Hoy os traigo una rica receta que podéis tomar a cualquier hora.
Aunque yo la tomé para merendar podría ser también un delicioso desayuno o un refrescante y sabroso tentempié o incluso un saludable postre.
La naranja tiene un alto contenido de vitamina C, así como niveles de potasio, fibra, vitamina B, ácido fólico y antioxidantes. Es una de las mejores opciones para colmarse de energía y blindarse ante las infecciones.
Las fresas son una importante fuente de vitamina C. Una taza de fresas contiene el 136% de la cantidad diaria recomendada de esta vitamina, lo que las convierte en un poderoso antioxidante que potencia el sistema inmunitario. Además ayudan a perder peso, por su bajo contenido calórico.
Y por último las almendras son ricas en Vitamina E, un potente antioxidante. Son fuente de proteínas y tienen un importante aporte de grasas saludables que nos ayudan a bajar el colesterol «malo» LDL y subir el «bueno» HDL. Además nos ayudan a controlar el peso.
Una vez que conocemos los beneficios que nos aporta este batido vamos a ponernos manos a la obra.
Para preparar esta receta vamos a necesitar:
1 naranja mediana
4 fresones
10 almendras crudas
1/2 vs de leche de soja o cualquier leche vegetal.
Como siempre pondremos todo en la batidora por el mismo orden de la receta o en todo caso pondremos la leche de soja un último lugar para evitar salpicaduras y la pondremos a funcionar hasta que veamos que que adquiere la textura que nos guste.
Si preferís que sea más liquida podéis añadirle mas leche de soja o directamente agua.
Hoy voy a mostraros una manera muy sencilla de preparar unos champiñones sin apenas condimentos y con un resultado muy apetecible además de saludable.
Tiene muy pocas calorías por lo que además se convertirá en un buen primer plato en vuestro menú o de un perfecto acompañamiento con cualquier plato.
Los champiñones son hongos que además de funcionar como antidepresivos, son ricos en proteínas, fibra, vitaminas y minerales. Fortalecen el sistema inmune, son bajos en calorías, regulan la presión arterial y disminuyen los niveles de azúcar.
Cuando los compro suelo aprovechar la bandeja para varias cosas.
Reservo tres de los que mejores estén y los utilizo en una ensalada. Crudos están deliciosos y podemos aprovechar de esta manera todos sus nutrientes, pues ya sabéis que pierden algunos cuando los cocinamos.
Y el resto de los champiñones que quedan los preparo de esta manera.
Aunque después una tercera parte la guardo ya cocinada para prepararme unos huevos revueltos o una tortilla que se convertirá en una de mis deliciosas y saludables cenas un par de días después.
Por eso en esta ocasión nos servirá para una ración y para que separemos una parte para prepararnos otro plato.
Vamos pues con la receta y para ello utilizaremos:
300 gr. de champiñones
2 dientes de ajo en trocitos
perejil picado
2 cs. aceite de oliva
sal al gusto *
Empezamos limpiando muy bien los champiñones con agua fría.
Cuando ya están bien escurridos le quitamos un poco del tallo y los cortamos en láminas.
Después ponemos la sartén con el aceite a calentar y cuando esté caliente le pondremos los ajos y los doraremos.
Cuando ya lo estén será el momento en el que añadamos los champiñones, el perejil y la sal.
Daremos vueltas a todo para que se mezcle y para que se hagan todos los champiñones por igual.
Observaremos que los champiñones reducen su tamaño a la vez que van adquiriendo un bonito color, esto se debe a que pierden bastante agua al cocinarlos.
Los mantenemos durante unos 10 minutos a fuego bajo y ya estarán listos para que montéis vuestro plato y por supuesto disfrutéis de ellos.
Hay personas que les añaden trocitos de jamón y/o le ponen un trozo de guindilla para que estén algo picantes pero a mi me gustan así.
En esta ocasión yo los acompañé de pollo asado y puré de calabaza.
¿Y a vosotr@s como os gustan?
*yo suelo usar muy poca sal porque me gusta apreciar los propios sabores de lo que como por eso nunca os pongo cantidad en las recetas.
Cuando aún yo no los había probado pensaba que estarían asquerosos al llevar verduras crudas y me eche para atrás.
Pero tras leer que estaban muy ricos me decidí a probarlos.
Y por supuesto que me llevé una sorpresa.
Al mezclarlos con fruta apenas saben a la verdura que le añades.
A partir de entonces los he incorporado a mi dieta diaria y lo mismo los utilizo para desayunar como para la merienda.
Me parece una manera sabrosa y divertida de aprovechar al máximo los nutrientes y vitaminas de las frutas y verduras.
En esta ocasión os presento este batido de espinacas y fresas.
Para hacerlo necesitamos:
dos tazas de espinacas
8 fresas
1/2 plátano
1/2 leche de soja o cualquier otra vegetal
agua al gusto si te gusta más licuado
Solo tendremos que añadir todos los ingredientes en la batidora y triturarlo todo hasta que alcance la consistencia que nos guste.
Yo por ejemplo no le echo agua porque me gusta que más espeso.
Siempre empiezo por la verdura, luego le añado la fruta y por último la leche.
Al consumir la verdura cruda no pierde ninguna de las aportaciones que nos proporciona su consumo.
En este caso las espinacas contienen vitamina A y una buena cantidad de ácido fólico y también nos proporcionan proteínas, hierro, más vitaminas y minerales.
Las fresas son una fuente de vitaminas del grupo B y además actúan como un potente antioxidante y antiinflamatorio natural, además de contener un alto contenido en fibra y minerales.
Lo que casi todos sabemos del plátano es que tiene mucho potasio pero también nos aporta magnesio y fósforo además de vitaminas C y B6.
Y ahora que ya conocemos todo lo que aportará a nuestro organismo este batido solo nos queda servirlo y disfrutarlo.
¿Has probado alguna vez a hacer tus propios yogures?
El ser consciente de que es lo que me meto a la boca me ha llevado a decidir que el último yogur que iba a comprar en el supermercado sería el que utilizaría para comenzar a hacer los míos.
Así que me he comprado la yogurtera que os muestro en las fotos y he comenzado con ello.
Son muy sencillos de hacer y están deliciosos.
Eso si no esperéis esos maravillosos colores e intensos sabores de los que compráis hechos.
Esas dos cualidades de los que nos venden en las tiendas se deben a los colorantes y aromatizantes artificiales que les ponen.
Así que si decidís comer sano tendréis que acostumbraros a descubrir nuevos sabores más sutiles pero no por ello menos deliciosos.
Apreciar esto se volverá una de las nuevas sensaciones que ahora disfrutaréis al ser conscientes de vuestras comidas.
Además será una manera muy saludable de tomar todas las vitaminas que nos ofrece la fruta y el calcio que nos proporcionará el yogur.
Ahora vamos con lo que necesitaremos:
leche normal o desnatada
1 yogurt natural sin azúcar
la fruta que deseemos añadir
En esta ocasión decidí hacer dos naturales, uno de fresas y otro de moras.
Empezaremos por añadir el yogur a nuestros recipientes y para ello lo repartiremos entre ellos.
Como mi yogurtera solo tiene para hacer cuatro he podido poner bastante en cada recipiente, pero si la que tenéis vosotros tiene más tarritos lo repartiréis igualmente aunque tengan cada uno menos cantidad.
Esto será suficiente para que los nuevos yogures cuajen.
Y ahora podéis hacer dos cosas: añadir en ese momento la fruta que vayáis a poner y para eso la triturareis con un tenedor antes de echarla al tarro o podéis hacer yogures naturales y añadirla cuando los vayáis a comer.
De las dos maneras estarán deliciosos.
Como veis en la foto yo las puse en el momento que los estaba haciendo.
Después añadiréis la leche hasta un poco más abajo del borde, los removéis bien y los metéis en la yogurtera.
Y solamente os queda encenderla y esperar a que se hagan.
Yo suelo prepararlos a última hora de la tarde y los dejo toda la noche.
Por la mañana solo tendréis que cerrarlos y meterlos en el frigorífico.
Y bueno aquí os dejo estos dos que he disfrutado ya.
Este es el de fresas y el de la cabecera el de moras, a este último le añadí frutos del bosque y sirope de agave porque esta fruta suele ser un poco ácida.
Os puedo asegurar que están deliciosos así que atrevernos a cuidaros y daros amor a vosotro@s mism@s y a los que más queráis.
Nuestros hijos son las personas que más alegrías y más disgustos nos proporcionarán a lo largo de nuestras vidas, pero también son las que más dependerán de nosotros y las que más exigirán de nuestra responsabilidad y amor más incondicional.
No hay ninguna regla que nos asegure que nuestros hijos serán perfectos así que deberemos de utilizar nuestra intuición, nuestro sentido común y todo el amor que sentimos por ellos para lograr que la aventura de ser padres y madres no se convierta en la peor de nuestras pesadillas.
La vida nos enseña a ser padres cuando lo somos y la experiencia de serlo no nos asegura que con los hijos siguientes lo hagamos mejor pues los que tenemos varios hijos sabemos de primera mano que ninguno de ellos tiene que ver con el anterior y que lo que nos sirvió con cada uno de ellos no nos sirvió para el que vino después.
En mi caso tengo tres hijas y cada una tiene un carácter y una personalidad completamente distintas y en su educación he tenido de actuar de diferentes maneras con cada una.
Además, ahora que son mayores, cada una de ellas tiene una relación diferente conmigo al igual que yo también tengo una distinta con cada una de ellas.
Pero lo que me ocurrió con las tres cuando se separaron de mi para volar por su cuenta, siempre fue lo mismo.
Pensé que no era el momento adecuado y me sentí mal cuando se fueron.
Había oído hablar del síndrome del nido vacío y nunca pensé que me fuese a pasar a mí.
Y la verdad es que no me sucedió porque para mi el ser madre no se convirtió nunca en mi propósito de vida.
Yo siempre sentí que era algo más que una madre aunque durante muchos años me dediqué al cuidado de mis hijas y al de nuestro hogar, además de trabajar en mi empleo remunerado.
Siempre sentí que necesitaba hacer más cosas aunque ese no era el momento adecuado para hacerlas.
Y ese momento llegó cuando la última de mis hijas se marchó a vivir con su pareja dejándome sola en la que había sido durante años nuestra casa.
Y aunque al principio me sentí mal, como cuando cada una de las anteriores se marcharon, tuve que aceptar la gran lección que cada una de ellas me enseñó: que las cosas nunca serían como yo quisiera que fuesen y que tendría que aceptar que esto era así si no quería sufrir.
También tuve que aprender a vivir sola, pues aunque durante años estuve sin pareja, nunca viví sola hasta que mi hija menor se fue de casa.
Evidentemente yo no estuve de acuerdo con las decisiones que tomaron cada una de ellas en su momento porque consideraba que eran muy jóvenes y que aún no era el momento para que se marchasen.
Pero debí de reconocer que, aunque era verdad que eran muy jóvenes, para mi nunca hubiera sido el momento adecuado por muchos años que tuvieran, porque a lo que verdaderamente tenía miedo era a soltar esa responsabilidad que sentía por mis hijas y también que aún no estaba preparada para sentir el dolor que me producía a mi misma al pensar que no estaban preparadas para tomar las decisiones hasta entonces había tomado yo.
En cierta forma lo tenía controlado y cuando cada una se iba de casa desaparecía la sensación de seguridad que sentía cuando las decisiones las tomaba solo yo.
Soltar del todo a los hijos es duro y creo que el dolor que nos supone cuando ese momento llega, solo puede superarse si nos preparamos para ello.
Es un acto de amor que requiere sacrificio por nuestra parte pues dejarlos solos lleva aparejada nuestra renuncia a intervenir en sus vidas para siempre como hasta entonces lo habíamos hecho.
El decicarme a las cosas que me gustaba hacer y para las que entonces tenía tiempo me ayudó a aceptar lo que todos los padres y madres tenemos que asumir antes o después: nuestros hijos no son posesiones nuestras.
Desde mi punto de vista mi tarea como madre es la de enseñar a mis hijas a que sean buenas personas y que se valgan por si mismas con responsabilidad, cuando llegue el momento de que lo hagan.
Y aquí termina mi misión. El resto lo tienen que poner ellas porque a partir de entonces son ellas las que tienen que tomar sus propias decisiones.
Tener un hijo es un acto de amor en si mismo y ese amor que sentimos por cada criatura que traemos a este mundo nunca se acaba aunque lo sintamos de manera diferente con el paso de los años.
Nunca dejarán de ser nuestros hijos aunque no los veamos las veces que nosotros quisiéramos, aunque no tengan la vida que a nosotros nos gustaría que tuvieran, aunque amen a otras personas y tengan sus propias familias, siempre sentirán por sus padres y madres ese amor especial que nosotros también sentimos por ellos aunque tengamos nuestras propias vidas que nos llenen por completo y ahora ellos solo sean una parte importante más de ellas.
Nuestros hijos, al igual que nosotros, nunca podrán dejar de amarnos y de necesitarnos pero lo harán de otra manera.
Al igual que nosotros necesitan vivir su propia experiencia de vida y acertar y equivocarse como nosotros hacemos para aprender las lecciones que hemos aprendido y que nos quedan aún por aprender, y que son las que nos han llevado a estar bien con nosotros mismos y a ser felices.
Y en esa experiencia los papeles principales los ocupan ellos y y las personas que han elegido que estén en sus vidas, al igual que nosotros hicimos en su momento.
Son sus parejas, sus propios hijos y sus amigos los que a partir de ahora les enseñarán lo que deben aprender en su propia experiencia.
Al igual que nosotros deberemos continuar aprendiendo en la nuestra, que ahora recupera ese papel principal que durante tanto tiempo compartimos con ellos y que ahora incluirá además a más personas con las que compartiremos más tiempo y nuevas experiencias.
Nunca dejaremos de ser la madre o el padre de…. pero tampoco dejaremos de ser nosotros mismos cada uno de nosotros.
Cuando somos padres nos abandonamos en cierta forma a nosotros mismos y ahora que no están nuestros hijos volvemos a reencontrarnos con nuestro ser de una manera más serena y más rica por todas las experiencias vividas.
Nuestra vida se vuelve diferente y viviremos otras que al igual que las anteriores nos seguirán enriqueciendo.
El amor de nuestros hijos jamás se irá mientras estemos vivos y aún después perdurará en ellos cada vez que piensen en nosotros y nos recuerden cuando ya no estemos con ellos.
Es el ciclo de la vida. Es sabia y pone a cada uno en su lugar y en las circunstancias que necesitamos para que aprendamos lo que debemos saber en esta experiencia que vinimos a vivir.
Y para que este ciclo no se rompa, y para que no suframos nosotros y hagamos que sufran nuestros hijos, solamente debemos soltarles y permitir que vivan su propia experiencia y por supuesto continuar viviendo la nuestra, solo que de otra manera pues ahora podremos dedicarnos más tiempo a nosotros mismos y a nuestra propia vida.
¿Quién ha dicho que comer sano es incompatible con disfrutar de cosas deliciosas?
Con este desayuno vais a comprobar que es todo lo contrario.
Volver a reencontrarnos con la naturaleza a través de la comida nos lleva a recuperar nuestros sentidos.
Estamos tan acostumbrados a comer cualquier cosa que ignoramos que hemos olvidado el sabor real de lo que entra en nuestra boca.
Son tantos los ingredientes que utilizamos, tantos los añadidos en las comidas preparadas y en los alimentos procesados que consumimos que el gusto lo estamos perdiendo poco a poco.
No nos paramos a disfrutar de ese maravilloso sentido del gusto que nos puede llevar a deleitarnos a través de lo que comemos.
En esta ocasión os propongo este delicioso desayuno de avena con chocolate.
Veamos algunas de las ventajas que nos aportará a nuestro organismo. La avena es un cereal muy completo y equilibrado. Junto a los carbohidratos y la fibra, aporta más proteína, grasa y minerales que otros cereales. También nos aporta buenas cantidades de magnesio, cobre, hierro, zinc y vitamina B, así como pequeñas dosis de calcio y ácido fólico. Al ser antioxidante beneficia al sistema cardio-bascular y reduce el colesterol LDL. Además produce un efecto prebiótico en el intestino y regula los niveles de azúcar.
Uno de los mejores beneficios del cacao es que reduce los niveles de colesterol LDL y eleva el HDL, el llamado colesterol “bueno”. Esto se produce gracias a su poder antioxidante, que además ayuda a controlar la diabetes y la sensibilidad de la insulina. Además mejora el flujo sanguíneo y disminuye la presión arterial.
La leche presenta una variedad nutricional muy rica porque contiene calcio, fósforo, magnesio, zinc, yodo, selenio y vitaminas A, D y del complejo B. Su alto contenido en calcio y vitamina D favorece el desarrollo y mantenimiento de los huesos y la buena salud de los dientes.
La avellana es un sabroso fruto seco repleto de nutrientes. Resulta un gran aliado del corazón y una buena fuente de antioxidantes. Es también muy nutritiva por su elevado contenido en grasas saludables y proteínas.
Ahora que ya conocemos algunas de las propiedades y beneficios de este saludable desayuno sabemos que con solo estos cuatro ingredientes vamos a empezar el día con energía además de buen sabor.
He utilizado en esta ocasión:
4 cs. colmadas de avena integral
1 onza de chocolate con 85% de cacao
6 avellanas tostadas sin sal
1/2 taza de leche desnatada
Veamos ahora la preparación:
En la taza he añadido la avena y he mezclado trocitos de chocolate. Luego le he añadido la leche hasta que he cubierto el contenido y la he introducido al microondas durante un minuto.
Estas son las cantidades con la espesura que a mi me gusta, pero podéis hacer otras que a vosotros os gusten más.
Después he añadido por encima más trocitos de chocolate, las avellanas y he espolvoreado chocolate rallado por encima.
Cuando venimos a este mundo nos encontramos con una serie de creencias que nos son impuestas y que integramos e incluso llegamos a defender cuando nos dicen algo que va en contra de ellas, sin habernos cuestionado nunca si eso en realidad es algo que realmente pensamos por nosotros mismos.
Estas creencias, que en muchos casos nos limitan, hacen de nosotros personas que realmente no somos y nos llevan a sufrir las consecuencias de no ser quienes realmente hemos venido a ser.
Hemos venido a brillar, a ser felices, a vivir una experiencia única y a compartir además todo esto con los demás y mejorar y crecer cada uno individualmente y también entre todos.
El reprimir nuestra verdadera esencia nos apaga y nos lleva a vivir una vida frustrada y llena de resentimiento con nosotros mismos y con el mundo en general.
Plantearnos esas creencias que los demás consiguieron que hiciésemos nuestras porque ellos mismos jamás se atrevieron a poner en duda, nos liberarán de ataduras que tan solo reprimen nuestra propia manera de sentirnos vivos y que nos llevan a vivir (más bien sobrevivir diría yo) una existencia pensada por otros con unos intereses que no tienen nada que ver con nosotros y lo que vinimos a hacer aquí.
Cuando por algún motivo creas que no puedes conseguir algo que te hace realmente feliz plantéate por qué crees que no podrás lograrlo.
Seguramente descubrirás que ese pensamiento que te lleva a ni tan siquiera intentarlo, está basado en una creencia que te hicieron llegar de alguna manera pero que nunca fue comprobada por ti, tan solo te hicieron creer que era cierta y tu aceptaste que así era.
Llevo ya algunos meses comiendo cereales integrales y la verdad es que me sientan bien así que hoy utilizaré pasta integral en esta receta.
La pasta integral al ser muy rica en nutrientes nos aporta gran cantidad de minerales y vitaminas. Es especialmente rica en fibra dietética, antioxidantes, proteínas, vitamina E, vitaminas del Grupo B y grasas totalmente saludables.
También es rica en minerales como calcio, hierro, fósforo y magnesio. La pasta integral favorece el metabolismo y ayuda al tránsito intestinal.
Es ideal para personas que desean bajar de peso, pues tiene poder saciante. Además resulta muy saludable para el organismo, ya que no genera colesterol ‘malo’ LDL y permite mantener el equilibrio del colesterol ‘bueno’ HDL.
Está claro porque debemos utilizar este tipo de pasta y abandonar el uso de las harinas refinadas.
Para la receta de hoy estos son los ingredientes que he utilizado:
Seguramente habrás oído hablar de ellos porque ya hace algún tiempo que se pusieron de moda.
Es una manera cómoda de consumir las frutas y verduras que nos son tan necesarias y que a algunos les cuesta tanto tragar.
Además están exquisitos y son muy nutritivos.
Yo los utilizo para desayunar y también para la merienda.
A mi me gusta que queden más bien como si fuera un puré y comerlos con cuchara, pero en esto como en todo hay gustos.
Vamos a ver ahora algunas de las muchas ventajas que recibirá nuestro cuerpo al tomar este rico batido.
Las zanahorias contienen varias vitaminas, en especial: vitamina A, vitamina E y vitamina K. También tienen altas cantidades de betacaroteno, que es un pigmento que se transforma en vitamina A dentro de nuestro organismo. Son una fuente importante de hidratos de carbono. Son también ricas en potasio y fósforo, y excelentes para mentes cansadas y para restaurar los nervios y además fortalece las uñas y el cabello, al que le aporta brillo.
La naranja es un poderoso antioxidante por la gran cantidad de vitamina C que contiene, por ello favorece la cicatrización y refuerza es sistema inmunológico de organismo. También contiene calcio, magnesio, beta caroteno, ácido fólico, fósforo y potasio, entre otras cosas. Es rica en agua y fibra alimentaria, por lo que tiene una gran eficacia saciante.
La manzana es fuente de calcio y fósforo, indispensables en la formación de las sales minerales del hueso. También aporta vitamina C, que interviene en la formación de la sustancia matriz del hueso.
Y una vez conocidas algunas de las ventajas de tomarlo vamos a ponernos manos a la obra.
Para hacer esta deliciosa receta he necesitado:
Una zanahoria mediana
Media naranja
Media manzana
1/2 taza de leche de avena
De esta última he utilizado media taza porque como os he explicado antes a mi me gusta que la consistencia sea espesa pero en el caso de que os apetezca que sea más ligera e incluso como si fuera un zumo solo tendríais que añadirle más cantidad e incluso agua.
Como veréis es muy sencillo.
Solo tendréis que trocear todos los ingredientes en la jarra de la licuadora o batidora y darle al botón.
Lo vertéis en el recipiente en el que vayáis a tomarlo y ya podéis sentaros a disfrutar de él porque os puedo asegurar que lo haréis.
Y si queréis deleitaros también con la vista y prepararlo como en mi presentación solo tendréis que añadirle unos trocitos de manzana y media nuez.
He tomado la decisión de dar un cambio importante en mi vida para ser más coherente con lo que pienso sobre la gran oportunidad que nos está brindando esta situación que estamos viviendo por causa de la pandemia por el covid 19, como ya os comenté en el post anterior.
Como pienso que soy la responsable principal de mi cuidado personal y por lo tanto de mi salud he decido comer aún más sano de lo que lo hacía antes.
Después de tener cáncer de colon en 2017, estuve cuidando lo que comía pero me he dado cuenta de que me había relajado y esto añadido a la inactividad que durante casi dos años he tenido por la enfermedad que padecí me han llevado a tener bastantes kilos acumulados que he decidido perder, al igual que la costumbre de comer cosas que no me sientan bien porque no son saludables.
Llegué a pesar 72 kilos. Esta era yo el 21 de enero de este año.
Ya llevo una semana con mi cambio en la alimentación así que he decidido compartirlo con todos vosotros.
He pensado que compartir esta parte de mi experiencia y de mi manera de ver la vida a través de ella me podría acercar aún más a aquellas personas que como yo piensen que las quejas y el echar la culpa a los demás de todo lo que nos sucede a lo único a lo que nos lleva es a seguir cayendo en ese pozo de sufrimiento en el que estábamos antes de descubrir que solo nosotros podemos cuidarnos y amarnos antes de que lo puedan hacer los demás.
Así que me dispongo a compartir con vosotros esta experiencia y este modo de vida que a mi me hace feliz.
Como os dije antes llevo apenas unos días con este cambio en mi alimentación y ya he notado mejoras en mi cuerpo.
Lo primero que he notado es que no siento hambre ni la necesidad de comer que tenía antes.
La verdad es que en estos días de confinamiento, además de la escasa movilidad no paraba de hacer viajes al frigorífico, sobre todo por la noche cuando estaba viendo el televisor.
Creo que no era por hambre realmente sino por necesidad de comer, por ansiedad. Así que esto ya no lo necesito.
Lo segundo que he notado es que tengo unas digestiones mejores y menos inflamación de tripa y que los molestos y desagradables gases han desaparecido.
También me siento mejor conmigo misma y he retomado las ganas de hacer cosas que últimamente había perdido, así que el cambio ha sido de lo más positivo.
Voy a ir compartiendo con vosotros los menús de lo que tomo cada día y los cambios de mi cuerpo.
Y también he pensado en compartir las recetas de los menús que hago y que son muy sencillas.
Por supuesto que no soy experta en nutrición y que no pretendo que sigáis mis consejos.
Tan solo pretendo compartir mi experiencia y por supuesto que agradeceré vuestros maravillosos comentarios con las aportaciones que queráis hacerme.
En cuanto a mi alimentación debo deciros que quiero que sea lo más sana posible y que para ello lo primero que voy a hacer es eliminar de ella prácticamente los alimentos procesados y preparados.
También he cambiado la harina y la pasta por las que contienen cereales integrales.
Además he suprimido el azúcar (sobre todo el refinado) y he reducido bastante la sal (incluso en ocasiones no la pongo). He introducido también bebidas vegetales y verduras crudas, además por supuesto de las cocinadas.
En cuando a carnes tomo pollo, pavo, ternera (ésta solo una vez a la semana) y todo tipo de pescado.
Todo esto que en principio puede echar para atrás os aseguro que es mucho más agradable de lo que imagináis.
Además camino durante una hora después de la comida y de la cena.
Empiezo mi reto con un peso de 68,300 kg, y una primera receta que os pondré en el siguiente post.
Espero que este cambio en la página os siga gustando lo mismo que mis reflexiones.
Al fin y al cabo hay hay que cuidar de la misma manera mente, cuerpo y alma si queremos sentirnos bien con nosotros mismos y también con los demás.