Una de las cosas que aprendes cuando tienes una enfermedad que te enfrenta directamente a la muerte, es que la seguridad que solemos buscar la mayoría de nosotros es una de las causas de nuestro sufrimiento.
Tenemos la creencia de que consiguiendo seguridad en cada una de las áreas de nuestra vida obtendremos tranquilidad y por lo tanto tendremos muchas posibilidades para ser felices.
Por ese motivo nos pasamos la vida buscando seguridad con nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestros hijos, etc.
Creyendo que en la vida puede existir algo seguro nos negamos a admitir que en realidad ocurre todo lo contrario.
Tenemos la creencia de que podemos controlar nuestras vidas y las de las personas que amamos y en el intento de conseguirlo nos enfrentamos a la vida y nos oponemos continuamente a lo que ella nos propone.
Ignoramos que estamos vivos por una razón y que los procesos por los que pasamos nos llevarán a conseguir los objetivos que nos trajeron a vivir la existencia que en este momento tenemos.
Desconocemos como es esto de vivir y tenemos todo tipo de creencias que nos hacen pensar que disfrutar de la vida consiste en obtener todo tipo de cosas materiales que nos llevarán directamente a ser felices por el simple placer de hacerlas nuestras y disfrutarlas.
La vida puede verse de esta manera si nos mantenemos en estas creencias que nos llegan por todos los lados o puede tener una visión muy distinta si profundizamos y dejamos de prestar atención a todas esas cosas que nos dicen y nos observamos a nosotros mismos.
Si nos dedicamos tiempo a sentir y a pensar que es lo que realmente nos importa y nos hace sentir bien.
Cuando hacemos esto reconocemos que hay muchas creencias que no son nuestras y que hemos aceptado sin tan siquiera pararnos a pensar si son ciertas.
Descubrimos que la de buscar sentirnos seguros nos limita en lugar de protegernos, pues por esa supuesta seguridad dejaremos incluso de ser nosotros mismos para adaptarnos a lo que pensamos que es más conveniente para conseguirla.
Además cuando encontremos seguridad haremos casi cualquier cosa por conservarla creyendo que si la perdemos no seremos felices.
Así nos convertiremos en prisioneros de una creencia que ni tan siquiera es realmente nuestra.
No tenemos nada seguro.
Ni tan siquiera sabemos si al minuto siguiente estaremos vivos.
Es absurdo buscar seguridad en donde no la hay.
Es como empeñarse en cruzar un fuerte muro por donde no hay una puerta. Podemos empeñarnos en cruzarlo y nos golpearemos pero nunca conseguiremos cruzarlo y si lo conseguimos nos habrá llevado tanto dolor y sufrimiento que cuando la crucemos no nos merecerá la pena el esfuerzo que le pusimos pues ya no podremos disfrutarlo.
Cuando aceptamos que en la vida no hay nada seguro, podemos dejar de gastar nuestra energía en empeñarnos en ir contracorriente y dedicarnos a disfrutar de estar vivos a pesar de no saber que es lo que nos espera al momento siguiente.
De esta manera permitiremos a la vida que nos ponga por delante lo que necesitamos en ese momento para seguir creciendo y lo único que tendremos que hacer será aceptarlo y vivirlo prestando atención a lo que verdaderamente importa: lo que sentimos nosotros ante nuestra experiencia de vida.
La vida para cada uno de nosotros empieza y acaba en nosotros mismos.
Vinimos solos y nos iremos solos y lo que nos llevaremos será nuestra propia experiencia, nuestra propia vida.