He estado bastante tiempo sin publicar.
De vez en cuando necesito parar para recolocarme.
Dejar de ver la vida como pensaba que era lleva sus dificultades y a mi por lo menos me cuesta adaptarme.
Doy pasos adelante y luego paro un tiempo para poder seguir.
En esta ocasión he retrocedido también pero creo que todo esto es parte del proceso de despertar.
Interiorizar lo aprendido, hacerlo tuyo cuesta.
Hay que soltar lo anterior, lo que pensaba que era y a veces me aferro a lo que conozco porque me da miedo dar el salto al vacío que implica el aceptar que no soy quien todos estos años he pensado que era.
Despedirme de este personaje y abrazarme a lo que no estoy segura aún de ser me cuesta.
Noto mi resistencia y a la vez siento tanto miedo que tengo la necesidad de desconectar y seguir manteniéndome en mi zona de confort.
Pero hay algo que no me deja en paz.
Algo que me lleva a retomar eso que decidí dejar aparcado y me lleva a volver a conectar con lo que supongo que tendré que terminar de aceptar que soy.
Dejar de ser la Rosa María que conozco, hacer su duelo y abrazarme a la que realmente soy es lo que mi alma me lleva tiempo pidiendo.
Se que trasformaré mi vida para siempre y que seré más feliz aún, pero aceptar que puedo hacer lo que yo quiera con mi vida lleva aparejada también la responsabilidad de acertar en las decisiones que tome porque no solo me afectarán a mi y eso me paraliza.
Y la verdad es que no debería de preocuparme por ello porque todo es perfecto y lo será para mí también.
Soltar mis miedos es lo que mi intuición/mi alma me dice que debo de hacer y mi ego me impide de mil maneras que lo haga.
He decidido que no puedo ya seguir así por más tiempo así que aquí estoy, hablando con vosotros, exteriorizando todo esto para de alguna manera admitir lo que me sucede y compartir lo que siento.
Consultaré con mi alma como dar el primer paso y cumplir así con lo que me está pidiendo.
Así que ya os iré contando.