El encontrarme con personas que estaban pidiendo me hacía sentir incómoda.
De pequeña les daba dinero de forma natural y sintiéndome genial después de hacerlo.
Me educaron en un colegio religioso y creía que así debía de ser, pero cuando crecí me alejé de la religión católica porque me parecía que había muchas incoherencias entre lo que predicaban y lo que hacían los que la enseñaban.
Supongo que ahí fue como empecé a plantearme algunas de las cosas que otros me habían hecho creer que eran buenas y/o correctas.
Este cambio de mentalidad me llevo a tener prejuicios cuando me planteaba si tenía que dar dinero o no.
Yo no lo vivía entonces así y lo que pensaba era que algunos podían trabajar y les era más cómodo pedir y no molestarse.
Después cuando me enteré que había mafias dedicándose a esto me planteaba que no quería colaborar con aquellos que negociaban así con personas a las que obligaban a pasar horas de sufrimiento en la calle para conseguirles dinero.
Más tarde cuando comencé con esto de la espiritualidad escuché en una charla que si participaba dando dinero a alguien y este hacía algo malo con mi dinero esto a mi me crearía karma al igual que le sucedería a él.
Este razonamiento a mi me dio miedo y a la vez me facilitó la disculpa perfecta para que mi conciencia se tranquilizase cada vez que me cruzaba con alguien que me pedía dinero de cualquier manera.
Las personas más mayores o enfermos me daban pena pero miraba para otro lado justificando con algunas de las razones anteriores el no darles nada.
Recuerdo que tuve una temporada que decidí dar dinero en el metro a las personas que me proporcionasen algo que me gustara, una canción o una actuación y asi valoré algunas que me agradaron.
Luego decidí que también podía hacerlo aunque no me gustasen porque al fin y al cabo ellos se lo trabajaban para ganárselo y no sólo se dedicaban a explotar sus miserias o a echarle cara fingiéndolas.
Pero entonces pensé también que no paraban de entrar a pedir. En una ocasión conté hasta tres en el mismo vagón. Salia uno y entraba a las pocas estaciones el siguiente. Y pensé que no podría dar a todo el mundo.
En la televisión me pasaba lo mismo. A la hora de comer me encontraba con el mismo anuncio que me hacía sentir mal mostrándome a niños del tercer mundo totalmente desnutridos y que mi conciencia me impedía terminar de ver y me llevaba a coger el mando y cambiar de canal.
En alguna ocasión envié el mensaje que pedían para colaborar y en otras, muchas más, tranquilicé mi conciencia pensando que si habían decidido vivir esta vida teniendo esa experiencia quien era yo para impedírselo.
El caso es que yo era consciente de que me sentía molesta cada vez que me encontraba en alguna de las situaciones que he descrito y no sabía que hacer para estar en paz con todo esto.
Recientemente estoy empezando a sentirme mejor pues me he dado cuenta de que en realidad todas estas personas y situaciones me estaban mostrando varias cosas.
Una de ellas es que juzgo a los demás y tengo prejuicios cuando debería de vivir mi experiencia y aceptar las de todos los demás, pues todos estamos aquí haciendo lo mismo aunque desde distintas experiencias y distintos retos y aprendizajes.
Y la otra es que en el fondo creía que no tendría suficiente dinero para mí.
Y como desde el punto de vista espiritual el otro no existe pues siempre me está mostrando a mi misma, en realidad todo quedaría asi: yo no paro de juzgarme y de pensar que no me merezco tener dinero.
Y lo más curioso es que yo no era en absoluto consciente de ello y pensaba todo lo contrario.
Todo esto lo acabo de hacer consciente hace pocos días y ha sido después de decidir que cada vez que alguien de alguna manera me pidiese dinero yo se lo daría porque eso a mi me resulta fácil de hacer, me hace sentir bien y en realidad nunca me va a suceder que me quede sin dinero.
Lo que hagan los demás con el dinero que yo les dé es su problema y su responsabilidad.
A mi lo único que me interesa es mi propia vida y lo que yo haga y como me sienta yo en ella.
Respetarme y amarme a mi y a mi propia experiencia y respetar y amar a los demás consiste en eso.
Me he dado cuenta de que el dinero y el amor son la misma cosa y en todo lo escrito anteriormente se puede cambiar la palabra dinero por amor porque serviría exactamente igual.
Si nos creemos merecedores de amor nos creeremos merecedores de dinero, pues creeremos que nos merecemos lo mejor.
Y a la inversa también, si nos creemos merecedores de tener dinero nos creeremos merecedores de que nos den amor.
Todo lo que existe es amor y el dinero no puede ser otra cosa que todo lo demás.
Todas las personas que me pidieron de una u otra manera dinero me estuvieron enseñando esto de mí misma.
Gracias a todos por enseñarme esto con vuestras experiencias de vida enriqueciendo así mi propia experiencia.
Ahora cada vez que me encuentre en esa situación seré consciente de que ese maestr@ me estará recordando lo que soy: amor, al igual que él o ella y todo lo que existe y es.