Durante toda nuestra vida de una manera u otra nos ha llegado el mensaje de que necesitamos alguien para estar completos.
Esta es una de las creencias que nos llevan a vivir situaciones que realmente no deseamos y que más nos hacen sufrir.
La realidad es que somos seres completos y no necesitamos a nadie más para ser felices.
Los seres humanos vivimos en sociedad pero eso no significa que todos tengamos que hacer o comportarnos como la sociedad decida que es correcto hacerlo.
La misma sociedad se está transformando y cada vez vemos tipos de relaciones y de familias que unos años atrás eran impensables.
Cada vez hay más personas que deciden estar solas porque así es como se sienten bien consigo mismas.
Hace cincuenta años una mujer que se quedaba sola cuando pasaba una cierta edad era tachada de solterona y era por ello criticada cuando no era motivo de mofa para algun@s o de sentimientos de pena por parte de otr@s porque se entendía que la finalidad de las mujeres era que se casarán y tuviesen hijos y la que no lo hiciese así era por algún motivo del que casi siempre ella era culpable.
Curiosamente no sucedía lo mismo con los hombres que eran envidiados por su libertad por los que estaban casados y con admiración por las mujeres que los encontraban irresistibles por ser tan difíciles de alcanzar.
Gracias a personas que se plantearon esta creencia y se negaron a vivir como la sociedad les marcaba que hicieran, con el paso del tiempo se han ido relajado estás «normas» que la sociedad imponía y hoy en día se han logrado derechos por los que anteriormente se acababa en la cárcel como el divorcio o los matrimonios homosexuales y otras maneras de entender la vida que cada uno deberíamos valorar pues nos estamos jugando en ello el ser coherentes con nosotros mismos y estar en paz.
Para mi la felicidad consiste en eso precisamente.
Aceptar que la vida al igual que yo tiene cosas que me gustan más y otras que no me gustan nada pero que todas ellas forman parte de mi y de la vida y por lo tanto si las abrazo y las vivo sin resistirme a ellas y aceptándolas como lo que son, sin estigmatizarlas ni personalizarlas, me llevan a ser capaz de estar en paz conmigo y con la vida.
Es importante que nos hagamos preguntas.
Que nos planteemos que no está todo hecho y que nos nos dejemos llevar por lo que se nos diga que es lo que tenemos que hacer.
Porque al igual que nos sucede a nosotros con el paso del tiempo y nuestras experiencias y que nos deberían de servir para aprender y trascender aquello que nos hace sufrir, entre todos también conseguimos transformar a los demás.
Pero eso se da solamente cuando nos abrimos a aceptar que las cosas no tienen solo una forma de ser.
Que solo una manera es la correcta y las demás se deben excluir.
Pensar así nos lleva a vivir con miedo y la vida para que seamos capaces de saborearla nos pide que seamos valientes y nos dejemos llevar por nuestro corazón y para que lo consigamos debemos escucharle.
En silencio, con paciencia y con la apertura mental de un niño que aun no ha sido adoctrinado en lo que se supone que es la vida desde el punto de vista de una sociedad en la que lo que es correcto lo deciden por nosotros.
Sólo tú decides que es para ti la vida porque para cada uno la vida comienza y termina en nosotros mismos.
Cuando llegue el momento de irnos de aquí se acabará la vida para cada uno.
Pero hasta ese momento podemos tomar montones de decisiones que nos pueden llevar a vivir nuestra vida de muy diferentes maneras.
Plantearnos las creencias que desde distintos ámbitos nos han hecho creer que son reales y que nos llevarán a ser felices nos da la posibilidad de abrir una gran puerta para vivir de una manera totalmente diferente pero es nuestra responsabilidad el encontrar esa puerta y atravesarla.
Quedarnos en el dolor de pensar que la vida nos ha tratado mal o que hemos tenido mala suerte nos mantiene en el sufrimiento y lo que la vida nos muestra a través de nuestras experiencias es que somos nosotros los únicos que podemos sacarnos de esas situaciones y que dejemos de quejarnos y actuemos para conseguir la vida que nos merecemos.
Tu eres el indicado para decidir si quieres compartir tu vida con otra persona o no pero sobre todo tú eres el que decide que persona quieres que te acompañe y lo que quieres que aporte a tu vida en el caso que de decidas compartirla.
Así que planteate estas preguntas y contestalas escuchando a tu corazón, te puedo asegurar que te vas a sorprender.