Aún me sorprendo cuando subo a la báscula cada quince días para comprobar mi peso.
No me sorprende ver que sigo bajando los kilos o los gramos que aún me sobran.
Lo que me sorprende es confirmar que comer saludable no es sinónimo ni de pasar hambre ni de engordar y si de disfrutar comiendo.
La verdad es que desde que decidí cambiar mi alimentación por una dieta saludable como muy bien y no tengo nada de hambre.
La ansiedad ya no me lleva al frigorífico a buscar cualquier cosa apetecible que llevarme a la boca por las noches mientras veo una película, como me sucedía antes.
Ya no necesito tampoco comer las cantidades que le daba a mi cuerpo para sentirme saciada y no tener hambre hasta la siguiente comida.
Incluso hay veces que se me pasa la hora de merendar si no estoy pendiente.
Además tomo cosas deliciosas que me hacen disfrutar cada vez que las preparo y que las como.
Cada día estoy más contenta con la decisión que tomé de cuidar también de mí a través de mi alimentación.
Hacerte consciente de lo que entra en tu cuerpo te hace responsabilizarte de darle lo mejor.
Y al igual que sucede con todo lo externo que llega a nosotros, seleccionar lo que más nos conviene para nuestro completo bienestar y nuestra paz interior.
Nadie puede cuidar de nosotros mejor que nosotros mismos.
¡¡¡Asi que proporcionémonos lo mejor!!!