Hoy os propongo esta delicia que podréis disfrutar en el momento que más os apetezca.
Podéis tomarlo frío en épocas de calor y si le añadís hielo picado conseguiréis un refrescante granizado.
Además del placer de saborearlo le daréis un buen chute de vitaminas a vuestro cuerpo.
Veamos por qué os digo esto último.
Las espinacas son una fuente comprobada de nutrientes esenciales como el caroteno (un precursor de la vitamina A), el ácido ascórbico y varios tipos de minerales. Además, se han realizado varios estudios sobre las actividades antioxidantes de las espinacas, concluyendo que son una fuente potencial de antioxidantes naturales.
La manzana nos proporciona calcio y fósforo además de vitamina C que son necesarios para la formación de nuestros huesos. También vitamina B que es necesaria para el desarrollo nuestros músculos.
El plátano es conocido por su alto aporte de potasio pero además nos aporta magnesio que nos es necesario para metabolizar la vitamina D. Ésta ayuda a nuestro cuerpo a absorber el calcio, una de las piezas fundamentales de los huesos.
Como veréis esta receta no solo os sabrá deliciosa sino que además vuestro cuerpo agradecerá todo lo que os aportará.
Para hacer este batido necesitaréis:
2 tazas de espinacas crudas
1/2 manzana
1/2 plátano
1/2 vaso de leche de cualquier tipo
Lo metéis todo en el vaso de la batidora y lo mezclareis hasta que adquiera la consistencia que os agrade.
Si os apetece más líquida podéis añadir más leche o un poco de agua.
Yo no utilizo ningún edulcorante porque queda bastante dulce pero si os apetece más dulce se lo podéis añadir.
Y ya solo queda que lo paséis al recipiente en el que vayáis a tomarlo y estará listo para que podáis disfrutarlo.
Desde el 15 de mayo estoy compartiendo todos los alimentos que tomo como os dije en el post de ese mismo día.
En el lancé mi propio retro: comer saludable para mejorar mi salud y creyendo, como así he confirmado, que también perdería peso aunque esto último no era el motivo principal.
Y llegó el día de pesarme.
Como ya os comenté tras mi enfermedad llegué a pesar 72 kilos. Confieso que durante ese tiempo además de poder moverme muy poco por la debilidad y otras secuelas que me causaba el tratamiento, mi alimentación dejó de ser saludable pues me fui relajando poco a poco por la ansiedad que todo eso me causaba.
Cuando ya mi salud me permitió recuperar la movilidad que me dejó dar largos paseos e incluso apuntarme al gimnasio, conseguí bajar de peso a los 68,500 kg.
Este ritmo se paró para mi el 11 de marzo cuando después de ir al hospital para realizarme las pruebas para mi revisión, tome la decisión de no salir de casa nada más que para comprar lo que necesitaba para comer.
Como nos sucedió a todos el 14 de marzo, el confinamiento paralizó la actividad que apenas unos meses antes había comenzado y de nuevo volví a comer no demasiado saludable y a no gastar energía en mi apartamento de apenas 30 m2.
Y aunque en estos días mi ánimo no decayó, porque soy bastante positiva, si me llevo tiempo asimilar la nueva situación.
Y empecé a retomar mis paseos diarios dentro de mi pequeño hogar.
Comencé de nuevo a darle trabajo al contador de pasos que instalé en mi móvil meses antes cuando empecé con mis largos paseos.
Y una vez asimilada la nueva situación lancé el reto de un cambio profundo en mi vida a través de mi alimentación que ya será para siempre y de acoger las nuevas cosas que irán viniendo después, pues esta nueva situación que nos trajo el covid 19 nos va a traer a todos un antes y un después.
Así que subir a la báscula y ver que he bajado a 65,600 me ha confirmado que pasito a pasito iré recuperando mi peso natural a la vez que toda yo me recupero y me desintoxico de todo lo que antes metía en mi cuerpo y no me convenía.
No tengo prisa, no es necesario que me sacrifique, como hice en otras ocasiones años atrás cuando subía de peso y hacía regímenes que me hacían sentir ansiedad y me dejaban hambrienta.
Ahora mis comidas son mucho más variadas y además deliciosas.
Comprendí que cuando te amas y cuidas de ti todo vuelve a su ser de una manera serena y maravillosa.
Ya no tengo la ansiedad que me llevaba a ir a buscar comida al frigorífico mientras veía la televisión después de cenar.
Me siento completamente llena con mi alimentación natural y en la que no peso mis raciones. Solo utilizo lo que mi conciencia y mi cuerpo me pide.
Llegó el cambio a mi vida y los cambios traen novedades.
Viejas cosas se van para dar lugar a las nuevas que llegan.
Y en mi caso no me refiero solo a los alimentos sino también a creencias, ideas, pensamientos, programas de televisión, personas y todo lo que se irá de mi vida porque ya no me será útil y que al igual que la grasa irán desapareciendo.
Y a las nuevas cosas que están por llegar y que serán las que necesito ahora en esta etapa para que mi vida me siga enseñando nuevas cosas, nuevas experiencias con las que seguir aprendiendo y ser cada vez una mejor versión de mi misma.
Hoy os presento una merienda ligera y refrescante ideal para cualquier tarde, sobre todo en las más calurosas.
Además si le añadimos hielo picado lo convertiremos en un delicioso granizado que podremos disfrutar en cualquier momento del día pues apenas tiene calorías.
Las espinacas contienen vitamina A y una buena cantidad de ácido fólico y también nos proporcionan proteínas, hierro, más vitaminas y minerales. Al tomarlas crudas aprovecharemos al máximo todos sus nutrientes y apenas notaremos su sabor.
El limón es una gran fuente de vitaminas B y C, además de un alimento rico en minerales como el potasio, selenio, calcio, hierro y magnesio. Favorecerá nuestra digestión, protegerá nuestro hígado y reducirá nuestro colesterol.
Además le vamos a añadir manzana que nos aportará vitamina C y que contiene calcio y fósforo, indispensables en la formación de las sales minerales del hueso.
Para hacer este saludable batido vamos a necesitar:
2 tazas de espinacas crudas
1/2 limón
1/2 manzana
Un vaso de leche de avena
1 cd de sirope de agave (opcional)
Lo meteremos todo en el vaso de la batidora y la mantendremos en marcha hasta que la consistencia sea bastante líquida.
Después lo probaremos y si vemos que la mezcla está demasiado ácida podemos añadirle un poco de sirope de agave.
Esta nueva situación que estamos viviendo con el coronavirus está sacando de nosotros cosas que quizá no se hubieran visto de otra manera.
Está claro que cuando la vida nos confronta con una situación que nos impacta nos hace que nos replanteemos toda nuestra existencia.
Sobre todo nos sucede cuando lo que nos pone por delante es la noticia de nuestra propia muerte o la de alguien muy querido y que llega de repente cuando no se la esperaba.
Pero también sucede cuando hay un cambio importante en nuestras vidas y que en cierta forma podríamos interpretar como una muerte menor, pues cualquier pérdida significativa para nosotros lleva aparejada su consiguiente duelo para que podamos superarla.
Así la pérdida de un amor, la del trabajo, la de la clase social a la que hasta ese momento perteneciamos antes de perder la empresa o el trabajo que teníamos pueden convertirse en esa situación que nos impacta y que nos llevan a plantearnos cosas que nunca antes pensamos.
En esta ocasión además de las cosas anteriores hemos podido enfrentarnos a la pérdida de nuestra libertad.
La de decidir que queremos hacer marcandonos hasta la hora en la que podemos salir a la calle entre otras cosas y la de movimiento que nos impide hacer cualquier cosa fuera de los límites de la puerta de nuestra casa.
También nos ha enfrentado al encierro, al no poder salir ni siquiera a pasear de nuestras casas durante más de dos meses y que de esta manera se han convertido en nuestras propias celdas de reclusión e incluso de aislamiento en muchos casos.
Por todas estas cosas que nos ha forzado a vivir el covid 19 para muchos está siendo motivo de sufrimiento.
No ya solo por las numerosas enfermedades y muertes de las que estamos todos rodeados y hemos sentido de una u otra manera, sino por la desesperación que supone el querer volver atrás, a desear que no suceda algo que no pueden evitar y que les paraliza por completo al no poder aceptar los cambios que les vienen y nos vienen a todos a partir de ahora.
El querer volver al pasado nos lleva a no aceptar nuestro presente y por lo tanto a sufrir. Y cuanto antes nos demos cuenta de esto antes podremos vivir con plenitud todo lo que la vida nos vaya presentando.
El oponer resistencia, no solo nos dejará agotados al gastar toda nuestra energía en algo tan absurdo como querer empujar el tiempo hacia atrás sino que lo más probable es que nos lleve directos a la depresión y otras enfermedades.
Sin embargo para algunas personas todas estas cosas han sido el aliciente que necesitaban para dar un gran salto al vacío en sus vidas. Para arriesgarse y apostar por algo diferente.
Algo que les hace vibrar y que jamás hubieran intentado hacer antes de que esta enfermedad les hubiera puesto contra las cuerdas.
Yo tengo dos casos muy cerca. Noto la ilusión en sus palabras cuando hablo con ellas.
Las siento emocionarse al transmitirme que en su corazón sienten el alivio de haber perdido ese trabajo que nunca les gustó pero que mantenían porque les proporcionaba su sustento y que ahora les permite poder soñar y empezar de nuevo.
Una nueva forma de vivir es lo que nos está proponiendo el universo en este momento.
Una nueva forma de sentirnos vivos y de vivir con plenitud lo que nos queda de vida a los que ya nos encontramos aquí y para los que vendrán en el futuro.
Volver a vivir como lo hacíamos antes del 14 de marzo no va a ser posible al menos durante un largo tiempo y cuanto antes lo aceptemos antes dejaremos de sufrir.
Y cuanto antes venzamos nuestros miedos al cambio y dejemos de protegernos de los cambios que ya estamos viviendo antes podremos dejar que la vida nos sorprenda con cosas que pueden ser inluso mejores que las que conocimos antes.
Hoy os traigo una rica receta que podéis tomar a cualquier hora.
Aunque yo la tomé para merendar podría ser también un delicioso desayuno o un refrescante y sabroso tentempié o incluso un saludable postre.
La naranja tiene un alto contenido de vitamina C, así como niveles de potasio, fibra, vitamina B, ácido fólico y antioxidantes. Es una de las mejores opciones para colmarse de energía y blindarse ante las infecciones.
Las fresas son una importante fuente de vitamina C. Una taza de fresas contiene el 136% de la cantidad diaria recomendada de esta vitamina, lo que las convierte en un poderoso antioxidante que potencia el sistema inmunitario. Además ayudan a perder peso, por su bajo contenido calórico.
Y por último las almendras son ricas en Vitamina E, un potente antioxidante. Son fuente de proteínas y tienen un importante aporte de grasas saludables que nos ayudan a bajar el colesterol «malo» LDL y subir el «bueno» HDL. Además nos ayudan a controlar el peso.
Una vez que conocemos los beneficios que nos aporta este batido vamos a ponernos manos a la obra.
Para preparar esta receta vamos a necesitar:
1 naranja mediana
4 fresones
10 almendras crudas
1/2 vs de leche de soja o cualquier leche vegetal.
Como siempre pondremos todo en la batidora por el mismo orden de la receta o en todo caso pondremos la leche de soja un último lugar para evitar salpicaduras y la pondremos a funcionar hasta que veamos que que adquiere la textura que nos guste.
Si preferís que sea más liquida podéis añadirle mas leche de soja o directamente agua.
Hoy voy a mostraros una manera muy sencilla de preparar unos champiñones sin apenas condimentos y con un resultado muy apetecible además de saludable.
Tiene muy pocas calorías por lo que además se convertirá en un buen primer plato en vuestro menú o de un perfecto acompañamiento con cualquier plato.
Los champiñones son hongos que además de funcionar como antidepresivos, son ricos en proteínas, fibra, vitaminas y minerales. Fortalecen el sistema inmune, son bajos en calorías, regulan la presión arterial y disminuyen los niveles de azúcar.
Cuando los compro suelo aprovechar la bandeja para varias cosas.
Reservo tres de los que mejores estén y los utilizo en una ensalada. Crudos están deliciosos y podemos aprovechar de esta manera todos sus nutrientes, pues ya sabéis que pierden algunos cuando los cocinamos.
Y el resto de los champiñones que quedan los preparo de esta manera.
Aunque después una tercera parte la guardo ya cocinada para prepararme unos huevos revueltos o una tortilla que se convertirá en una de mis deliciosas y saludables cenas un par de días después.
Por eso en esta ocasión nos servirá para una ración y para que separemos una parte para prepararnos otro plato.
Vamos pues con la receta y para ello utilizaremos:
300 gr. de champiñones
2 dientes de ajo en trocitos
perejil picado
2 cs. aceite de oliva
sal al gusto *
Empezamos limpiando muy bien los champiñones con agua fría.
Cuando ya están bien escurridos le quitamos un poco del tallo y los cortamos en láminas.
Después ponemos la sartén con el aceite a calentar y cuando esté caliente le pondremos los ajos y los doraremos.
Cuando ya lo estén será el momento en el que añadamos los champiñones, el perejil y la sal.
Daremos vueltas a todo para que se mezcle y para que se hagan todos los champiñones por igual.
Observaremos que los champiñones reducen su tamaño a la vez que van adquiriendo un bonito color, esto se debe a que pierden bastante agua al cocinarlos.
Los mantenemos durante unos 10 minutos a fuego bajo y ya estarán listos para que montéis vuestro plato y por supuesto disfrutéis de ellos.
Hay personas que les añaden trocitos de jamón y/o le ponen un trozo de guindilla para que estén algo picantes pero a mi me gustan así.
En esta ocasión yo los acompañé de pollo asado y puré de calabaza.
¿Y a vosotr@s como os gustan?
*yo suelo usar muy poca sal porque me gusta apreciar los propios sabores de lo que como por eso nunca os pongo cantidad en las recetas.
Cuando aún yo no los había probado pensaba que estarían asquerosos al llevar verduras crudas y me eche para atrás.
Pero tras leer que estaban muy ricos me decidí a probarlos.
Y por supuesto que me llevé una sorpresa.
Al mezclarlos con fruta apenas saben a la verdura que le añades.
A partir de entonces los he incorporado a mi dieta diaria y lo mismo los utilizo para desayunar como para la merienda.
Me parece una manera sabrosa y divertida de aprovechar al máximo los nutrientes y vitaminas de las frutas y verduras.
En esta ocasión os presento este batido de espinacas y fresas.
Para hacerlo necesitamos:
dos tazas de espinacas
8 fresas
1/2 plátano
1/2 leche de soja o cualquier otra vegetal
agua al gusto si te gusta más licuado
Solo tendremos que añadir todos los ingredientes en la batidora y triturarlo todo hasta que alcance la consistencia que nos guste.
Yo por ejemplo no le echo agua porque me gusta que más espeso.
Siempre empiezo por la verdura, luego le añado la fruta y por último la leche.
Al consumir la verdura cruda no pierde ninguna de las aportaciones que nos proporciona su consumo.
En este caso las espinacas contienen vitamina A y una buena cantidad de ácido fólico y también nos proporcionan proteínas, hierro, más vitaminas y minerales.
Las fresas son una fuente de vitaminas del grupo B y además actúan como un potente antioxidante y antiinflamatorio natural, además de contener un alto contenido en fibra y minerales.
Lo que casi todos sabemos del plátano es que tiene mucho potasio pero también nos aporta magnesio y fósforo además de vitaminas C y B6.
Y ahora que ya conocemos todo lo que aportará a nuestro organismo este batido solo nos queda servirlo y disfrutarlo.
¿Has probado alguna vez a hacer tus propios yogures?
El ser consciente de que es lo que me meto a la boca me ha llevado a decidir que el último yogur que iba a comprar en el supermercado sería el que utilizaría para comenzar a hacer los míos.
Así que me he comprado la yogurtera que os muestro en las fotos y he comenzado con ello.
Son muy sencillos de hacer y están deliciosos.
Eso si no esperéis esos maravillosos colores e intensos sabores de los que compráis hechos.
Esas dos cualidades de los que nos venden en las tiendas se deben a los colorantes y aromatizantes artificiales que les ponen.
Así que si decidís comer sano tendréis que acostumbraros a descubrir nuevos sabores más sutiles pero no por ello menos deliciosos.
Apreciar esto se volverá una de las nuevas sensaciones que ahora disfrutaréis al ser conscientes de vuestras comidas.
Además será una manera muy saludable de tomar todas las vitaminas que nos ofrece la fruta y el calcio que nos proporcionará el yogur.
Ahora vamos con lo que necesitaremos:
leche normal o desnatada
1 yogurt natural sin azúcar
la fruta que deseemos añadir
En esta ocasión decidí hacer dos naturales, uno de fresas y otro de moras.
Empezaremos por añadir el yogur a nuestros recipientes y para ello lo repartiremos entre ellos.
Como mi yogurtera solo tiene para hacer cuatro he podido poner bastante en cada recipiente, pero si la que tenéis vosotros tiene más tarritos lo repartiréis igualmente aunque tengan cada uno menos cantidad.
Esto será suficiente para que los nuevos yogures cuajen.
Y ahora podéis hacer dos cosas: añadir en ese momento la fruta que vayáis a poner y para eso la triturareis con un tenedor antes de echarla al tarro o podéis hacer yogures naturales y añadirla cuando los vayáis a comer.
De las dos maneras estarán deliciosos.
Como veis en la foto yo las puse en el momento que los estaba haciendo.
Después añadiréis la leche hasta un poco más abajo del borde, los removéis bien y los metéis en la yogurtera.
Y solamente os queda encenderla y esperar a que se hagan.
Yo suelo prepararlos a última hora de la tarde y los dejo toda la noche.
Por la mañana solo tendréis que cerrarlos y meterlos en el frigorífico.
Y bueno aquí os dejo estos dos que he disfrutado ya.
Este es el de fresas y el de la cabecera el de moras, a este último le añadí frutos del bosque y sirope de agave porque esta fruta suele ser un poco ácida.
Os puedo asegurar que están deliciosos así que atrevernos a cuidaros y daros amor a vosotro@s mism@s y a los que más queráis.
Nuestros hijos son las personas que más alegrías y más disgustos nos proporcionarán a lo largo de nuestras vidas, pero también son las que más dependerán de nosotros y las que más exigirán de nuestra responsabilidad y amor más incondicional.
No hay ninguna regla que nos asegure que nuestros hijos serán perfectos así que deberemos de utilizar nuestra intuición, nuestro sentido común y todo el amor que sentimos por ellos para lograr que la aventura de ser padres y madres no se convierta en la peor de nuestras pesadillas.
La vida nos enseña a ser padres cuando lo somos y la experiencia de serlo no nos asegura que con los hijos siguientes lo hagamos mejor pues los que tenemos varios hijos sabemos de primera mano que ninguno de ellos tiene que ver con el anterior y que lo que nos sirvió con cada uno de ellos no nos sirvió para el que vino después.
En mi caso tengo tres hijas y cada una tiene un carácter y una personalidad completamente distintas y en su educación he tenido de actuar de diferentes maneras con cada una.
Además, ahora que son mayores, cada una de ellas tiene una relación diferente conmigo al igual que yo también tengo una distinta con cada una de ellas.
Pero lo que me ocurrió con las tres cuando se separaron de mi para volar por su cuenta, siempre fue lo mismo.
Pensé que no era el momento adecuado y me sentí mal cuando se fueron.
Había oído hablar del síndrome del nido vacío y nunca pensé que me fuese a pasar a mí.
Y la verdad es que no me sucedió porque para mi el ser madre no se convirtió nunca en mi propósito de vida.
Yo siempre sentí que era algo más que una madre aunque durante muchos años me dediqué al cuidado de mis hijas y al de nuestro hogar, además de trabajar en mi empleo remunerado.
Siempre sentí que necesitaba hacer más cosas aunque ese no era el momento adecuado para hacerlas.
Y ese momento llegó cuando la última de mis hijas se marchó a vivir con su pareja dejándome sola en la que había sido durante años nuestra casa.
Y aunque al principio me sentí mal, como cuando cada una de las anteriores se marcharon, tuve que aceptar la gran lección que cada una de ellas me enseñó: que las cosas nunca serían como yo quisiera que fuesen y que tendría que aceptar que esto era así si no quería sufrir.
También tuve que aprender a vivir sola, pues aunque durante años estuve sin pareja, nunca viví sola hasta que mi hija menor se fue de casa.
Evidentemente yo no estuve de acuerdo con las decisiones que tomaron cada una de ellas en su momento porque consideraba que eran muy jóvenes y que aún no era el momento para que se marchasen.
Pero debí de reconocer que, aunque era verdad que eran muy jóvenes, para mi nunca hubiera sido el momento adecuado por muchos años que tuvieran, porque a lo que verdaderamente tenía miedo era a soltar esa responsabilidad que sentía por mis hijas y también que aún no estaba preparada para sentir el dolor que me producía a mi misma al pensar que no estaban preparadas para tomar las decisiones hasta entonces había tomado yo.
En cierta forma lo tenía controlado y cuando cada una se iba de casa desaparecía la sensación de seguridad que sentía cuando las decisiones las tomaba solo yo.
Soltar del todo a los hijos es duro y creo que el dolor que nos supone cuando ese momento llega, solo puede superarse si nos preparamos para ello.
Es un acto de amor que requiere sacrificio por nuestra parte pues dejarlos solos lleva aparejada nuestra renuncia a intervenir en sus vidas para siempre como hasta entonces lo habíamos hecho.
El decicarme a las cosas que me gustaba hacer y para las que entonces tenía tiempo me ayudó a aceptar lo que todos los padres y madres tenemos que asumir antes o después: nuestros hijos no son posesiones nuestras.
Desde mi punto de vista mi tarea como madre es la de enseñar a mis hijas a que sean buenas personas y que se valgan por si mismas con responsabilidad, cuando llegue el momento de que lo hagan.
Y aquí termina mi misión. El resto lo tienen que poner ellas porque a partir de entonces son ellas las que tienen que tomar sus propias decisiones.
Tener un hijo es un acto de amor en si mismo y ese amor que sentimos por cada criatura que traemos a este mundo nunca se acaba aunque lo sintamos de manera diferente con el paso de los años.
Nunca dejarán de ser nuestros hijos aunque no los veamos las veces que nosotros quisiéramos, aunque no tengan la vida que a nosotros nos gustaría que tuvieran, aunque amen a otras personas y tengan sus propias familias, siempre sentirán por sus padres y madres ese amor especial que nosotros también sentimos por ellos aunque tengamos nuestras propias vidas que nos llenen por completo y ahora ellos solo sean una parte importante más de ellas.
Nuestros hijos, al igual que nosotros, nunca podrán dejar de amarnos y de necesitarnos pero lo harán de otra manera.
Al igual que nosotros necesitan vivir su propia experiencia de vida y acertar y equivocarse como nosotros hacemos para aprender las lecciones que hemos aprendido y que nos quedan aún por aprender, y que son las que nos han llevado a estar bien con nosotros mismos y a ser felices.
Y en esa experiencia los papeles principales los ocupan ellos y y las personas que han elegido que estén en sus vidas, al igual que nosotros hicimos en su momento.
Son sus parejas, sus propios hijos y sus amigos los que a partir de ahora les enseñarán lo que deben aprender en su propia experiencia.
Al igual que nosotros deberemos continuar aprendiendo en la nuestra, que ahora recupera ese papel principal que durante tanto tiempo compartimos con ellos y que ahora incluirá además a más personas con las que compartiremos más tiempo y nuevas experiencias.
Nunca dejaremos de ser la madre o el padre de…. pero tampoco dejaremos de ser nosotros mismos cada uno de nosotros.
Cuando somos padres nos abandonamos en cierta forma a nosotros mismos y ahora que no están nuestros hijos volvemos a reencontrarnos con nuestro ser de una manera más serena y más rica por todas las experiencias vividas.
Nuestra vida se vuelve diferente y viviremos otras que al igual que las anteriores nos seguirán enriqueciendo.
El amor de nuestros hijos jamás se irá mientras estemos vivos y aún después perdurará en ellos cada vez que piensen en nosotros y nos recuerden cuando ya no estemos con ellos.
Es el ciclo de la vida. Es sabia y pone a cada uno en su lugar y en las circunstancias que necesitamos para que aprendamos lo que debemos saber en esta experiencia que vinimos a vivir.
Y para que este ciclo no se rompa, y para que no suframos nosotros y hagamos que sufran nuestros hijos, solamente debemos soltarles y permitir que vivan su propia experiencia y por supuesto continuar viviendo la nuestra, solo que de otra manera pues ahora podremos dedicarnos más tiempo a nosotros mismos y a nuestra propia vida.
¿Quién ha dicho que comer sano es incompatible con disfrutar de cosas deliciosas?
Con este desayuno vais a comprobar que es todo lo contrario.
Volver a reencontrarnos con la naturaleza a través de la comida nos lleva a recuperar nuestros sentidos.
Estamos tan acostumbrados a comer cualquier cosa que ignoramos que hemos olvidado el sabor real de lo que entra en nuestra boca.
Son tantos los ingredientes que utilizamos, tantos los añadidos en las comidas preparadas y en los alimentos procesados que consumimos que el gusto lo estamos perdiendo poco a poco.
No nos paramos a disfrutar de ese maravilloso sentido del gusto que nos puede llevar a deleitarnos a través de lo que comemos.
En esta ocasión os propongo este delicioso desayuno de avena con chocolate.
Veamos algunas de las ventajas que nos aportará a nuestro organismo. La avena es un cereal muy completo y equilibrado. Junto a los carbohidratos y la fibra, aporta más proteína, grasa y minerales que otros cereales. También nos aporta buenas cantidades de magnesio, cobre, hierro, zinc y vitamina B, así como pequeñas dosis de calcio y ácido fólico. Al ser antioxidante beneficia al sistema cardio-bascular y reduce el colesterol LDL. Además produce un efecto prebiótico en el intestino y regula los niveles de azúcar.
Uno de los mejores beneficios del cacao es que reduce los niveles de colesterol LDL y eleva el HDL, el llamado colesterol “bueno”. Esto se produce gracias a su poder antioxidante, que además ayuda a controlar la diabetes y la sensibilidad de la insulina. Además mejora el flujo sanguíneo y disminuye la presión arterial.
La leche presenta una variedad nutricional muy rica porque contiene calcio, fósforo, magnesio, zinc, yodo, selenio y vitaminas A, D y del complejo B. Su alto contenido en calcio y vitamina D favorece el desarrollo y mantenimiento de los huesos y la buena salud de los dientes.
La avellana es un sabroso fruto seco repleto de nutrientes. Resulta un gran aliado del corazón y una buena fuente de antioxidantes. Es también muy nutritiva por su elevado contenido en grasas saludables y proteínas.
Ahora que ya conocemos algunas de las propiedades y beneficios de este saludable desayuno sabemos que con solo estos cuatro ingredientes vamos a empezar el día con energía además de buen sabor.
He utilizado en esta ocasión:
4 cs. colmadas de avena integral
1 onza de chocolate con 85% de cacao
6 avellanas tostadas sin sal
1/2 taza de leche desnatada
Veamos ahora la preparación:
En la taza he añadido la avena y he mezclado trocitos de chocolate. Luego le he añadido la leche hasta que he cubierto el contenido y la he introducido al microondas durante un minuto.
Estas son las cantidades con la espesura que a mi me gusta, pero podéis hacer otras que a vosotros os gusten más.
Después he añadido por encima más trocitos de chocolate, las avellanas y he espolvoreado chocolate rallado por encima.