El mito de la media naranja

Durante toda nuestra vida de una manera u otra nos ha llegado el mensaje de que necesitamos alguien para estar completos.

Esta es una de las creencias que nos llevan a vivir situaciones que realmente no deseamos y que más nos hacen sufrir.

La realidad es que somos seres completos y no necesitamos a nadie más para ser felices.

Los seres humanos vivimos en sociedad pero eso no significa que todos tengamos que hacer o comportarnos como la sociedad decida que es correcto hacerlo.

La misma sociedad se está transformando y cada vez vemos tipos de relaciones y de familias que unos años atrás eran impensables.

Cada vez hay más personas que deciden estar solas porque así es como se sienten bien consigo mismas.

Hace cincuenta años una mujer que se quedaba sola cuando pasaba una cierta edad era tachada de solterona y era por ello criticada cuando no era motivo de mofa para algun@s o de sentimientos de pena por parte de otr@s porque se entendía que la finalidad de las mujeres era que se casarán y tuviesen hijos y la que no lo hiciese así era por algún motivo del que casi siempre ella era culpable.

Curiosamente no sucedía lo mismo con los hombres que eran envidiados por su libertad por los que estaban casados y con admiración por las mujeres que los encontraban irresistibles por ser tan difíciles de alcanzar.

Gracias a personas que se plantearon esta creencia y se negaron a vivir como la sociedad les marcaba que hicieran, con el paso del tiempo se han ido relajado estás «normas» que la sociedad imponía y hoy en día se han logrado derechos por los que anteriormente se acababa en la cárcel como el divorcio o los matrimonios homosexuales y otras maneras de entender la vida que cada uno deberíamos valorar pues nos estamos jugando en ello el ser coherentes con nosotros mismos y estar en paz.

Para mi la felicidad consiste en eso precisamente.

Aceptar que la vida al igual que yo tiene cosas que me gustan más y otras que no me gustan nada pero que todas ellas forman parte de mi y de la vida y por lo tanto si las abrazo y las vivo sin resistirme a ellas y aceptándolas como lo que son, sin estigmatizarlas ni personalizarlas, me llevan a ser capaz de estar en paz conmigo y con la vida.

Es importante que nos hagamos preguntas.

Que nos planteemos que no está todo hecho y que nos nos dejemos llevar por lo que se nos diga que es lo que tenemos que hacer.

Porque al igual que nos sucede a nosotros con el paso del tiempo y nuestras experiencias y que nos deberían de servir para aprender y trascender aquello que nos hace sufrir, entre todos también conseguimos transformar a los demás.

Pero eso se da solamente cuando nos abrimos a aceptar que las cosas no tienen solo una forma de ser.

Que solo una manera es la correcta y las demás se deben excluir.

Pensar así nos lleva a vivir con miedo y la vida para que seamos capaces de saborearla nos pide que seamos valientes y nos dejemos llevar por nuestro corazón y para que lo consigamos debemos escucharle.

En silencio, con paciencia y con la apertura mental de un niño que aun no ha sido adoctrinado en lo que se supone que es la vida desde el punto de vista de una sociedad en la que lo que es correcto lo deciden por nosotros.

Sólo tú decides que es para ti la vida porque para cada uno la vida comienza y termina en nosotros mismos.

Cuando llegue el momento de irnos de aquí se acabará la vida para cada uno.

Pero hasta ese momento podemos tomar montones de decisiones que nos pueden llevar a vivir nuestra vida de muy diferentes maneras.

Plantearnos las creencias que desde distintos ámbitos nos han hecho creer que son reales y que nos llevarán a ser felices nos da la posibilidad de abrir una gran puerta para vivir de una manera totalmente diferente pero es nuestra responsabilidad el encontrar esa puerta y atravesarla.

Quedarnos en el dolor de pensar que la vida nos ha tratado mal o que hemos tenido mala suerte nos mantiene en el sufrimiento y lo que la vida nos muestra a través de nuestras experiencias es que somos nosotros los únicos que podemos sacarnos de esas situaciones y que dejemos de quejarnos y actuemos para conseguir la vida que nos merecemos.

Tu eres el indicado para decidir si quieres compartir tu vida con otra persona o no pero sobre todo tú eres el que decide que persona quieres que te acompañe y lo que quieres que aporte a tu vida en el caso que de decidas compartirla.

Así que planteate estas preguntas y contestalas escuchando a tu corazón, te puedo asegurar que te vas a sorprender.


¿En qué frecuencia estoy vibrando?

Somos energía y por lo tanto vibramos pero ¿en qué frecuencia lo estamos haciendo?

Seguramente sabréis que la energía negativa es más densa y la positiva más sutil.

Es por eso que cuando nos encontramos mal por cualquier motivo nos sentimos más pesados y nos cuesta más tirar de nuestro cuerpo.

También nos sucede todo lo contrario cuando estamos y bien somos capaces de hacer casi cualquier cosa.

Ultimamente vemos en muchos sitios actividades y terapias de todo tipo que nos proponen muchas maneras de subir nuestra vibración con el fin de que salgamos de la baja frecuencia en la que nos encontramos y podamos ser felices.

Y pudiéramos entender con esto que siempre estamos vibrando en la misma frecuencia cuando esto no es posible.

Nos influyen demasiadas cosas para que esto sea así.

La vibración tiene que ver con como nos sentimos y hay muchos factores que influyen en nuestros pensamientos y sentimientos.

No nos sentimos igual cuando estamos sanos que cuando estamos enfermos, ni cuando tenemos trabajo y nos despiden, por ejemplo.

Estas cosas que pudieramos ver como normales para que nos causen vibrar bajo no son las únicas que nos influyen pues la mayoría de nosotros enfermamos y perdemos el trabajo en pocas ocasiones o incluso en ninguna.

Pero hay pequeñas cosas que nos suceden mucho más a menudo y que nos mantienen en esa baja frecuencia sin que apenas nos demos cuenta.

Un empujón que nos da un desconocido en la calle, una discusión con un compañero, una rabieta que no sabemos controlar de nuestro hijo, olvidarnos de hacer algo importante, etc. son cosas que no tienen gran importancia y que por no tener una gran repercusión en nuestras vidas no pensamos que nos influyan demasiado a la hora de sentirnos mal porque ponemos nuestra atención en las cosas que más nos impactan como por ejemplo un desamor, una traición de alguien al que valoramos o como dije antes una enfermedad o un despido.

Pero todas esas pequeñas cosas son las que nos pueden mantener en una baja vibración más frecuentemente.

Y por supuesto que si estamos demasiado tiempo en una misma frecuencia traeremos situaciones y personas que cubren igual que nosotros.

Es evidente que hay muchas cosas que nos pueden hacer que en diferentes momentos del día podamos tener variaciones en nuestra vibración y podamos pasar de una frecuencia a otra.

El cómo interpretamos todas esas cosas que nos suceden al cabo del día es clave para esto estamos hablando.

En realidad nos pasamos todo el día contándonos a nosotros mismos lo que nos está sucediendo. Pero esto no significa que sea real.

Personalizamos todo lo que nos sucede porque creemos que tiene que ver con nosotros.

Y lo que en realidad sucede es que son hechos que se nos presentan y nosotros interpretamos en base a nuestras creencias.

Pero tenemos que ser conscientes de que esas creencias que tenemos no son nuestras.

Las hemos hecho nuestras a través de quienes nos las han inculcado y la mayoría de nosotros nunca nos hemos tomado la molestia de cuestionarios y las hemos aceptado como verdades absolutas.

Nos dijeron por ejemplo que un despido de un trabajo es una desgracia y asi lo piensa la mayoría y sin embargo para algunas personas ese despido se ha convertido en la oportunidad de poder dedicarse a su verdadera pasión.

Replantearnos todas muestras creencias, que lo que realmente hacen es limitarnos, nos pueden llevar a que podamos mantenernos durante más tiempo en una frecuencia más alta y podamos atraer a nuestras vidas personas y cosas que nos hagan crecer desde el amor, en lugar que desde el miedo que es como aprendemos cuando nos encontramos en frecuencias más bajas.

Porque no olvidemos que estamos aquí para ser mejores cada día y poder así disfrutar de estar vivos.


Gracias Vida

Ayer fue un día importante para mi.

Mi miedo se desvaneció cuando vi la cara sonriente de mi oncóloga dándome buenas noticias.

Todo está bien y continuamos con las seis sesiones de quimioterapia que faltan para completar el tratamiento.

Otro paso adelante.

Otro objetivo conseguido.

Una tregua para continuar creciendo con mi personaje actual.

Otra oportunidad para agradecer a la vida todo lo que me envía.

Gracias vida.

Gracias por ayudarme a sincerarme conmigo misma y conocerme aún más.

Gracias por darme la oportunidad de saber que puedo disfrutar de tí aún en las circunstancias más adversas.

Gracias por permitirme evadirme cuando no he podido hacer frente a lo que me venía y darme el tiempo que he necesitado para poder hacerlo.

Gracias por tu paciencia y tu constancia para hacerme comprender que estar viva significa mucho más de lo que yo creía.

Gracias por no desistir en tu empeño de conseguir que me rindiese a admitir, que siempre he sido la mejor versión de mí y que nunca fui culpable de nada, pues no lo supe hacer mejor cuando no era consciente de lo que si soy ahora.

Gracias por la dulzura y también por la dureza, que en ocasiones te obligué a mostrar y con las que me has hecho aprender todo lo que sé y que me ha transformado por completo.

Y gracias por amarme y aceptarme tal y como soy en cada momento.


Mi miedo a morir

Hoy me dan los resultados de las pruebas que me hicieron para ver como quedó todo después de la operación.

Me asusté cuando la doctora me dijo que en la biopsia aparecían dos tumores cuando en los TAC anteriores habían salido tres.

Ella intentó tranquilizarme diciéndome que quizás el tercero se había eliminado con el tratamiento de quimioterapia.

A pesar de la preocupación que esto me produce he intentado en estos días dejarla en espera hasta que llegase este temido día en el que sabré como está todo.

Llevo dos operaciones en poco más de un año por un cáncer y una posterior metástasis.

Cuando me dijeron lo de la metástasis fue un duro golpe pues yo creía que todo estaría bien.

En este corto aunque difícil periodo de mi vida he vivido este proceso sabiendo que me llevaría a un gran cambio personal y así ha sido.

Estas situaciones te llevan a aceptar lo que te presenta la vida en esos momentos y no porque no tengas ganas de salir corriendo para eludirlas sino porque tienes que acabar admitiendo que no hay ningún sitio a donde ir para evitarlas.

También me han llevado a ser sincera conmigo misma y reconocerme en actitudes, creencias y pensamientos que cuando veía en los demás rechazaba de plano.

Enfrentarme con la muerte me causa terror. Esto es normal pues en esta vida es la primera vez que lo hago y si lo he hecho en otras vidas no lo recuerdo.

He sido consciente de que además de la tristeza que me causa dejar de estar con las personas que amo lo que más pánico me da es dejar de ser.

Dejar de pensar como pienso, de sentir como siento y de hacer lo que hago. Y a la vez que llegue un momento en el que nadie se acuerde de que existí, de que tuve una vida llena de experiencias de todo tipo y que en unos años, cuando las personas que están presentes en mi vida también desaparezcan, simplemente pase a ser uno de los tantos que se fueron y que ya no están en la memoria de nadie.

Se que en este momento tengo que aprender algo muy importante para mi crecimiento personal y espiritual.

Supongo que tiene que ver con lo que acabo de decir.

Admitir que la vida tiene un principio y un final para todos y que lo que vine a hacer aquí no tiene que ver con lo que pienso que soy sino con lo que hago con mi vida y lo que dejaré aquí detrás de mí.

Plantearme mis creencias con respecto a la muerte es lo que la vida me presenta en este momento porque en el fondo, me estoy resistiendo a la vida no aceptando que llegará ese día en el que voy a morir.

Porque por mi propia experiencia sé que todo lo que la vida me ha brindado siempre me ha llevado a crecer y que cuando no lo he aceptado me he causado a mi misma sufrimiento y he tardado mucho más en aprender.

La muerte es una parte de la vida y resistirme a ella cuando llegue mi momento no me librará de ella y me hará sufrir.

Lo mismo me ocurrirá con cualquier otra cosa que me suceda y que yo considere que tengo que soportar o evitar para protegerme.

Cuanto antes acepte esto antes podré disfrutar de estar viva porque en realidad si me resisto a lo que la vida me pone por delante ¿para qué quiero vivir?


La inseguridad nos hace libres

 

Una de las cosas que aprendes cuando tienes una enfermedad que te enfrenta directamente a la muerte, es que la seguridad que solemos buscar la mayoría de nosotros es una de las causas de nuestro sufrimiento.

Tenemos la creencia de que consiguiendo seguridad en cada una de las áreas de nuestra vida obtendremos tranquilidad y por lo tanto tendremos muchas posibilidades para ser felices.

Por ese motivo nos pasamos la vida buscando seguridad con nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestros hijos, etc.

Creyendo que en la vida puede existir algo seguro nos negamos a admitir que en realidad ocurre todo lo contrario.

Tenemos la creencia de que podemos controlar nuestras vidas y las de las personas que amamos y en el intento de conseguirlo nos enfrentamos a la vida y nos oponemos continuamente a lo que ella nos propone.

Ignoramos que estamos vivos por una razón y que los procesos por los que pasamos nos llevarán a conseguir los objetivos que nos trajeron a vivir la existencia que en este momento tenemos.

Desconocemos como es esto de vivir y tenemos todo tipo de creencias que nos hacen pensar que disfrutar de la vida consiste en obtener todo tipo de cosas materiales que nos llevarán directamente a ser felices por el simple placer de hacerlas nuestras y disfrutarlas.

La vida puede verse de esta manera si nos mantenemos en estas creencias que nos llegan por todos los lados o puede tener una visión muy distinta si profundizamos y dejamos de prestar atención a todas esas cosas que nos dicen y nos observamos a nosotros mismos.

Si nos dedicamos tiempo a sentir y a pensar que es lo que realmente nos importa y nos hace sentir bien.

Cuando hacemos esto reconocemos que hay muchas creencias que no son nuestras y que hemos aceptado sin tan siquiera pararnos a pensar si son ciertas.

Descubrimos que la de buscar sentirnos seguros nos limita en lugar de protegernos, pues por esa supuesta seguridad dejaremos incluso de ser nosotros mismos para adaptarnos a lo que pensamos que es más conveniente para conseguirla.

Además cuando encontremos seguridad haremos casi cualquier cosa por conservarla creyendo que si la perdemos no seremos felices.

Así nos convertiremos en prisioneros de una creencia que ni tan siquiera es realmente nuestra.

No tenemos nada seguro.

Ni tan siquiera sabemos si al minuto siguiente estaremos vivos.

Es absurdo buscar seguridad en donde no la hay.

Es como empeñarse en cruzar un fuerte muro por donde no hay una puerta. Podemos empeñarnos en cruzarlo y nos golpearemos pero nunca conseguiremos cruzarlo y si lo conseguimos nos habrá llevado tanto dolor y sufrimiento que cuando la crucemos no nos merecerá la pena el esfuerzo que le pusimos pues ya no podremos disfrutarlo.

Cuando aceptamos que en la vida no hay nada seguro, podemos dejar de gastar nuestra energía en empeñarnos en ir contracorriente y dedicarnos a disfrutar de estar vivos a pesar de no saber que es lo que nos espera al momento siguiente.

De esta manera permitiremos a la vida que nos ponga por delante lo que necesitamos en ese momento para seguir creciendo y lo único que tendremos que hacer será aceptarlo y vivirlo prestando atención a lo que verdaderamente importa: lo que sentimos nosotros ante nuestra experiencia de vida.

La vida para cada uno de nosotros empieza y acaba en nosotros mismos.

Vinimos solos y nos iremos solos y lo que nos llevaremos será nuestra propia experiencia, nuestra propia vida.

 

 


El por qué no importa

Cuando nos sucede algo desagradable solemos preguntarnos por qué nos está sucediendo esto precisamente a nosotros.

Le damos vueltas y más vueltas en nuestra cabeza con la esperanza de entender el motivo que nos ha llevado hasta eso que hubieramos querido que jamás se hubiera presentado en nuestra vida.

Ignoramos que cuando hacemos esto nos bloqueamos y ponemos barreras a lo que verdaderamente importa: que la vida nos pone delante esto precisamente para que aprendamos algo sobre nosotros mismos.

Al poner nuestra atención fuera e intentar buscar algún motivo externo a nosotros que nos proporcione la razón de eso que queremos evitar, nos hacemos daño y si lo alargamos en el tiempo nos causaremos sufrimiento.

Cuando nos preguntamos el por qué, lo que en realidad estamos haciendo es perder el tiempo pues nunca encontraremos una respuesta veraz a esa pregunta porque siempre estará condicionada por nuestras propias creencias y nuestra particular forma de entender en qué consiste estar vivos.

También será absurdo que lo hagamos pues no podremos volver atrás para evitar aquello que ya nos ha llegado aunque en el presente supiéramos el motivo por el que nos llegó.

Haríamos mejor en preguntarnos que es lo que nos va a aportar o ya nos está aportando a nosotros esa nueva situación que tanto dolor nos está causando.

Las preguntas que pueden aclararnos son: ¿para qué me está sucediendo esto? ¿qué es lo que me está obligando a hacer esto que me está pasando? ¿qué es lo que ya no puedo evitar? ¿qué me está forzando a reconocer?

Cuando aparece en nuestra vida lo que nosotros interpretamos como algo negativo lo que en realidad nos está brindando es la oportunidad de ser sinceros con nosotros mismos.

De que empecemos a descubrirnos, a permitirnos ser, a aceptarnos con todo lo que somos y a armarnos plenamente.

Dejar de prestar la atención fuera intentando buscar culpables nos llevará directamente a mirarnos a nosotros mismos y conseguir la paz y la felicidad que llevamos tanto tiempo buscando y creyendo que nos darán los demás.


¿Me acepto y me amo?

 

Si, yo también fui de las que creen que pueden ayudar y cambiar a los demás para que sean felices.

De las que se empecinan en mantener relaciones con personas que son insufribles porque veía su dolor y pensaba que podía ayudarles.

De las que en lugar de protegerme y poner límites a sus acciones me quedé por que creí que me necesitaban y que yo podría conseguir que cambiaran esa visión tan negativa que tenían de sus propias vidas.

Durante mucho tiempo pensé de esta manera y no fui feliz.

Ignoraba que me sucedía para que todas mis relaciones aunque pareciesen diferentes al final me hiciesen sentir lo mismo: que no me amaban.

Me costó mucho tiempo descubrir que en el fondo a mi me estaba sucediendo lo mismo que a ellos.

A mi también la vida me estaba poniendo personas que me lo estaban haciendo pasar mal.

Yo misma no podía estar sola sin sentirme desdichada y deseaba encontrar esa pareja que me diese todo el amor que yo necesitaba para ser por fin feliz.

Yo no sabía que también les hacía sentir mal por mi propia necesidad de sentirme aceptada y amada por ellos.

Este motivo era el que me estaba llevando a que me necesitaran y así me quisieran y no desearan dejarme.

Creía que yo estaba ofreciendo amor desinteresadamente y tuve que reconocer que daba lo que yo tenía a cambio de que me amaran.

Y lo que yo tenía no era amor sino necesidad de sentirme amada.

Desconocía también que cuando alguien no es feliz por si mismo, no puede ofrecer a alguien lo que no tiene.

No sabía que el amor consiste en aceptar y respetar al otro sin querer cambiarle y aceptarme y respetarme también a mi y no permitir que alguien no me acepte y me respete.

Ignoraba que todos ellos no eran más que un reflejo de mi misma que la vida me ponía por delante y que estaban mostrándome como me estaba sintiendo conmigo misma.

Como yo no me estaba amando.

Ahora que lo sé, cuando alguien se me acerca tengo muy presente que va a mostrarme como me encuentro yo, como me trato yo y cuanto amor me doy a mi misma.

Será la ocasión de observar si verdaderamente me acepto y me amo.

Si lo hago aceptaré la forma de ser de la otra persona aunque no me guste.

Le respetaré y no pretenderé cambiarle.

Y le amaré permitiéndole ser como es aunque no pueda permitir que permanezca en mi vida.

 

 


¿El cáncer una oportunidad?

Hay ocasiones en las que la vida nos coloca en situaciones que jamás hubiésemos querido afrontar.

Desconocemos por qué nos sucede eso a nosotros y no tenemos más remedio que dejarnos llevar por aquello que nos surge de pronto y que nos llega como un mazazo que por mucho que intentamos no logramos esquivar.

No entendemos  el motivo por el que la vida nos pone esto por delante y que nos supera por completo.

Dejamos de atender a las muchas cosas que nos pasaban antes por la cabeza y nos sumergimos por completo en esta nueva preocupación que ahora no nos deja pensar en otra cosa que en lo que nos sucede a nosotros.

Pasamos a ser los protagonistas de nuestra propia historia cuando antes siempre le dábamos ese papel a cualquier persona que nos importase y que fuera necesaria en nuestra vida.

Descubrimos entonces que siempre habiamos esperado que nos cuidaran los demás.

Que nos amaran y nos hiciesen sentir importantes era para nosotros el principal motivo de nuestra existencia.

Priorizábamos cualquier necesidad de aquellas personas que nos pudieran hacer sentir asi ante nuestras propias necesidades y que de esta manera descubrimos que habíamos ido dejando poco a poco de existir.

Ya muy poco había quedado de nosotros y reconocemos que nunca fueron los demás los que nos llevaron ante esa situación sino que lo fuimos haciendo poco a poco nosotros mismos, al no permitirnos ser y confiar en que tan solo siendo como somos daríamos lo mejor de nosotros mismos y  nos sentiríamos plenos y satisfechos sin tener la necesidad de la aprobación de nadie.

Y es entonces cuando todo nos cambia por completo, pues ese giro de 180 grados que nos presenta la inesperada y detestada adversidad que la vida nos pone por delante se convierte en la oportunidad que nunca nos dimos a nosotros mismos de reconocernos y de darnos nuestro lugar.

De amarnos y no depender de nada ni de nadie para ser felices.

De valorar lo verdaderamente importante y dejar atrás todos aquellos pensamientos que nos impedían SER simplemente lo que somos y estar orgullosos de ello.

Esa llamada de atención que la vida nos presenta mediante algo que nos parece insoportable, puede ser nuestra última oportunidad de perdonarnos y darnos el amor que siempre buscamos fuera y que siempre estuvo en nosotros esperando que le permitiesemos salir y llenarnos por completo y poder compartirlo también con los demás, ahora ya desde el verdadero amor que fluye sin la necesidad de recibirlo de vuelta para sentirnos reconocidos o amados.

De esta manera estoy viviendo la enfermedad que desde hace más de un año se presentó en mi vida y que sin duda me ha cambiado por completo.


Soy igual que tú

Tal vez leyendo mis publicaciones algunos de vosotros pudierais pensar que tengo superadas muchas cosas y que ya no sufro.

Me gustaría aclarar esto porque no quiero que por mi manera de comunicarme alguien llegue a conclusiones erróneas y que pueda pensar cosas que no son.

En primer lugar pensar que podemos vivir alejados del dolor es absurdo porque la vida conlleva experiencias de todo tipo y algunas de ellas son dolorosas.

Otra cosa diferente es que nosotros las perpetuemos y las mantengamos durante tiempo causandonos a nosotros mismos sufrimiento.

Cuando descubrí que la verdadera causa de mi sufrimiento era lo que yo pensaba sobre la situación por la que estaba pasando, comprendí que yo podría sentir dolor ante lo que la vida me pudiera poner por delante pero la decisión de si quería sufrir o no por ese motivo estaba en mi.

Yo pienso que lo que nos causa más dolor y sufrimiento es pensar que somos nosotros los que tenemos razón y que no hay otra forma de ver las cosas.

Nos empecinamos en qué todo el mundo tiene que ver las cosas como las vemos nosotros y no comprendemos que esto no es así. Que cada uno tenemos nuestra propia verdad porque vemos las cosas de una manera totalmente diferente y eso no quiere decir que sea la única forma de verlo.

Todos nosotros tenemos unas creencias que nos han sido dadas por las circunstancias en las que hemos nacido, nuestra propia familia, la sociedad en la que vivimos, la cultura de la misma sociedad, etc. y nuestras propias experiencias basadas en todo anterior y todo esto nos llevan a tener una serie de pensamientos que damos por hecho que son la única forma de percibir la vida y esto no es cierto, no es verdad y lo que deberíamos de hacer es empezar a hacernos conscientes de todas esas creencias que hemos llegado hacer nuestras inconscientemente y tener nuestra propia opinión acerca de ellas y asi reconocer que lo que que lo único que hacen es limitarnos y que no podamos ser nosotros mismos.

Así por ejemplo si yo tengo una relación de pareja y la persona con la que yo estoy a gusto me deja si yo tengo la creencia de que eso es malo porque el verdadero amor sólo me lo puede dar otra persona y que es para toda la vida y además pienso que ya no me ama y me está abandonando yo sentiré dolor y puedo llegar a sufrir con bastante facilidad.

Sin embargo sí yo acepto que en esta vida todo tiene un principio y también tiene un final y que yo no tengo nada que ver con que la otra persona quiera vivir otras experiencias, evidentemente el dolor lo sentiré porque a mí no me agradará el que la relación se acabe pero no tendré por qué sufrir.

Claro que esto que acabo de decir no se me tiene que porqué dar inmediatamente. Es decir si a mí mi pareja me comunica que se quiere marchar yo probablemente no sea tan racional y lo que acabo de decir no sea inmediato.

Lo más probable es que me vengan todos esos pensamientos que mis creencias limitantes y mi ego me van a hacer pensar en un principio.

Pero lo mismo que es lógico que afloren estas emociones ante lo que me está mostrando mi pareja y el dolor sea muy intenso e incluso llegue a sufrir debido a esos pensamientos que en un principio tendré, eso no quiere decir que yo lo perpetue en el tiempo, porque sin duda el conocimiento que tengo de que son mis propios pensamientos los que me hacen sufrir en algún momento aparecerán y entonces seré consciente de que ese dolor que yo siento debo de permitirme sentirlo y que me llevará un tiempo el poder olvidar a esa otra persona por la que yo sentía emociones tan agradables.  Y empezaré a razonar que no tiene nada que ver conmigo el qué mi pareja haya decidido dar por finalizada nuestra relación y comience a dejar de sufrir aunque siga sintiendo durante un tiempo el dolor de no continuar con él.

Con esto lo que quiero dejar claro es que el ser consciente de que mis pensamientos son los que me pueden hacer sufrir, no significa que yo en algún momento determinado no sufra.

Soy humana y no soy diferente a ninguna otra persona.

La única diferencia entre la Rosa María de antes y la de ahora es que ahora soy consciente de dos cosas: que no soy lo que yo pensaba que era y de que no tengo ni idea de lo que significa estar viva porque es la primera vez que soy consciente de que lo estoy.

¿Quieres hacer algún comentario? Me interesa conocer tu opinión.


¿Qué vida quieres?

 

Ninguno de nosotros tiene la capacidad de agradar a todo el mundo así que cuanto antes abandonemos esa idea antes comenzaremos a estar en la realidad y a dejar de tener falsas expectativas sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Cada uno tenemos diferentes maneras de pensar y de ver la vida así que lo más habitual con lo que nos encontraremos es con personas que no compartan algunas de nuestras ideas y hasta en ocasiones ninguna.

Esto es lo normal y además de natural es sano para todos mentalmente que esto sea así.

Sería aburridísima una vida en la que todos pensásemos e hiciésemos lo mismo.

Una vida en la que no pudiésemos aportar absolutamente nada y en la todo estuviese previsto.

Habrá personas que piensen que así estaría todo más seguro pero yo no quiero una vida segura y previsible.

Hace tiempo que decidí dejar de vivir desde el miedo y vivir desde el amor y ya no necesito sentirme segura ni tener la aprobación de los demás.

Por eso desde entonces tengo muy claro la vida que quiero.

Quiero una vida en la que yo pueda intervenir y aportar mi pequeño granito de arena para contribuir a dejar un mundo mejor que el que me encontré.

Una vida en la que pueda participar y sentirme parte de todo lo que hay en ella.

Una vida en la que pueda compartir lo que siento y lo que pienso.

Una vida en la que pueda escuchar y aprender de las ideas y experiencias de otros y crecer con ellas.

Una vida en la que podamos todos participar, cada uno a su manera, y en la que podemos dejar la impronta cada uno de nuestra peculiar manera de percibirla y de sentirla.

Una vida en la que disfrutar con la espontaneidad que en cada momento me brinda y en la que, en ocasiones tengo que esforzarme por entender los mensajes que me envía, porque me cuesta mucho entender que eso sea lo mejor para mi.

En fin, quiero una vida como la que tengo.

Una vida en la que vivir sea sinónimo de sentirme plena y feliz.