En este pasado enero se cumplieron dos años desde que me operaron de una metástasis con tres tumores en el hígado que se me produjo después del cáncer de colón del que también me operaron apenas un año antes como ya os conté en su momento.
Ya hace año y medio que terminé con la quimioterapia y las frecuentes revisiones siempre me dan buenas noticias.
Deciros que desde que empecé los tratamientos para vencer a esta enfermedad, he vivido muchas experiencias de todo tipo que me han llevado a sentir las más profundas emociones y que a pesar del miedo a que podría pasar, la incertidumbre de no saber si podría con ello o no o el terror a enfrentarme a mi propia muerte, también han traído cosas muy positivas a mi vida y que me apetece compartir con vosotros.
Puedo decir que estos años me han hecho renacer, que mi vida ha cambiado a mucho mejor que la que vivía antes.
Ante una experiencia así aprendes a darle importancia a lo que realmente la tiene y a soltar mucho lastre que llevas y que no es tuyo ni tu puedes resolver.
Al fin y al cabo bastante tienes con lo que tienes tú en ese momento.
Relativizar todo me abrió un mundo nuevo desconocido y que siempre había estado allí pero que me había escondido mi propia manera de pensar y de creer en que consistía estar viva.
Aprendí que yo solamente tenía que responsabilizarme de mi y de mi propia vida y que debia permitir que los demás se hicieran responsables de las suyas porque al fin y al cabo a eso hemos venido principalmente cada uno de nosotros a este mundo.
Y cuando lo aprendí comencé a descansar. Dejé de sentirme mal por las cosas que les sucedían a las personas que quiero y que yo no podía resolver.
Es una de las lecciones más importantes y difíciles que me costó aprender pero que una vez aprendida me ha aportado mucha paz porque he dejado de sentirme culpable de no poder proteger a mis personas más queridas.
También me permitió dejar de preocuparme de lo que ocurría fuera y centrarme en mí y darme así cuenta de que nunca me había prestado atención, que siempre puse como prioridad en mi vida a las personas que me importaban y que me olvidé por completo de mí.
Y eso me llevó a aprender que cuando no te amas a ti primero no puedes amar a nadie porque lo que das no es amor sino otras muchas cosas que no tienen que ver con el amor como preocupación, frustración, dependencia, etc. y que a la otras personas les lleva a ver las cosas como las ves tu y a que sigan perpetuando esta forma de ver la vida tan irreal y que solo aporta malestar y sufrimiento.
Me costó mucho entenderlo sobre todo con mis hijas.
Para una madre o un padre aprender a soltar por completo a un hijo y dejarle responsabilizarse de sus propias decisiones es muy duro cuando piensas que el amor tiene que ver más con la sobreprotección que con el verdadero amor.
Sobre todo cuando las decisiones que toman no son acertadas e intuyes a donde le llevarán a medio o largo plazo.
Lo primero que te sale es evitarle el sufrimiento que crees que puede tener.
Pero cuando aprendes que los padres tenemos la misión de educar y cuidar de nuestros hijos y de procurarles las herramientas y/o habilidades para que afronten y se responsabilicen de sus propias vidas, te das cuenta que privarles de que lo hagan haciéndote responsable de ellos de por vida es negarles la oportunidad de que crezcan sanos y de que sean felices.
No tenemos derecho a privar a nadie de su libertad a equivocarse y a aprender de sus propios errores.
No tenemos el derecho de responsabilizar a otros de los que nos pasa a nosotros mismos.
Creo que la gran lección que tenemos que aprender cada uno de nosotros es a responsabilizarnos de nuestras propias vidas y permitir que los demás lo hagan con las suyas.
Eso no quiere decir que cuando alguien me pida mi ayuda yo no se la dé, sino que me permito dejarle la libertad de que tome sus propias decisiones y que también me permito el no sentirme culpable de lo que le está sucediendo y de que no puedo librarle de ello, porque se que eso que le sucede tiene que ver única y exclusivamente con esa persona en concreto y que lo que necesita es aprender de ello para continuar evolucionando en su propia experiencia.
Esta es una de las grandes lecciones que me aportó el cáncer: responsabilizarme de mi vida es amarme a mi misma y permitir que los demás se responsabilicen de la suya, a pesar de que desde mi punto de vista se estrellen, es amarles a ellos también.