No amamos a alguien cuando nos mantenemos en relaciones que nos hacen sentir incómodos a pesar de creer que estamos ayudando a la otra persona para que salga de su propia infelicidad.
Cuando permitimos que no nos traten con cariño y con respeto no nos estamos amando a nosotros.
Permanecer en relaciones así nos daña mucho más de lo que somos capaces de reconocer porque estamos evitando sentirnos a nosotros mismos al poner nuestra atención constantemente en lo que siente el otro y poniéndole por delante de nuestras propias necesidades emocionales.
Negarmos a nosotros es lo peor que nos podemos hacer.
Es la forma más cruel que tenemos para dañar a cualquiera. Negarle a alguien lo que siente o ignorar sus sentimientos es lo peor que podemos hacer con una persona a nivel emocional.
Cuando nos mantenemos en relaciones dolorosas solemos pensar que es el otro el que tiene problemas y probablemente veremos que sufre.
También solemos intentar ayudarle para que pueda ser feliz, creyendo que nosotros podemos hacer algo para que lo consiga.
Pero nosotros nunca podremos lograr que alguien sea feliz.
Podremos procurar a otros momentos placenteros pero que serán efímeros porque la felicidad no tiene que ver con nada externo a nosotros sino con nuestra coherencia con nosotros mismos, con nuestra paz interior.
Y no podemos estar en paz si estamos permitiendo que no nos traten con el amor que nos merecemos.
Confundimos el amor con la compasión.
Nos gustaría ver a las personas que están en nuestras vidas felices pero para eso primero tenemos que ser felices nosotros y el primer paso es dejar de poner nuestra atención en los otros y ponerla en nosotros mismos.
Porque la vida siempre nos va a mostrar lo que necesitamos aprender para sanarnos y para ello los demás siempre serán nuestro reflejo.
Por eso los otros siempre nos van a mostrar nuestra propia infelicidad a través de la suya.
Y solo centrándonos en nuestras emociones podremos volver a reconectar con nosotros mismos y darnos todo ese amor que buscamos fuera y que nadie jamás nos podrá proporcionar.
Creemos que alguien nos amará tanto que no necesitaremos nada más para ser felices.
Nos mantenemos en relaciones dolorosas esperando recibir ese amor que pensamos que nosotros si proporcionamos a los otros siendo complacientes con ellos a pesar del dolor que nos causan porque creemos que en eso consiste el amor.
Pero el amor no tiene nada que ver con esto.
Para amarnos a nosotros no podemos permitir a nadie que nos trate mal y nos haga daño.
Para amar a los otros no debemos de permitirles que nos traten mal, pues permitirles hacerlo solo les enseñará que deben permanecer en una relación que no les satisface y que no deben amarse a sí mismos, como estamos haciendo nosotros.
El amor es aceptar al otro con sus luces y con sus sombras pero aceptar no es aguantarnos con cualquiera.
Aceptar es permitirle al otro ser como es y si nosotros no somos felices dejarle y no pretender cambiarle.
Amar, al contrario de lo que pensamos cuando creemos que si dejamos a quienes queremos les haremos daño, conlleva alejarnos y permitir que los otros tengan sus propios procesos.
Cada uno somos responsables de nuestro proceso.
Sentir compasión por otras personas y no respetar sus propios procesos no es amarlas.
Cada uno llevamos nuestro propio ritmo en nuestro aprendizaje y no debemos pretender con nuestra forma de ver la vida, influir en los tiempos y en la manera en que hagan su proceso los demás.
Todos estamos aquí para amarnos y disfrutar de estar vivos.
Cuando comprendemos esto entendemos en que consiste realmente el amor.
Rosa María de la Plaza
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