¿Qué vida quieres?

 

Ninguno de nosotros tiene la capacidad de agradar a todo el mundo así que cuanto antes abandonemos esa idea antes comenzaremos a estar en la realidad y a dejar de tener falsas expectativas sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Cada uno tenemos diferentes maneras de pensar y de ver la vida así que lo más habitual con lo que nos encontraremos es con personas que no compartan algunas de nuestras ideas y hasta en ocasiones ninguna.

Esto es lo normal y además de natural es sano para todos mentalmente que esto sea así.

Sería aburridísima una vida en la que todos pensásemos e hiciésemos lo mismo.

Una vida en la que no pudiésemos aportar absolutamente nada y en la todo estuviese previsto.

Habrá personas que piensen que así estaría todo más seguro pero yo no quiero una vida segura y previsible.

Hace tiempo que decidí dejar de vivir desde el miedo y vivir desde el amor y ya no necesito sentirme segura ni tener la aprobación de los demás.

Por eso desde entonces tengo muy claro la vida que quiero.

Quiero una vida en la que yo pueda intervenir y aportar mi pequeño granito de arena para contribuir a dejar un mundo mejor que el que me encontré.

Una vida en la que pueda participar y sentirme parte de todo lo que hay en ella.

Una vida en la que pueda compartir lo que siento y lo que pienso.

Una vida en la que pueda escuchar y aprender de las ideas y experiencias de otros y crecer con ellas.

Una vida en la que podamos todos participar, cada uno a su manera, y en la que podemos dejar la impronta cada uno de nuestra peculiar manera de percibirla y de sentirla.

Una vida en la que disfrutar con la espontaneidad que en cada momento me brinda y en la que, en ocasiones tengo que esforzarme por entender los mensajes que me envía, porque me cuesta mucho entender que eso sea lo mejor para mi.

En fin, quiero una vida como la que tengo.

Una vida en la que vivir sea sinónimo de sentirme plena y feliz.

 


Cuando cambias todo cambia contigo

 

Cuando te vuelves consciente de todo lo que en realidad sucede a tu alrededor la visión que tienes sobre tu vida y todo y todos los demás se transforma.

Dejas de estar amargado fijándote solo en lo mal que se portan los otros contigo, a pesar de que tu pones todo de tu parte para que ellos estén bien.

Comienzas a entender que ser feliz no tiene que ver con nada de lo que pensabas.

Que tiene que ver únicamente contigo y con tu paz interior y eso no te lo puede proporcionar nada ni nadie de fuera.

Empiezas a comprender porque a pesar de todo tu esfuerzo por conseguir que te quisieran tan sólo conseguías aumentar ese tremendo vacío que sentías desde siempre dentro de tí.

Y sobre todo comienzas a amarte a ti mismo y a todo lo que existe porque entiendes que todo es un reflejo de tí.

Todo te estuvo mostrando durante todo este tiempo como tú te sentías por dentro contigo misma y ni tan siquiera eras capaz de poder ver por el dolor que te causaba.

A partir de que te haces consciente y responsable de tu propia vida comprendes cómo funciona esto de estar vivo y te relajas porque entiendes que tú no puedes hacer nada más que dejar de resistirte a experimentar todo lo que la vida te proponga.

Y comienzas a sorprenderte disfrutando de tu propia vida cuando antes la experimentabas en ocasiones cómo un tormento.

Te permites a tí mismo rodearte de personas que te proporcionan una energía positiva y comienzas a proporcionarte todo lo mejor.

Dejas atrás los malos rollos y a las personas que no paran de quejarse de todo lo que les sucede y no hacen nada por solucionarlo.

Y todo esto lo haces con amor porque entiendes que cada uno está experimentando lo que necesita para conseguir despertar al igual que hiciste tu y que cada uno llevamos nuestro propio ritmo y no podemos acelerar el de nadie aunque queramos evitarle sufrir.

Comprendemos que el amor es eso precisamente, al contrario de lo que nos habían enseñado.

Que el amor consiste en respetar las experiencias y los tiempos de los demás sabiendo que están pasando por lo que precisan en ese momento para conseguir lo que necesitan y que lo único que podemos hacer es acompañarles y ponerles límites si nos es necesario porque nos hagan sufrir.

Amarnos a nosotros mismos pasa por aceptarnos plenamente, con todo lo bueno que reconocemos y admitimos y todo lo malo que nos causa tanto daño y que nos cuesta tanto sufrimiento poder ver.

Porque en realidad no existe nada bueno ni nada malo.

Tan solo estamos viviendo las experiencias que necesitamos para despertar y compartiėndolas unos con los otros para ayudarnos entre todos a conseguir lo que vinimos a hacer aquí.