Aceptar el final

 

Esta mañana me desperté con este comentario que hizo una mujer en mi página de Facebook a mi anterior publicación Cuando tenemos miedo (Aquí os dejo el enlace)

Una de las cosas que digo en este post es que la vida nos manda señales.

Esta seguidora escribió anoche esto:

«Dime una? Yo soy positiva alegre y cuando llegue !!! Intento vivir la vida cada minuto tengo metástasis .se ha parado .Pero no quiere decir que no salga en otro lado es la segunda .no me importa morir .lo que me preocupa son los que están a mi lado porque no puedo quitarles ese dolor!!»

Como ya sabréis yo acabo de pasar por el proceso de mi enfermedad y este comentario me removió bastantes cosas.

Como no la puedo contestar con un simple comentario he decidido hacerlo por aquí y después compartiré con ella el enlace de este post.

Espero esto te responda a tu comentario amiga, pues las señales que nos envía la vida a cada uno son totalmente personales y no tienen otra enseñanza que la que, de manera individual, cada uno de nosotros logremos sacar.

Creo que esto puede ayudar también a otras personas y por eso he decidido hacerlo así.

Cuando me diagnosticaron cáncer y me dijeron que debía de someterme a una operación en un breve periodo de tiempo, como a la mayoría de las personas que pasan por este momento me dejó bastante impactada.

 

En este post hablo sobre ello

 

Por mi cabeza pasaron muchas cosas.

Unos días antes de que me dieran esta noticia había fallecido mi padre después de que le diagnosticaran esta enfermedad en un estado ya muy avanzado, con metástasis y tras un largo proceso que duró dos años y que le produjo mucho sufrimiento.

El aceptar que tu enfermedad no tiene cura y que llega el final de tu vida es algo doloroso y complicado.

Yo la primera vez que me enfrenté a ello fue a través de la experiencia que vivió mi padre como protagonista y yo en un papel secundario en su propia película.

Es muy doloroso ver como una persona a la que amas se va consumiendo físicamente poco a poco.

Pero más doloroso aún es ver que esa persona a la que tu amas no acepta lo que la vida le está poniendo delante y se amarga el poco tiempo que le queda oponiéndose a ello.

A mi me hubiera gustado ver a mi padre compartiendo lo que sentía con nosotros.

Que me hubiera dejado participar en su proceso no solamente acompañándole al médico o a las pruebas que le hacían sino dejándome acompañarle en su dolor.

Mi padre no pudo compartir eso conmigo, ni con nadie y yo comprendí que no lo pudo hacer y tuve que aceptarlo.

Creo que además lo hizo creyendo que así nos evitaba sufrir a los que le queríamos.

Pero en realidad no es así.

Cuando viví mi propio proceso tuve que enfrentarme a decirles a mis hijas y a mi madre (además de a todas las personas que me querían) lo que me pasaba y cuando lo hice intenté que no creyesen que yo estaba sufriendo.

Al contrario que mi padre yo era la que les tranquilizaba diciéndoles que no iba a pasar nada y que todo iría bien.

No me daba cuenta de que lo que estaba haciendo era evitarme a mi misma el sufrimiento que me suponía el aceptar que todo podía terminar como le había sucedido a mi padre.

Por eso la vida que es muy sabia, cuando ya estaba todo controlado después de la operación y  yo me encontraba ya tranquila, me reservó una sorpresa cuando acudí a la consulta del oncólogo.

Los marcadores tumorales estaban muy altos, cuando antes de la operación estaban normales y eso les hizo pedir una prueba para ver que estaba sucediendo.

Me hicieron un PET y en el resultado apareció de nuevo la palabra tumor y en una zona donde no se podía operar según estuve mirando en internet.

¿Podéis imaginar lo que me pasó por la cabeza en ese momento?

Pensé que había llegado el momento de mi despedida, como le había sucedido a mi padre.

Yo tenía muy claro que no quería vivirlo como lo había hecho él y creía que estaba haciendo todo lo contrario.

Entonces aparecieron unas grandes maestras que la vida me ha brindado y que son mis hijas y me ensañaron una gran lección.

Cada una de mis hijas es diferente y cada una lo afrontó como pudo.

Cada una también me aportó diferentes partes de la lección que debía de aprender.

Pero sobre todo una de ellas me tocó en lo que ahora nos ocupa en este post.

Cuando tuve que compartir con ellas esta nueva noticia tras aceptarla la dije como me sentía realmente y la confesé lo que estaba pasando por mi cabeza y por mi corazón y entonces me dijo que le había gustado mucho que yo me abriese a contarle todo eso y que eso le daba la oportunidad de saber como estaba yo realmente.

Me dijo también que la preocupación que ella sintiese no era problema mío que era problema de ella y que yo no podía hacer nada por evitarlo, pero que la preocupación que sentía por mí era menor ahora que estaba compartiendo con ella como me sentía porque lo que la preocupaba realmente era que yo intentará no mostrar lo que estaba padeciendo.

Y entonces me dí cuenta de que en realidad lo que yo estaba haciendo era no enfrentarme a lo que me estaba mostrando la vida.

Al no hacerlo creía que así evitaba el sufrimiento de los demás y lo que en realidad estaba evitando era mi propio sufrimiento.

Mi padre no lo aceptó y se resistió hasta el último momento.

Yo, de otra manera, estaba haciendo lo mismo, querer evitar el aceptar que podía morir.

Y entonces también me reconocí en mi hija cuando yo viví esa situación con mi padre.

Lo que más dolor me causaba era ver el que el no aceptaba que iba a morir.

Me dolía ver como sufría al no aceptarlo y que no pudiera compartir conmigo sus últimos momentos.

Que no me permitiese al hacer esto decirle todo lo que yo sentía y que me hubiese dado la oportunidad de despedirme como yo quería de él.

Tuve que aceptar que mi padre era así.

La vida así me mostró una vez más que el amor es aceptación.

Que yo no podía cambiarlo y que lo único que podía hacer era aceptarle y amarle como el me permitía hacerlo y no como a mí me hubiese gustado que lo hiciese.

Cuando yo estaba en el momento de tener que aceptar mi propia muerte, una de las cosas que me tranquilizó y me ayudó a aceptarla fue reconocer que mis hijas ya no me necesitaban como cuando eran unas niñas pequeñas.

Ellas ya tenían su propia vida y sus propias experiencias de las que aprenderían al igual que yo.

Reconocí que estaba apegada a todas las personas y cosas que hay en mi vida.

Yo creo que la vida no tiene un final.

Que cuando morimos solamente cerramos un ciclo y abrimos otro.

 

Te invito a que cuando acabes de leer veas también este otro post

 

Pero cuando llegó el momento de aceptar mi propia muerte, me di cuenta de que el querer seguir apegada a todo lo que tengo en esta vida me causaba a mi misma sufrimiento cuando pensaba en que no lo volvería a ver o a tener.

Me pregunté a mi misma: ¿Por qué piensas que lo que tienes aquí es mejor que lo que viene después?

Y entonces fui capaz de soltar.

No sabemos realmente que es lo que hay después de nuestro último aliento.

Sabemos que la vida se acaba y nuestra parte material se transforma.

Pero yo no creo que solo soy esa parte material.

Además esa parte de mi que no es material he comprobado que abandona mi cuerpo.

Mis propias experiencias me han llevado a confirmar que la vida es mucho más de lo que percibimos por nuestros cinco sentidos.

Y también a rendirme ante lo que la vida me brinda, aunque lo que sea me resulte muy difícil de aceptar, porque cuando lo hago, y solo entonces, es cuando descubro el tesoro que encierra para mí.

Cuando aprendemos lo que la vida nos quiere mostrar, en algunas ocasiones nos evitamos el tener que vivir la experiencia.

A mi me sucedió en esta ocasión y en la siguiente prueba que me realizaron desapareció el tumor que creyeron ver en la primera.

En otras ocasiones o bien no hemos aprendido aún todo lo que nos quiere enseñar y el proceso sigue o hemos ignorado durante tanto tiempo lo que nos ha brindado hasta entonces que se acaba nuestro tiempo ya sin poder aprenderlo.

Pero yo creo que tendremos oportunidades de aprenderlo más adelante.

Como dije antes la vida continúa de otra manera después de que nos despedimos de nuestro envoltorio material.

La vida me puso a un gran maestro, mi padre, para que me enseñase esto y muchas otras cosas más.

Gracias papá por amarme tanto.

Siempre te llevaré en mi corazón.

 

Y tu que opinas?

Déjame un comentario. Me interesa conocer tu opinión.

 

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