Estoy convencida de que estamos aquí para aprender a través de nuestras vivencias.
Mi propia experiencia vital me confirma esta creencia.
En mi vida he tenido varios aprendizajes dolorosos que me han hecho que me replanteara algunas de las creencias que según descubrí eran la causa de la limitaciones que yo misma me ponía para no moverme de donde estaba y volver así a repetir una vez tras otra experiencias que me aportaban dolor y que yo mantenía causándome sufrimiento permaneciendo en ellas en lugar de cuidar de mí y apartarme de las situaciones o de las personas que me mostraban eso que tenía que hacer para conseguir amarme.
Descubrí al cabo de años de sufrir que hay dos maneras de aprender al igual que hay dos formas de ver la vida: desde el sufrimiento o desde el amor.
Desde el sufrimiento, que era como yo la percibía entonces, creía que todo lo que me hacía daño era ajeno a mí y yo me sentía víctima de lo que me ocurría.
Pero todas aquellas experiencias que yo percibía como negativas, lo único que me estaban mostrando era que nada de lo que yo creía era verdad.
Pero mi tozudez me impedía aprender desde el amor, pues realmente desconocía lo que era, y la vida me tuvo que enseñar desde donde yo la percibía entonces, desde el miedo y así yo sufría cada vez más.
Algunas personas aprenden sus lecciones antes.
Yo tuve que enfrentarme a una enfermedad muy grave, un cáncer, que me puso directamente a la muerte de cara.
Y allí todo lo que ya hasta entonces conocía, pues había ido adquiriendo conocimientos buscando respuestas a mi angustia vital, comencé a integrarlo en mi y hacerlo mío.
Las cosas que aprendemos con la cabeza no las hacemos nuestras hasta que las sentimos en el corazón.
Y entonces se hizo el milagro y lo vi claro.
Dejando de buscar culpables en todo lo que me pasa y no me gusta, puedo concentrarme en lo que verdaderamente me está sucediendo y cambiar aquello que ya no necesito que esté en mi vida.
Ahora asumo mi responsabilidad ante todo lo que me sucede porque he descubierto que ahí es donde reside mi verdadero poder.
El poder de decidir que es lo que quiero en mi vida. El poder de manifestarlo a través de mis pensamientos, mis sentimientos y mis acciones.
Nada ni nadie me puede hacer sufrir si yo no se lo permito. El dolor es inevitable pero el sufrimiento me lo causo yo.
Si yo interpreto lo que me sucede como fruto de la casualidad o de la mala suerte no puedo hacer nada para cambiarlo.
Pero si creo que lo que me sucede es el fruto de mis pensamientos del pasado, me permito el aprendizaje que conlleva y el poder cambiarlos en el presente para que en el futuro se me brinden otras experiencias más gratificantes con las que poder continuar aprendiendo, pues nunca dejamos de hacerlo, pero esta vez permitiré a la vida que lo haga desde el amor.
Desde el miedo creo que los demás me hacen daño pero desde el amor son mis maestros.
Si queremos que algo cambie en nuestra vida la única manera de conseguirlo es cambiando nuestra percepción sobre ella.
Desde el miedo no podemos ver la realidad.
Desde el amor podemos sentir lo que en realidad somos: seres viviendo experiencias diferentes pero al fin y al cabo buscando cada uno desde nuestro propio nivel de conciencia, el reconocernos como las pequeñas partes de lo que nos creó y por lo tanto uno con el Todo, llamémoslo cada uno como pensemos que se llame Dios, Universo, etc.