El cambio es constante por lo que aferrarnos a que las cosas sean como nos gustaría que fuesen es absurdo y además nos causa sufrimiento.
Cuando algo se va de nuestras vidas no podemos hacer nada por evitarlo así que lo mejor es aceptar que esa etapa ya pasó y que se nos presenta una nueva que nos aportará nuevas cosas que necesitamos en ese momento presente en el que nos encontramos.
Lo que sucedió en el pasado es lo que en ese momento necesitábamos pero ya no nos hace falta.
Ya aprendimos lo que nos aportó y quedarnos enganchados en ello no nos llevará a ninguna parte.
Aceptar la vida como viene nos hace sentirnos bien con nosotros mismos.
Aferrarnos al pasado interrumpe el fluir natural de la vida y eso nos causa sufrimiento.
Durante el tiempo que estemos vivos nos acompañarán muchas personas que nos aportarán lo que necesitamos en los momentos que se crucen en nuestras vidas.
Y cuando ya no las necesitemos harán algo o lo haremos nosotros mismos y eso será la causa por lo que esas personas dejarán de acompañarnos.
Todo tiene un comienzo y todo tiene un final.
No tenemos que sentirnos tristes por soltar lo que ya no está en nuestra vida, lo que se fue ya no era para ti.
Disfruta el presente y lo que llegue después ya se verá.
Relájate y deja que la vida siga actuando.
Y recuerda: el final de un ciclo es también el inicio de otro.
La primera vez que te vi no sabía hasta que punto ibas a afectar mi vida.
Se que si apareciste en mi vida no se debió a una casualidad sino a que teníamos que encontrarnos para aprender algo el uno del otro y tenía curiosidad por saber que sería.
Lo que te he aportado yo a ti ni lo sé ni me importa pues tiene que ver solo contigo, pero lo que he aprendido yo ha sido importante para mí.
La verdad es que la mayoría de las cosas que he aprendido contigo ya las sabía pero reconozco que las había dejado aparcadas en la confusión que me produjeron estos últimos cuatro años en los que me han sucedido tantas cosas.
Tras enfrentarme a mi enfermedad y gracias a Dios superarla, y tras pasar la pandemia que todos hemos vivido me acostumbré a estar sola.
Me había convencido de que esta era la mejor forma en la que podía pasar el resto de mi vida.
Y me acomodé en esa situación que me aportaba seguridad y la tranquilidad de saber que no volvería a sufrir por amor como anteriormente me había sucedido en varias ocasiones.
Olvidando que me estaba perdiendo muchas cosas.
Pero mientras te iba conociendo me fui ilusionando de nuevo y me volví a sentir viva.
Volví a sentirme vulnerable.
En principio reconozco que me dio miedo, pero decidí jugármela por el simple hecho de no querer perderme el sentirme viva de nuevo.
Sentir el placer de tu mano cuando me agarrabas, de caminar abrazada a ti, de besarte, de contarte mis cosas y que me contaras las tuyas, de esperar tu saludo por la mañana y tu llamada por la noche, de esperarte ilusionada en la estación cuando venías a verme, de bailar pegados mirándonos a los ojos, de volver a tener sexo, todas estas cosas me hicieron querer volver a sentirme viva de nuevo.
Abandonar la seguridad que me producía la rutina en la que me encontraba me dio la posibilidad de volver a sentir que puedo amar y sentirme amada y eso que ya había desistido sentir en pareja, me diste la oportunidad de recordarlo y de darme cuenta de que lo quiero tener presente en mi vida y que para mi es muy importante.
Te conté que después de haber tenido varias relaciones tóxicas ahora me merecía vivir algo bonito y me lo diste.
Gracias por los días que me hiciste vivir.
En muy poco tiempo me has ofrecido una historia tan bonita como te pedí aunque el final no lo haya sido.
Pero ningún final es bonito ¿verdad? Solo los de las películas que se quedan sin contar toda la historia.
Decidiste no seguir lo que estábamos empezando y yo, aunque en un principio no entendí nada y no lo pasé bien, después de unos días me hice consciente de que tu decisión no tiene que ver conmigo sino que tiene que ver únicamente contigo y tu manera de pensar y de sentir.
Gracias por enseñarme desde el amor lo que yo necesitaba sentir y recordar.
Acepto tu decisión y te dejo ir de mi vida deseando que consigas lo que deseas para la tuya y que seas muy feliz.
Y como me amo a mi misma, te suelto y me abro a conocer a otra persona que pueda darme amor y recibir el mío y me deseo también lo mismo para mí.
Cuando comenzamos una relación casi siempre ponemos nuestra atención en lo que está sucediendo en el plano físico y nos olvidamos de lo que está sucediendo también en otros planos que tienen que ver más con lo que en realidad somos.
Cuando vamos profundizando algo más al conocer a esa persona que nos mantiene hechizados en nuestros pensamientos aparecen unos sentimientos de querer estar con ella y a la vez un miedo terrible a que se desilusione de nosotros y nos deje.
Esto nos llevará a intentar protegernos de ese posible sufrimiento y a la mayoría les impedirá poder conocer como es realmente el amor (aunque se mantengan en la relación toda la vida) pues el miedo les llevará a no permitirse ser como realmente son impidéndoles así disfrutar de la relación plenamente.
En otros casos les hará salir corriendo despavoridos perdiéndose así la posibilidad de ser amados y de ser feliz en pareja.
En realidad las relaciones de pareja nos enfrentan a nuestros miedos más profundos con la intención de que sanemos las heridas que nos acompañan desde la niñez y que no nos permiten que podamos desarrollarnos ni personal ni espiritualmente.
El enfrentarnos a la posibilidad de que nos dejen nos enfrenta al rechazo y el abandono que sentimos de muy pequeños y que nos llevó a buscar la manera de protegernos del dolor que nos produjo el no sentirnos amados por las personas más importantes de nuestra vida.
Cuando esto nos sucedió sentimos que era culpa nuestra el que no nos amaran pues de alguna manera sentimos que es antinatural el que nuestros padres no nos amen y por lo tanto algo que está en nosotros debe de ser la causa de ello.
Y mantenemos ese pensamiento de adultos y cada vez que tenemos una experiencia que nos enfrente con el abandono y que se puede dar en cualquier tipo de relación (de amistad, de compañeros, de familia o de pareja) saldrá ese niñ@ herido que todos tenemos y que nos llevará a ese lugar dentro de nosotros mismos en el que nos sentimos seguros para no sufrir al sentirnos rechazados.
Lo peor de todo esto es que lo ignoramos y no nos daremos cuenta de que es lo que está sucediendo cuando por ejemplo un amigo al que tenemos mucho cariño nos critique y lo único de lo que seremos conscientes es de nuestro malestar y nuestro enfado sin reparar que nos está llevando directamente a que podamos enfrentarnos a esa herida aún abierta desde nuestra más tierna infancia.
Y eso precisamente es lo que nos propone una relación de pareja: la posibilidad de enfrentarnos a esas heridas y de que podamos sanarlas.
A la posibilidad de que podamos abrir nuestro corazón para entender al otro, para ayudarle a que sane esas heridas y de que el otr@ haga lo mismo y nos ayude a curar y sanar las nuestras.
A crecer en compañía y a conocer el verdadero amor. Ese del que nunca nos hablaron y del que creimos que nunca fuimos merecedores.
Pero para llegar a él debemos rendirnos y admitir que aunque hasta ahora las experiencias que hallamos tenido no nos han mostrado ese amor, si nos han enseñado, cada una de una manera distinta, en que consiste el sentirnos amados y el poder amar, aun cuando en la mayoría de los casos lo habrán hecho desde todo lo contrario, es decir mostrándonos lo que no es amar.
Porque nadie puede amar si nunca se sintió amado.
Solo puede intentarlo protegiéndose por si le hieren pero eso no es amor.
Amar es ver al otro como realmente es y aceptarlo plenamente sin querer cambiarle.
Amar es aprender a vivir en la incertidumbre de no saber si la otra persona permanecerá para siempre con nosotros pero sabiendo que si decide irse, no tendrá que ver con nosotros, sino con sus propios miedos y con su capacidad o su forma de poder sanarlos.
Y sabiendo también que nosotros podremos recuperarnos de su pérdida y seguir nuestro propio camino para sanar los nuestros.
Somos amor pero lo ignoramos.
Pero la vida es crecimiento y éste nos lleva a que lo comprendamos.
La mayoría de nosotros pensamos que las personas o las cosas que tenemos en nuestras vidas nos vienen dadas en la mayoría de los casos porque nos hemos esforzado por conseguirlas y/o por la casualidad de que se hayan dado.
Pero solemos ignorar que tanto estamos nosotros haciendo para que se manifiesten todas las cosas que nos suceden.
En el caso de que se deba a nuestro esfuerzo está claro que sí pero en los otros casos es más difícil verlo.
Creemos que no tenemos nada que ver con lo que nos está pasando y esto dista mucho de ser cierto porque la realidad que todos percibimos es solamente la interpretación que cada uno hacemos de lo que está sucediendo.
Y esto lo hacemos pasando todo por nuestros propios filtros que están formados por nuestras creencias sobre como deben ser todas las cosas.
Así pensamos, por ejemplo, que si una persona tiene celos es porque le importamos y nos ama, cuando en realidad su propia inseguridad está demostrando que no se quiere a sí mismo y que por lo tanto no puede amar a nadie.
Si seguimos con este ejemplo, las personas que tienen esta creencia sentirán que su pareja no les quiere si no sienten celos y por este motivo se perderán relaciones fantásticas y sanas por sus propias interpretaciones de lo que está sucediendo con esas personas.
Así que mientras la creencia de que los sentimientos de posesión sean interpretados como amor, las personas que lo creen estarán buscando parejas que los tengan y descartando otro tipo de relaciones menos tóxicas y más saludables.
Son nuestras creencias las que definen como son nuestras vidas.
Si cuando éramos pequeños no nos dieron todo el amor que necesitamos creeremos que no nos merecemos que nos amen.
Y si creemos que no somos merecedores de amor aparecerán en nuestras vidas personas que por las circunstancias que sean no podrán amarnos.
Y nos quedaremos enganchados en ese tipo de relaciones que nos reafirmarán en esa creencia que tenemos desde niños de que no merecemos amor.
Enfrentarnos a esa creencia que es la que nos hace sufrir es la única manera de liberarnos de ella.
Traspasar el miedo que nos mantiene inmovilizados, y que aunque nos causa dolor nos mantiene en un terreno conocido y que controlamos, es necesario si queremos ser felices.
Amarnos a nosotros mismos nos lleva a enfrentar esos miedos.
A dejar atrás esas actitudes que desde niños nos llevan a protegernos del riesgo a sentirnos abandonados o rechazados si abrimos nuestro corazón y nos hacen daño.
Cuando nos sentimos merecedores de todo el amor que puedan darnos estamos preparados para dar y sentir el amor que nunca fuimos capaces de permitirnos dar y recibir.
Es entonces cuando nos sentiremos plenos y felices porque a pesar de saber que la persona que amamos puede decidir dejar de estar con nosotros seremos capaces de dejarla ir con amor y de cuidarnos y darnos todo el amor que necesitemos para sanar, después de un tiempo, el dolor que nos causaría la despedida.
Amarnos a nosotros mismos conlleva enfrentarnos a nuestros miedos más profundos pero la recompensa puedo aseguraros que merece la pena.
Rosa María de la Plaza https://descubreelsentidodetuvida.com