Hay ocasiones en las que la vida nos coloca en situaciones que jamás hubiésemos querido afrontar.
Desconocemos por qué nos sucede eso a nosotros y no tenemos más remedio que dejarnos llevar por aquello que nos surge de pronto y que nos llega como un mazazo que por mucho que intentamos no logramos esquivar.
No entendemos el motivo por el que la vida nos pone esto por delante y que nos supera por completo.
Dejamos de atender a las muchas cosas que nos pasaban antes por la cabeza y nos sumergimos por completo en esta nueva preocupación que ahora no nos deja pensar en otra cosa que en lo que nos sucede a nosotros.
Pasamos a ser los protagonistas de nuestra propia historia cuando antes siempre le dábamos ese papel a cualquier persona que nos importase y que fuera necesaria en nuestra vida.
Descubrimos entonces que siempre habiamos esperado que nos cuidaran los demás.
Que nos amaran y nos hiciesen sentir importantes era para nosotros el principal motivo de nuestra existencia.
Priorizábamos cualquier necesidad de aquellas personas que nos pudieran hacer sentir asi ante nuestras propias necesidades y que de esta manera descubrimos que habíamos ido dejando poco a poco de existir.
Ya muy poco había quedado de nosotros y reconocemos que nunca fueron los demás los que nos llevaron ante esa situación sino que lo fuimos haciendo poco a poco nosotros mismos, al no permitirnos ser y confiar en que tan solo siendo como somos daríamos lo mejor de nosotros mismos y nos sentiríamos plenos y satisfechos sin tener la necesidad de la aprobación de nadie.
Y es entonces cuando todo nos cambia por completo, pues ese giro de 180 grados que nos presenta la inesperada y detestada adversidad que la vida nos pone por delante se convierte en la oportunidad que nunca nos dimos a nosotros mismos de reconocernos y de darnos nuestro lugar.
De amarnos y no depender de nada ni de nadie para ser felices.
De valorar lo verdaderamente importante y dejar atrás todos aquellos pensamientos que nos impedían SER simplemente lo que somos y estar orgullosos de ello.
Esa llamada de atención que la vida nos presenta mediante algo que nos parece insoportable, puede ser nuestra última oportunidad de perdonarnos y darnos el amor que siempre buscamos fuera y que siempre estuvo en nosotros esperando que le permitiesemos salir y llenarnos por completo y poder compartirlo también con los demás, ahora ya desde el verdadero amor que fluye sin la necesidad de recibirlo de vuelta para sentirnos reconocidos o amados.
De esta manera estoy viviendo la enfermedad que desde hace más de un año se presentó en mi vida y que sin duda me ha cambiado por completo.