Una gran mayoría de nosotros solemos sufrir porque creemos que las personas no nos quieren por nosotros mismos y que hasta en algunos casos nos utilizan o se acercan a nosotros para sacar algo.
Asi que nos pasamos los días esperando que los demás nos quieran en sus vidas.
Ser importante para los demás se convierte en una ardua labor en la que nos empeñamos con gran tesón y en la que damos muchas veces bastante más de lo que los otros nos piden, con la pretensión de que esas personas tan importantes para nosotros nunca nos dejen y que nos den el amor que tanta falta nos hace.
Pero resulta curioso que con tanto empeño que ponemos en esta misión, no solemos dejar que los demás nos cuiden o cuando lo hacen estamos tan enfocados en hacer lo que pensamos que los demás esperan o desean que pasamos desapercibidos detalles que tienen con nosotros.
Una gran asignatura que muchos tienen pendiente es precisamente aprender a dejarse amar.
Esto que sin duda también afecta a muchos hombres, sobre todo a las mujeres nos cuesta mucho interiorizarlo pues estamos muy acostumbradas por nuestro propio papel de madres a cuidar de los demás.
Así que nos cuesta delegar ese papel que, sobre todo en las generaciones anteriores, se nos asigna a través de la familia y de la propia sociedad en la que vivimos.
Esto si bien en las nuevas generaciones sucede bastante menos como puedo comprobar a través de mis hijas y de sus parejas, también es cierto que no deja de ser aún hoy en día minoritario, sobre todo a nivel mundial.
Nos cuesta mucho trabajo a las mujeres delegar lo que tenemos muy asumido que es nuestra misión.
Que todo esté bien en nuestras familias se convierte en muchas ocasiones en verdaderos sacrificios que se llevan con bastante resignación olvidándonos de que nosotras también formamos parte de esa familia a la que tanto amamos y por la que daríamos todo lo que estuviera en nuestras manos.
Y esto que sin duda está muy bien pues el amor es lo mejor que podemos dar a las personas que queremos y al mundo en general, se nos olvida que no solamente va en una dirección sino que lo mismo que sale de nosotros hacia los demás y ellos son los receptores, también somos los receptores de ese amor que nos aportan los otros y que tiene que nutrir a nuestras almas para que esa energía siga fluyendo de una manera sana y que sea beneficiosa para todos por igual.
Porque cuando solo funciona en una sola dirección el amor no fluye adecuadamente y se puede convertir en algo que en lugar de aportarnos beneficios sea la causa de nuestra infelicidad.
Y nos la estaremos causando cada uno a nosotros mismos sin darnos cuenta de ello.
Tenemos que dejar espacio a los demás para que puedan permitirse el darnos amor.
Porque si les agobiados con el nuestro les haremos inútiles para que puedan dárselo a los demás y les enseñaremos a ser egoístas.
Si pensamos o solemos quejarnos de que los demás abusan de nosotros y de nuestro amor, en realidad lo que estaremos es inconscientemente reconociendo que hemos dado mucho y hemos permitido poco o nada que nos amaran a nosotros.
Con total seguridad porque nos creemos poco merecedores de ese amor que reclamamos y que nunca nos dimos a nosotros mismos y que tampoco permitimos que nos diesen los demás.
Para amar de una manera sana tenemos que aprender primero a amarnos a nosotros mismos y solo cuando hagamos esto estaremos en condiciones de amar realmente a los demás y de permitirles que puedan amarnos.
Así que déjarte querer es igual o más importante que querer a los demás.
Porque nunca podrás enseñar a nadie a que pueda dar lo que tu no tienes para ti.