Ninguno de nosotros tiene la capacidad de agradar a todo el mundo así que cuanto antes abandonemos esa idea antes comenzaremos a estar en la realidad y a dejar de tener falsas expectativas sobre los demás y sobre nosotros mismos.
Cada uno tenemos diferentes maneras de pensar y de ver la vida así que lo más habitual con lo que nos encontraremos es con personas que no compartan algunas de nuestras ideas y hasta en ocasiones ninguna.
Esto es lo normal y además de natural es sano para todos mentalmente que esto sea así.
Sería aburridísima una vida en la que todos pensásemos e hiciésemos lo mismo.
Una vida en la que no pudiésemos aportar absolutamente nada y en la todo estuviese previsto.
Habrá personas que piensen que así estaría todo más seguro pero yo no quiero una vida segura y previsible.
Hace tiempo que decidí dejar de vivir desde el miedo y vivir desde el amor y ya no necesito sentirme segura ni tener la aprobación de los demás.
Por eso desde entonces tengo muy claro la vida que quiero.
Quiero una vida en la que yo pueda intervenir y aportar mi pequeño granito de arena para contribuir a dejar un mundo mejor que el que me encontré.
Una vida en la que pueda participar y sentirme parte de todo lo que hay en ella.
Una vida en la que pueda compartir lo que siento y lo que pienso.
Una vida en la que pueda escuchar y aprender de las ideas y experiencias de otros y crecer con ellas.
Una vida en la que podamos todos participar, cada uno a su manera, y en la que podemos dejar la impronta cada uno de nuestra peculiar manera de percibirla y de sentirla.
Una vida en la que disfrutar con la espontaneidad que en cada momento me brinda y en la que, en ocasiones tengo que esforzarme por entender los mensajes que me envía, porque me cuesta mucho entender que eso sea lo mejor para mi.
En fin, quiero una vida como la que tengo.
Una vida en la que vivir sea sinónimo de sentirme plena y feliz.