Este delicioso y saludable postre se prepara en 5 minutos y conseguiréis que coman fruta hasta las personas que más les desagrade.
Además es ligero y quedaréis genial en cualquier reunión.
¿Qué más se puede pedir?
Pues la receta, por supuesto y aquí os la dejo.
Para dos personas necesitaréis:
– 1 yogurt de soja de coco
– 1/2 mango
– granola para el crujiente
– arándanos secos
Como veréis no os he puesto en la receta ningún endulzante porque sigo una alimentación sin apenas procesados y sin azúcares añadidos y al ser el yogurt un procesado ya la lleva. En mi caso de 2,3 gr. por cada 100 gr.
Como ya estoy acostumbrada noto el dulzor pero si a vosotros os gusta más dulce podéis utilizar el edulcorante que más os guste.
Yo he utilizado yogurt de soja bajo en azúcar pero podéis prepararlo con cualquier yogurt.
Para el crujiente he puesto una granola de avena, quinoa, koji y arándanos.
Si no la tenéis podéis utilizar cualquier otra aunque los arándanos le dan un toque delicioso.
Para hacer la crema lo único que tendréis que hacer será mezclar el yogurt y el mango cortado en trozos en una batidora o procesador.
Quedará una textura muy cremosa y deliciosa que pondrá un final dulce y saludable de cualquier comida.
También podéis convertirlo en una rica y ligera merienda.
Tenemos que amarnos a nosotros mismos si queremos ser felices.
Es curioso como cuando comento esta frase casi todos dicen amarse así mismos.
Yo antes también pensaba que me quería por los mismos motivos que lo piensan los demás.
Pensamos que nos queremos porque nos proporcionamos cosas materiales: un viaje, un coche, un vestido, una cena con alguien especial, una sesión de spa, vamos al gimnasio, etc.
Aunque todas esas cosas forman parte de muestro bienestar y son necesarias no significan que al proporcionárnoslas nos estemos amando.
Tambien creemos que nos amamos cuando nos enfadamos y defendemos lo que nosotros pensamos ciegamente incluso en algunos casos llegando a las manos o a no volver a hablarnos y relacionarnos con alguien que queremos.
Muchos también confunden el amor a los demás con el proporcionarles seguridad y cosas materiales.
Pero el amor no tiene que ver con nada de eso.
El amor tiene que ver con la coherencia. Con pensar, sentir, hablar y actuar de la misma manera.
Con el aceptar al otro tal y como es y por lo tanto aceptarnos plenamente también a nosotros mismos.
Nos esforzamos en conocer al otro.
En saber por qué hace, piensa, habla o siente de determinada manera.
Fijamos siempre la atención fuera y evitamos el conocernos a nosotros mismos.
No nos tomamos tiempo para averiguar por qué pensamos, sentimos, hablamos o actuamos así nosotros.
Ignoramos que en muchas ocasiones somos incoherentes y justificamos esas incoherencias pensando que debemos que hacer cosas que nos disgustan a pesar de sentir que detestamos hacerlas.
Esa es la causa de nuestro sufrimiento y de que no podamos sentir la felicidad que es inherente a todos nosotros y que solo podemos sentir cuando somos coherentes y estamos en paz.
Nuestro mayor problema es lo que pensamos sobre como todo debería de ser.
Vemos siempre el peligro de que nos puedan hacer daño fuera y nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos.
Para empezar a estar en coherencia lo primero que debemos hacer es olvidarnos de quienes nos dijeron que somos y descubrirlo por nosotros mismos.
Para ello debemos de abrirnos a la posibilidad de que todas nuestras creencias son solo eso, algo que creemos porque otros nos han inculcado que son realidades inamovibles.
Nos hacen pensar que necesitamos la aprobación de los demás y la única aprobación que necesitamos es la que solo nosotros mismos nos podemos dar.
Dejar de pensar que la felicidad nos la tienen que proporcionar cosas externas a nosotros es completamente necesario si queremos dejar de vivir en la ilusión de lo que nos gustaría que fuese y empezar a vivir desde la realidad.
Sentirnos, entendernos y aceptarnos plenamente es el primer paso para empezar a ser coherentes.
Pensar, sentir, decir y actuar en coherencia es amarnos y amar también todo lo que hacemos.
Y aunque algunas cosas no nos gusten nos aceptaremos plenamente y podremos aceptar y amar tambien a los demás sin que ello signifique que nos quedemos en sus vidas.
Cuando aceptamos de verdad a otras personas sin querer cambiarlas en algunas ocasiones tendremos que soltarlas con amor y seguir nuestro camino sin ellas para protegernos y dejar de sufrir.
Seguramente conoces a alguien que tenga o que haya vivido alguna relación como la que voy a comentar a continuación o tal vez seas tu quien la conozca de primera mano.
Hablo de las relaciones que ahora llaman tóxicas y que no son más que cualquiera en la que no te sientas cada dia mejor contigo mismo y seas feliz.
Aunque con esto no quiero decir que en cualquier relación todo sean risas y felicidad porque pensar eso es tener una mentalidad inmadura que aún cree que los finales felices de los cuentos son las únicas relaciones de verdadero amor.
El amor nunca nos daña.
Al contrario siempre nos hará crecer a nosotros mismos y a la persona que tiene la relación con nosotros.
Desde luego que habrá momentos y se pasarán por situaciones en las que la vida nos mostrará que el amor no solo se trata de pasar buenos ratos sino de capear los no tan buenos y salir reforzados de ellos.
Pero esto no tiene nada que ver con las relaciones tóxicas en las que la frustración es la protagonista porque no se consigue sentir que la otra persona nos proporcione lo que creemos que necesitamos y nos merecemos.
Por cierto esto no solo sirve para aplicarlo en las relaciones de pareja sino para cualquier relación sea del tipo que sea y en las que no nos sintamos valorados o queridos en la misma proporción que lo sentimos nosotros hacia la otra persona.
Y como sentirse frustrado es sinónimo de ser infeliz conviene que sepamos lo que estas relaciones nos están mostrando para que aprendamos cuanto antes lo que nos vienen a enseñar y podamos continuar nuestro aprendizaje con relaciones más saludables.
Tal vez seas de los que piensas que con el tiempo todo eso que no te gusta cambiará. Pero ya te darás cuenta de que si cambia será para peor y no como tu esperas precisamente.
Si supiéramos que las relaciones son los espejos en los que nos vemos reflejados nosotros, las veríamos como lo que realmente son: verdaderos barómetros de lo que desconocemos de nosotros mismos.
Sin embargo al vivirlas desde la separación y creyendo que no tienen que ver con nosotros nos sentimos frustrados al ver lo diferentes que somos a ellos.
Y se nos pasa la vida no entendiendo nada de lo que pasa y resignados a sentirnos incomprendidos por esas personas a las que queremos y que no nos muestran apenas amor.
Cuando vivimos desde la separación ignoramos que aunque el otro nos muestre algo que percibimos como lo contrario, en realidad nos lo está mostrando desde la otra polaridad para que entendamos que nos encontramos en los dos extremos opuestos de lo que necesitamos aprender y que casi siempre será lo poco que nos amamos a nosotros mismos.
Por poner un ejemplo de una relación muy dura: cuando vemos una en la que hay una víctima y un maltratador no nos damos cuenta de que cada una de las partes se siente tan mal consigo mismo que en el caso del maltratado necesita de alguien que sea peor que el y que le castigue y el victimario necesita sentir que hay alguien peor que el y castigarle por el mismo motivo.
En realidad tanto el uno como el otro se están mostrando lo poco que se valoran y se aman ellos mismos.
Pero desde la separación nunca se entenderá la misión que están cumpliendo cada uno en la vida del otro porque lo que cada uno intentará en esta relación o en las siguientes en el caso de que se separen, será que alguien de fuera les proporcione ese valor y ese amor que no se dan a ellos mismos.
Desde la unidad aunque cada uno esté en el punto opuesto del otro se entiende que los dos tienen el mismo sentimiento de resentimiento con ellos mismos por no amarse y permitir que sea alguien de fuera el que les valore o les muestre ese amor que no sienten por si solos hacia ellos.
Se que la mayoría no siente que somos uno con todo y que lo que vivimos siempre nos está aportando información sobre nosotros mismos, pero el precio que pagamos por desconocer esto es bastante caro pues nos causa un enorme sufrimiento al sentirnos completamente frustrados porque no podemos cambiar las situaciones que vivimos.
Pero conocer que los únicos que tenemos que cambiar somos nosotros mismos nos da la posibilidad de poder conseguirlo.
Nos abre una puerta que jamás contemplamos que existiera y que nunca podremos ver si no conseguimos distanciarnos de la visión que tenemos de nosotros de victimas de lo que nos hacen siempre los demás o las circunstancias.
Tenemos que amarnos primero a nosotros mismos para encontrar alguien que nos ame.
Tenemos que ser primero lo que queremos que el otro nos refleje de nosotros.
Si nos amamos tendremos como compañeros de vida a personas que nos amen y nos mostrarán eso en su reflejo.
Si no lo hacemos volveremos a encontrarnos con alguien que no nos amará ni podrá darnos amor por sus propias circunstancias.
Para amarnos lo primero que tenemos que hacer es cuidar de nosotros mismos y apartarnos de las personas que nos hacen daño, sea cual sea su lugar en nuestras vidas.
Tratarnos a nosotros mismos con el mismo amor con el que tratamos a esas personas que nos hacen sufrir y con las que tenemos una paciencia infinita a pesar del dolor que nos causan.
Perdonarnos por todo lo que hemos permitido que nos hiciesen y por no haber sabido cuidarnos, respetarnos y amarnos.
Y a partir de ahí darnos a nosotros mismos ese amor que siempre esperamos que nos viniese de fuera para que nos confirmase lo que ahora ya no nos hace falta saber porque ya lo sentimos: que somos seres merecedores de todo el amor que recibamos simplemente por el solo hecho de haber nacido y sin que tengamos que hacer nada a cambio para merecerlo.
Y entoncesí veremos cómo fluye el amor en todos los sentidos y en todas las facetas de nuestras vidas.