por las circunstancias en las que hemos nacido, nuestra propia familia, la sociedad en la que vivimos, la cultura de la misma sociedad, etc. y nuestras propias experiencias basadas en todo anterior y todo esto nos llevan a tener una serie de pensamientos que damos por hecho que son la única forma de percibir la vida y esto no es cierto, no es verdad y lo que deberíamos de hacer es empezar a hacernos conscientes de todas esas creencias que hemos llegado hacer nuestras inconscientemente y tener nuestra propia opinión acerca de ellas y asi reconocer que lo que que lo único que hacen es limitarnos y que no podamos ser nosotros mismos.

Así por ejemplo si yo tengo una relación de pareja y la persona con la que yo estoy a gusto me deja si yo tengo la creencia de que eso es malo porque el verdadero amor sólo me lo puede dar otra persona y que es para toda la vida y además pienso que ya no me ama y me está abandonando yo sentiré dolor y puedo llegar a sufrir con bastante facilidad.

Sin embargo sí yo acepto que en esta vida todo tiene un principio y también tiene un final y que yo no tengo nada que ver con que la otra persona quiera vivir otras experiencias, evidentemente el dolor lo sentiré porque a mí no me agradará el que la relación se acabe pero no tendré por qué sufrir.

Claro que esto que acabo de decir no se me tiene que porqué dar inmediatamente. Es decir si a mí mi pareja me comunica que se quiere marchar yo probablemente no sea tan racional y lo que acabo de decir no sea inmediato.

Lo más probable es que me vengan todos esos pensamientos que mis creencias limitantes y mi ego me van a hacer pensar en un principio.

Pero lo mismo que es lógico que afloren estas emociones ante lo que me está mostrando mi pareja y el dolor sea muy intenso e incluso llegue a sufrir debido a esos pensamientos que en un principio tendré, eso no quiere decir que yo lo perpetue en el tiempo, porque sin duda el conocimiento que tengo de que son mis propios pensamientos los que me hacen sufrir en algún momento aparecerán y entonces seré consciente de que ese dolor que yo siento debo de permitirme sentirlo y que me llevará un tiempo el poder olvidar a esa otra persona por la que yo sentía emociones tan agradables.  Y empezaré a razonar que no tiene nada que ver conmigo el qué mi pareja haya decidido dar por finalizada nuestra relación y comience a dejar de sufrir aunque siga sintiendo durante un tiempo el dolor de no continuar con él.

Con esto lo que quiero dejar claro es que el ser consciente de que mis pensamientos son los que me pueden hacer sufrir, no significa que yo en algún momento determinado no sufra.

Soy humana y no soy diferente a ninguna otra persona.

La única diferencia entre la Rosa María de antes y la de ahora es que ahora soy consciente de dos cosas: que no soy lo que yo pensaba que era y de que no tengo ni idea de lo que significa estar viva porque es la primera vez que soy consciente de que lo estoy.

¿Quieres hacer algún comentario? Me interesa conocer tu opinión.


¿Qué vida quieres?

 

Ninguno de nosotros tiene la capacidad de agradar a todo el mundo así que cuanto antes abandonemos esa idea antes comenzaremos a estar en la realidad y a dejar de tener falsas expectativas sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Cada uno tenemos diferentes maneras de pensar y de ver la vida así que lo más habitual con lo que nos encontraremos es con personas que no compartan algunas de nuestras ideas y hasta en ocasiones ninguna.

Esto es lo normal y además de natural es sano para todos mentalmente que esto sea así.

Sería aburridísima una vida en la que todos pensásemos e hiciésemos lo mismo.

Una vida en la que no pudiésemos aportar absolutamente nada y en la todo estuviese previsto.

Habrá personas que piensen que así estaría todo más seguro pero yo no quiero una vida segura y previsible.

Hace tiempo que decidí dejar de vivir desde el miedo y vivir desde el amor y ya no necesito sentirme segura ni tener la aprobación de los demás.

Por eso desde entonces tengo muy claro la vida que quiero.

Quiero una vida en la que yo pueda intervenir y aportar mi pequeño granito de arena para contribuir a dejar un mundo mejor que el que me encontré.

Una vida en la que pueda participar y sentirme parte de todo lo que hay en ella.

Una vida en la que pueda compartir lo que siento y lo que pienso.

Una vida en la que pueda escuchar y aprender de las ideas y experiencias de otros y crecer con ellas.

Una vida en la que podamos todos participar, cada uno a su manera, y en la que podemos dejar la impronta cada uno de nuestra peculiar manera de percibirla y de sentirla.

Una vida en la que disfrutar con la espontaneidad que en cada momento me brinda y en la que, en ocasiones tengo que esforzarme por entender los mensajes que me envía, porque me cuesta mucho entender que eso sea lo mejor para mi.

En fin, quiero una vida como la que tengo.

Una vida en la que vivir sea sinónimo de sentirme plena y feliz.

 


Cuando cambias todo cambia contigo

 

Cuando te vuelves consciente de todo lo que en realidad sucede a tu alrededor la visión que tienes sobre tu vida y todo y todos los demás se transforma.

Dejas de estar amargado fijándote solo en lo mal que se portan los otros contigo, a pesar de que tu pones todo de tu parte para que ellos estén bien.

Comienzas a entender que ser feliz no tiene que ver con nada de lo que pensabas.

Que tiene que ver únicamente contigo y con tu paz interior y eso no te lo puede proporcionar nada ni nadie de fuera.

Empiezas a comprender porque a pesar de todo tu esfuerzo por conseguir que te quisieran tan sólo conseguías aumentar ese tremendo vacío que sentías desde siempre dentro de tí.

Y sobre todo comienzas a amarte a ti mismo y a todo lo que existe porque entiendes que todo es un reflejo de tí.

Todo te estuvo mostrando durante todo este tiempo como tú te sentías por dentro contigo misma y ni tan siquiera eras capaz de poder ver por el dolor que te causaba.

A partir de que te haces consciente y responsable de tu propia vida comprendes cómo funciona esto de estar vivo y te relajas porque entiendes que tú no puedes hacer nada más que dejar de resistirte a experimentar todo lo que la vida te proponga.

Y comienzas a sorprenderte disfrutando de tu propia vida cuando antes la experimentabas en ocasiones cómo un tormento.

Te permites a tí mismo rodearte de personas que te proporcionan una energía positiva y comienzas a proporcionarte todo lo mejor.

Dejas atrás los malos rollos y a las personas que no paran de quejarse de todo lo que les sucede y no hacen nada por solucionarlo.

Y todo esto lo haces con amor porque entiendes que cada uno está experimentando lo que necesita para conseguir despertar al igual que hiciste tu y que cada uno llevamos nuestro propio ritmo y no podemos acelerar el de nadie aunque queramos evitarle sufrir.

Comprendemos que el amor es eso precisamente, al contrario de lo que nos habían enseñado.

Que el amor consiste en respetar las experiencias y los tiempos de los demás sabiendo que están pasando por lo que precisan en ese momento para conseguir lo que necesitan y que lo único que podemos hacer es acompañarles y ponerles límites si nos es necesario porque nos hagan sufrir.

Amarnos a nosotros mismos pasa por aceptarnos plenamente, con todo lo bueno que reconocemos y admitimos y todo lo malo que nos causa tanto daño y que nos cuesta tanto sufrimiento poder ver.

Porque en realidad no existe nada bueno ni nada malo.

Tan solo estamos viviendo las experiencias que necesitamos para despertar y compartiėndolas unos con los otros para ayudarnos entre todos a conseguir lo que vinimos a hacer aquí.

 


El dinero y el amor son lo mismo

 

El encontrarme con personas que estaban pidiendo me hacía sentir incómoda.

De pequeña les daba dinero de forma natural y sintiéndome genial después de hacerlo.

Me educaron en un colegio religioso y creía que así debía de ser, pero cuando crecí me alejé de la religión católica porque me parecía que había muchas incoherencias entre lo que predicaban y lo que hacían los que la enseñaban.

Supongo que ahí fue como empecé a plantearme algunas de las cosas que otros me habían hecho creer que eran  buenas y/o correctas.

Este cambio de mentalidad me llevo a tener prejuicios cuando me planteaba si tenía que dar dinero o no.

Yo no lo vivía entonces así y lo que pensaba era que algunos podían trabajar y les era más cómodo pedir y no molestarse.

Después cuando me enteré que había mafias dedicándose a esto me planteaba que no quería colaborar con aquellos que negociaban así con personas a las que obligaban a pasar horas de sufrimiento en la calle para conseguirles dinero.

Más tarde cuando comencé con esto de la espiritualidad escuché en una charla que si participaba dando dinero a alguien y este hacía algo malo con mi dinero esto a mi me crearía karma al igual que le sucedería a él.

Este razonamiento a mi me dio miedo y a la vez me facilitó la disculpa perfecta para que mi conciencia se tranquilizase cada vez que me cruzaba con alguien que me pedía dinero de cualquier manera.

Las personas más mayores o enfermos me daban pena pero miraba para otro lado justificando con algunas de las razones anteriores el no darles nada.

Recuerdo que tuve una temporada que decidí dar dinero en el metro a las personas que me proporcionasen algo que me gustara, una canción o una actuación y asi valoré algunas que me agradaron.

Luego decidí que también podía hacerlo aunque no me gustasen porque al fin y al cabo ellos se lo trabajaban para ganárselo y no sólo se dedicaban a explotar sus miserias o a echarle cara fingiéndolas.

Pero entonces pensé también que no paraban de entrar a pedir. En una ocasión  conté hasta tres en el mismo vagón. Salia uno y entraba a las pocas estaciones el siguiente. Y pensé que no podría dar a todo el mundo.

En la televisión me pasaba lo mismo. A la hora de comer me encontraba con el mismo anuncio que me hacía sentir mal mostrándome a niños del tercer mundo totalmente desnutridos y que mi conciencia me impedía terminar de ver y me llevaba a coger el mando y cambiar de canal.

En alguna ocasión envié el mensaje que pedían para colaborar y en otras, muchas más, tranquilicé mi conciencia pensando que si habían decidido vivir esta vida teniendo esa experiencia quien era yo para impedírselo.

El caso es que yo era consciente de que me sentía molesta cada vez que me encontraba en alguna de las situaciones que he descrito y no sabía que hacer para estar en paz con todo esto.

Recientemente estoy empezando a sentirme mejor pues me he dado cuenta de que en realidad todas estas personas y situaciones me estaban mostrando varias cosas.

Una de ellas es que juzgo a los demás y tengo prejuicios cuando debería de vivir mi experiencia y aceptar las de todos los demás, pues todos estamos aquí haciendo lo mismo aunque desde distintas experiencias y distintos retos y aprendizajes.

Y la otra es que en el fondo creía que no tendría suficiente dinero para mí.

Y como desde el punto de vista espiritual el otro no existe pues siempre me está mostrando a mi misma, en realidad todo quedaría asi: yo no paro de juzgarme y de pensar que no me merezco tener dinero.

Y lo más curioso es que yo no era en absoluto consciente de ello y pensaba todo lo contrario.

Todo esto lo acabo de hacer consciente hace pocos días y ha sido después de decidir que cada vez que alguien de alguna manera me pidiese dinero yo se lo daría porque eso a mi me resulta fácil de  hacer, me hace sentir bien y en realidad nunca me va a suceder que me quede sin dinero.

Lo que hagan los demás con el dinero que yo les dé es su problema y su responsabilidad.

A mi lo único que me interesa es mi propia vida y lo que yo haga y como me sienta yo en ella.

Respetarme y amarme a mi y a mi propia experiencia y respetar y amar a los demás consiste en eso.

Me he dado cuenta de que el dinero y el amor son la misma cosa y en todo lo escrito anteriormente se puede cambiar la palabra dinero por amor porque serviría exactamente igual.

Si nos creemos merecedores de amor nos creeremos merecedores de dinero, pues creeremos que nos merecemos lo mejor.

Y a la inversa también, si nos creemos merecedores de tener dinero nos creeremos merecedores de que nos den amor.

Todo lo que existe es amor y el dinero no puede ser otra cosa que todo lo demás.

Todas las personas que me pidieron de una u otra manera dinero me estuvieron enseñando esto de mí misma.

Gracias a todos por enseñarme esto con vuestras experiencias de vida enriqueciendo así mi propia experiencia.

Ahora cada vez que me encuentre en esa situación seré consciente de que ese maestr@ me estará recordando lo que soy: amor, al igual que él o ella y todo lo que existe y es.


No le digas a la vida lo que tiene que hacer

 

Hay veces en que nos empecinamos en no querer entender que algo que estaba en nuestra vida ya no tiene razón de ser.

Así es como, por ejemplo, nos enredamos en relaciones nada recomendables para nosotros y nos causamos dolor.

El que nos neguemos a ver las diferentes señales que la vida nos pone delante para que comprendamos que eso que estamos viviendo ya no lo necesitamos, no nos va a proporcionar el conseguir tener una relación como la que nosotros deseamos con esa persona.

Tampoco conseguiremos en la mayoría de las ocasiones que la otra persona vuelva si ha decidido marcharse.

Aquellos que tengan la «suerte» de que la vida les haga caso y les conceda ese deseo no tardarán demasiado tiempo en descubrir, que no solo no les traerá el resultado que ellos desean sino que será la causa de un sufrimiento mayor al que ya tenían.

Y es que al empeñarnos en decirle a la vida que es lo que a nosotros nos interesa y ponerle barreras a lo que ella nos propone y que si nos conviene, la forzamos a que nos haga caso y nos deje sufrir pues así es como nosotros queremos que sea.

Debemos de saber que las personas, las situaciones y todo lo que hay en nuestra vida no están ahí por casualidad porque vivir es mucho más complejo de lo que nosotros pensamos cuando no somos conscientes de lo que estamos haciendo.

Te recomiendo que te des una vuelta por el blog y leas algunas de las publicaciones en las que explico todo esto.

Solamente cuando nos hacemos conscientes podemos empezar a contemplar la grandiosidad en que consiste estar vivos y el alcance que tiene esto en lo que estamos participando todos nosotros, la mayoría desde el desconocimiento de la inconsciencia.

Pero volviendo al tema que nos ocupa en este momento, deberíamos de saber que absolutamente nada de lo que sucede es casual y que esa es la forma en la que la vida nos enseña quienes somos y lo que vinimos a hacer aquí.

Así que cuanto antes lo descubramos y empecemos a prestar atención a lo que nos quiere mostrar y a dejar de resistirnos a ello, antes lo aprenderemos y dejaremos de sufrir.

Todos somos maestros y alumnos de todos a la vez mientras estamos vivos y para ello lo único que necesitaremos es hacer lo que ya estamos haciendo, vivir y tener experiencias de todo tipo.

Las mayores enseñanzas nos las muestran nuestros grandes maestros que suelen ser las personas por las que tenemos grandes sentimientos y en especial nuestros padres, nuestros hijos y nuestras parejas.

Ni que decir tiene que nosotros también tenemos ese papel en la vida de otras personas que tienen grandes sentimientos por nosotros y en la de otras personas también aunque con menos intensidad, porque en realidad todos estamos interactuando unos con otros para que entre todos consigamos nuestros propios objetivos y los que venimos a realizar en común.

Así que no es casualidad que una persona desconocida nos insulte en la calle ni que nuestra pareja nos sea infiel pues en los dos casos estas dos personas nos están enseñando algo sobre nosotros mismos.

Algo que sólo podremos descubrir cuando nos desapeguemos de nuestros sentimientos y consigamos dejar de prestar nuestra atención en la otra persona y en el hecho que nos hace sentir dolor y la pongamos en nosotros mismos y nos preguntemos que es lo que en realidad nos está doliendo.

Esa es la respuesta que debemos buscar ante cualquier situación que nos esté causando cualquier emoción que nos haga sentir mal: celos, asco, odio, ansiedad, etc.

Eso es lo que la vida nos muestra constantemente y nosotros nos empeñamos en ponerle cada vez más  difícil.

Ignoramos que el final de una relación, por ejemplo, es solo el final de un ciclo, bien sea porque ya hemos aprendido lo que esa persona vino a enseñarnos o porque aún no lo aprendimos y necesitamos que llegue otro maestro para que nos lo enseñe en esta nueva ocasión.

Así es como funciona esto de estar vivos y cuanto antes lo aprendamos antes dejaremos de sufrir y podremos disfrutar de esta maravilla en la que estamos metidos y que sólo descubriremos cuando nos hagamos conscientes de nuestras vidas.

 


Nunca te arrepientas de haber amado

 

No debemos de arrepentirnos nunca de haber amado.

No tenemos que sentirnos mal si dimos lo mejor de nosotros.

Si lo dimos desde el corazón y sin ninguna intención de conseguir nada a cambio, tenemos que estar seguros de que llegó a donde tenía que llegar.

Quizás no de la manera que a nosotros nos hubiera gustado, pero si de la forma en que le venía mejor a la persona o personas que lo recibieron.

No nos debe de preocupar si lo valoran o no o si lo valorarán más adelante.

Debemos aceptar los planes que la vida tiene preparados para cada uno de nosotros.

Es verdad que nos resulta doloroso el tener que separarnos de alguien querido, pero ignoramos que al hacerlo se cierra una etapa de nuestra vida que ya no necesitamos y se abre una nueva en la que aparecerán otras personas y otras experiencias que son las que ahora precisamente necesitamos que se presenten como entonces necesitamos las anteriores.

Lo mejor que podemos hacer es no aferrarnos a lo que ya no es para nosotros.

No podemos pretender que las cosas sucedan cómo a nosotros nos gustaría.

La vida no la podemos controlar tan solo podemos aceptarla y confiar en que lo que nos ofrece es lo mejor para nosotros aunque a veces nos parezca que es todo lo contrario.

Porque si pretendemos decirle a la vida como lo tiene que hacer y le ponemos barreras sufriremos.

Pero además de causarnos sufrimiento a nosotros mismos, cuando nos negamos a aceptar lo que nos propone en cada momento, también nos negamos la posibilidad de poder crecer y sentirnos plenos y felices.

Dejemos a la vida que nos presente lo que crea conveniente para nosotros simplemente porque ella sabe lo que nosotros ignoramos de nosotros mismos.

Ella conoce perfectamente nuestro enorme potencial y todo lo que nos estamos perdiendo cuando, por no enfrentarnos a aceptar nuestra realidad, pretendemos que sean otros los que nos reconozcan, valoren y nos amen.

Ella sabe que somos perfectos así tal como somos y lo único que pretende es que dejemos de intentar protegernos y nos aceptemos con todo lo que somos, nuestra parte luminosa y nuestra parte oscura.

Porque la vida sabe que solamente aceptándonos completamente podremos amarnos y así dar lo mejor de nosotros mismos.

Y también sabe que sólo cuando nos amamos primero a nosotros conseguimos amar y que nos amen sin tan siquiera pretenderlo.

Confía y ábrete a recibir todo lo que la vida te brinde.

No tengas nunca miedo a abrir tu corazón porque si tu das lo mejor de tí habrás amado incondicionalmente y el amor nunca te hará daño.

Lo que te hace sufrir siempre son tus propios pensamientos.

Lo que tu piensas sobre lo que está sucediendo es lo que te hace sufrir.

Aceptar que nada es para siempre  es estar en la realidad.

El aferrarnos a que las cosas sean como nosotros queremos nos lleva a sufrir.

Aceptar lo que la vida nos propone, al contrario de lo que pensamos, nos lleva directamente a la felicidad.

La vida es amor al igual que nosotros por eso lo natural en nosotros es amar.

Nunca dejes de amar porque si lo haces por cualquier motivo, aunque sea para protegerte de que te puedan hacer daño, no te estarás permitiendo ser lo que en realidad eres y sufrirás.