El dinero es nada más ni nada menos que lo mismo que nosotros y todo lo que existe: energía.
Y como energía que es fluye.
Tiene que circular porque la energía no puede pararse.
Es decir que lo que debemos de hacer si queremos tener dinero curiosamente es gastarlo.
¿Pero que es lo que solemos hacer cuando tenemos miedo a quedarnos sin dinero?
Todo lo contrario y entonces lo que conseguimos es que la energía no fluya con nosotros y se vaya para otro lado.
¿Quieres saber por qué no tienes dinero?
Y aquí va la bomba: porque en realidad no quieres tenerlo.
Y ahora vamos a ver porque digo esto.
Creemos que el dinero solo puede pertenecer a unos pocos y esa creencia es una de las causas de que no lo tengamos.
Tenemos creencias de todo tipo aunque nosotros de algunas no seamos conscientes.
Y el problema de las creencias es que las damos por ciertas y ni tan siquiera nos planteamos que puedan no serlo.
Hay algunas que las tenemos por nuestras propias experiencias que nos ha llevado a sacar conclusiones en demasiadas ocasiones desacertadas, pues creemos que la vida nos va dando tortas porque sí y ni siquiera nos enteramos de en que consiste esto de estar vivos.
Pero la mayoría de las creencias nos son dadas por la sociedad en la que vivimos y nuestros antecesores y personas que consideramos importantes desde que nacemos.
Nosotros cuando tenemos hijos hacemos lo mismo y en la mayoría de las ocasiones sin tan siquiera ser conscientes de ello.
Otra de las creencias que tenemos sobre el dinero es que las personas que lo tienen lo han conseguido a base de robar o de explotar a otras personas.
Por lo tanto inconscientemente creemos que ser rico es sinónimo de sinvergüenza, por no decir otra palabra más fuerte y que seguramente ahora mismo todos tenéis en mente.
Y la mayoría de nosotros no queremos ser unas personas perversas que consiguen su dinero causando dolor a los demás, así que ahí tenemos otro de los motivos por lo que no somos millonarios.
Otro de los motivos es que creemos que no nos lo merecemos.
Ya se que en este momento la mayoría de los que estáis leyendo os habréis llevado las manos a la cabeza pensando que eso no es cierto en vuestro caso.
Pero a eso os contestaré que si realmente creyerais que sois merecedores de todo lo mejor tendríais ya todo lo que necesitáis para ser felices y no estaríais leyendo esta publicación buscando la manera de hacer dinero para conseguirlo.
Realmente todo pasa por amarnos a nosotros mismos primero para poder replantearmos totalmente la vida y creernos merecedores de todo lo mejor.
Porque al igual que el amor, que es tambien energía, solo podemos darlo cuando estamos llenos y nos sobra para dárselo a los demás con el dinero pasa lo mismo.
Para recibir amor hay que darlo sin pretender que nos lo devuelvan.
Y para recibir dinero primero también tenemos que darlo sin pretender que tenga un retorno para nosotros.
Se que es difícil entender que se pueda dar algo que en principio creemos que no tenemos.
Pero como dije al principio, es que hay muchas creencias que deberíamos de comprobar si son ciertas o no.
A pesar de lo que muchos piensan y de que les parezca una barbaridad lo que voy a decir, todos vinimos a vivir la vida que tenemos.
De hecho si no fuese así, la cambiaríamos.
La buena o la mala suerte no existen y las casualidades tampoco.
Tan solo son la manera en la que algunos decidimos que la vida que tenemos hasta ese momento tiene que cambiar.
También es cierto que en otras ocasiones es la vida la que, cansada de ver que no hacemos nada para salir de la situación en la que estamos, decide darnos un empujoncito por su cuenta y que a nosotros nos abre la posibilidad de intentar algo que jamás nos hubiéramos atrevido a realizar.
Eso no quiere decir que nos vaya a ir mejor ni peor, aunque pensemos que lo que nos llega es lo mejor que podría pasarnos.
Hay premios de lotería que acaban convirtiéndose en verdaderos suplicios y despidos que se convierten en grandes oportunidades para ser felices, disfrutando con algo que jamás hubiésemos pensado que nos diese dinero y que incluso nos puede hacer millonarios.
Todos nosotros estamos viviendo las experiencias que hemos elegido vivir y deberíamos aceptar y respetar las experiencias que todas las demás personas han decidido tener, aunque nosotros no las comprendamos e incluso en ocasiones nos parezcan despreciables.
Todos jugamos diversos papeles en las vidas de los demás y todos somos necesarios en las vidas de los otros, porque es así como entre todos contribuimos a que este mundo funcione y sea mejor.
Incluso aquellos que realizan actos que nos parecen deleznables nos muestran partes del ser humano que no nos gusta recomocer y son los maestros que nos las vienen a mostrar para que entendamos que a pesar de lo que creemos, la vida va mucho más allá de lo que nosotros pensamos que es.
La vida, el universo, la fuente, Dios o como lo queramos llamar pura y simplemente es amor.
Pero no el amor que nosotros entendemos sino el amor incondicional que admite absolutamente todo porque entiende que no existe nada solamente bueno ni nada solamente malo.
Todo lo que consideramos malo conlleva también cosas buenas y lo mismo sucede con lo contrario.
Todo es necesario porque todo lo que existe es perfecto.
Cuando seamos conscientes de que la vida es mucho más de lo que nuestros cinco sentidos nos permiten percibir, podremos entender como funciona esto de estar vivos.
Aceptar que cada uno de nosotros esta cumpliendo una función a la vez que está viviendo su propia experiencia, nos ayudará a entender que todos somos necesarios y a comprender que cada uno de nosotros somos valiosos e imprescindibles.
Al igual que físicamente vamos creciendo y madurando, espiritualmente también lo hacemos.
Y al igual que cada uno de nosotros cumplimos con unos papeles necesarios socialmente, cumplimos también otros a nivel espiritual.
Cada uno de nosotros tenemos nuestros propios retos y objetivos que vinimos a conseguir.
La manera en la que decidimos hacerlo es personal y totalmente respetable y aunque algunas no las comprendamos tenemos que saber que todas, absolutamente todas las elegimos por amor.
Todos somos únicos y necesarios pues nadie puede aportar exactamente lo mismo que aportamos cada uno de nosotros.
Hay personas que tienen unas experiencias muy duras, otros más cómodas.
Cada uno empieza sus experiencias desde el nivel en el que puede jugar.
Pensar que el que lo tiene más fácil juega con ventaja no es acertado.
Lo mismo de desacertado que pensar que el que viene a tener una experiencia muy difícil o desagradable es porque tiene un nivel espiritual muy bajo.
Cada uno evolucionamos a un ritmo diferente y además es necesario que así sea porque sino no podríamos aprender cada uno de nuestras propias experiencias a través de lo que vivimos con todos los demás.
Cuanto antes comprendamos esto antes dejaremos de enfrentarnos a lo que la vida nos brinda y dejaremos de sufrir.
Pero eso lo decidimos cada uno porque no olvidemos que estamos viviendo la experiencia que queremos vivir.
No es casualidad que estés leyendo esto.
Tal vez es que ha llegado el momento de que haya un gran cambio en tu vida pero, como te dije antes, eso lo tendrás que decidir tu.
Vivir es sencillo, somos nosotros los que nos complicamos a nosotros mismos la vida viendo fantasmas y peligros donde sólo hay personas y experiencias.
Porque estar vivos conlleva precisamente eso: pasar por muy distintas experiencias que nos lleven a saber quienes somos en realidad.
La imagen que tenemos de nosotros mismos dista mucho de ser real y tenemos que descubrirnos tras las muchas capas que nos han y nos hemos puesto con el paso de los años.
Esas mismas capas que hasta que nos hacemos conscientes creíamos que nos protegían y que ahora vemos como las únicas que nos separan de lo que verdaderamente somos.
Las que no nos permiten ser y que nos limitan y no nos dejan salir de la prisión en la que nosotros mismos nos confinamos no sabemos ya por qué motivos, pero que lleva ya demasiado tiempo haciéndonos sufrir.
Ser feliz es fácil tan solo tenemos que dejarnos llevar por lo que la vida nos ofrece con la completa seguridad de que es lo que necesitamos en ese preciso momento, aunque a veces pensemos que es todo lo contrario.
Vivir es sencillo si contemplamos la vida como un montón de experiencias que nos van a mostrar quienes somos realmente y que principalmente nos enseñarán que es sentirse viv@ siendo cada uno de nosotros quienes somos.
Saber que es sentirme viva siendo Rosa María de la Plaza es mi propia experiencia y la encuentro maravillosa.
La de cada uno de vosotr@s también lo es y mi deseo es que todos os hagáis conscientes de ello.
El pasado y el futuro, al contrario de lo que pensamos, en realidad no existen.
Son tan solo una ilusión creada por nosotros precisamente para evitar vivir el momento presente.
Ese presente que en ocasiones nos es tan duro ver o aceptar que preferimos evadir nuestra propia responsabilidad en lo que nos llevó hasta él, recordando un pasado mejor o pensando en un futuro diferente.
La vida siempre sucede en el presente.
Vivimos en un continuo presente en el que suceden todas las cosas.
Quedarnos anclados en el pasado o evadirnos del presente imaginando un deseado futuro nos hace sufrir.
No aceptar nuestro presente además de causarnos sufrimiento nos aleja de poder cambiarlo.
Solo aceptando nuestro presente podremos responsabilizarnos de nosotros mismos y cambiar lo que ya no nos sirve.
Solo prestando nuestra atención al momento presente podremos amarnos a nosotros mismos y dejar de sufrir.
Solamente aceptando nuestra realidad podemos tomar las decisiones que nos llevarán a dar lo mejor de nosotros y a ser felices.
La vida no sucede ayer ni sucede mañana.
La vida solo existe ahora, en este preciso momento.
He observado que cuando te rindes a querer cambiar lo que la vida te brinda sucede algo maravilloso:
¡Te relajas y comienzas a disfrutar de estar viv@!
Antes hasta el cuerpo me dolía reflejando la tensión que me suponía el estar permanentemente en guardia, para protegerme de lo peligroso que percibía que había detrás de cada nueva situación que se me presentaba o de cualquier persona importante que se cruzara en mi camino y que hacía que mi zona de confort se tambalease.
Es increíble la cantidad de energía que gastas oponiéndote a aceptar que lo que la vida te propone siempre es lo mejor para ti.
Nosotros, al igual que un bebé, desconocemos que es lo que mejor nos conviene y la vida, al igual que los mejores padres y madres, intenta que nos hagamos el menor daño posible, que disfrutemos al máximo de nuestras experiencias y que demos lo mejor de nosotros mismos.
Nos cuesta admitir que no tenemos razón y que nos equivocamos.
Nos pasamos la vida intentando convencer a los demás de que nuestros pensamientos y formas de ver la vida son los únicos que son reales y válidos.
La realidad que percibimos creemos que es la misma que perciben todos los demás y nos frustramos cuando no nos reconocen nuestras ideas y critican nuestra manera de actuar.
Ignoramos que la realidad que cada uno percibimos es nuestra propia realidad y que no tiene nada que ver con la de los demás pues esta basada en nuestras propias interpretaciones sobre lo que nos está pasando y nuestras propias creencias y experiencias.
Admitir que no podemos controlar nada ni a nadie, al contrario de lo que pensamos cuando vivimos desde el miedo, nos relaja y nos aleja del sufrimiento.
Lo deberíamos de aprender cuando somos niños pero parece que eso le sucede a muy pocos y la mayoría lo aprendemos después de pasar por bastantes experiencias dolorosas.
Otros ni tan siquiera llegan a ser consientes de ello y a pesar de las múltiples desastrosas experiencias llegan al final de sus vidas igual que cuando las empezaron creyendo que ellos no podían hacer nada para evitar su sufrimiento.
Cada uno de nosotros tenemos creencias diferentes sobre que es la vida y que es lo que estamos haciendo por aquí.
Yo creo que estoy aquí experimentando que es sentirme viva siendo Rosa María de la Plaza y colaborando con todos para dejar un mundo mejor que el que me encontré.
He pasado por muchísimas experiencias, como la inmensa mayoría de nosotros.
En ese sentido estoy cumpliendo el objetivo con el que llegué a esta vida.
Cuantas más experiencias vivimos más lecciones aprendemos y más sabios nos volvemos.
A mi la vida me ha enseñado muchas cosas.
Una de las más importantes es que la vida es sencilla y que solo tengo que permitirla expresarse a través de mi.
Que si no se lo permito y me resisto me complico la vida y sufro.
Y que cuando me rindo a lo que me brinda y lo vivo, entonces y solo entonces disfruto de estar viva y soy feliz.
¿Y tú que opinas?
Déjame un comentario. Me interesa conocer tu opinión.
Yo no he pasado nunca por la experiencia de enamorarme de un hombre casado.
Alguien pensará que habré tenido suerte.
Yo no creo que las cosas sucedan por casualidad ni que la suerte exista y por lo tanto no estaré de acuerdo con esa afirmación.
Lo que si he tenido muy claro siempre es que yo nunca tendría una relación de este tipo.
La verdad es que no me he tenido que llevar ningún disgusto porque cuando se ha acercado alguien que quería tener algo conmigo y tenía pareja me lo ha dicho sin ningún tipo de pudor.
Yo sabía que antes las mujeres se enteraban de que «sus novios» estaban casados después de llevar bastante tiempo conociéndose y algunas decidían continuar a pesar de todo con la relación aunque se sintieran engañadas porque «estaban enamoradas»
Pongo esto entre comillas porque ya sabéis que yo creo que todos somos responsables de lo que hacemos con nosotros mismos y los papeles de víctimas los protagonizan las personas que no se responsabilizan de sus vidas y prefieren echar la culpa de lo que les sucede a los demás.
Mi experiencia me lleva a pensar que quizás es que ahora está de moda el ser infiel porque como dije antes hoy en día no tiene nadie reparos en decir desde el primer momento que están casados y que no quieren nada serio, tan solo divertirse.
Tengo amigos que me dicen que las mujeres hacen lo mismo.
Yo no tengo ninguna razón para no creerles porque si los hombres hablan así de abiertamente sobre su situación es probablemente porque encuentran mujeres que al igual que ellos no tienen reparos en divertirse y no tener nada serio tampoco.
También me he encontrado por igual con mujeres y con hombres que no quieren comprometerse en una relación y prefieren tener amigos o amigas con derecho o como ahora se le llama al acostarte con una persona y poder hacerlo con cualquier otra que también te apetezca sin tener ningún tipo de remordimiento por ello.
Por un lado, aunque yo no comparta ese tipo de relaciones, me parece muy bien que las personas seamos sinceras desde el primer momento porque así no participaremos en que algunas personas salgan perjudicadas al crearse expectativas, como sucedía antes cuando el adulterio estaba mal visto y las personas casadas ocultaban que lo fueran.
Pero por otro lado pienso sino será que estamos dedicando demasiado nuestra atención a la parte material del amor y olvidándonos de que el placer es tan solo una parte de algo maravilloso que sucede cuando nos entregamos totalmente a otra persona.
Cuando podemos confiar en que estará con nosotros después de hacernos el amor y no tendrá que salir corriendo a vete tu a saber que cosas que tiene que hacer después.
Cuando sabemos que no está con nosotros solo por jugar o pasárselo bien.
Cuando compartimos algo más que un simple polvo después de un calentón y que nos deja vacíos en cuanto nos damos la vuelta.
Te invito a que cuando acabes de leer veas también este otro post
Cuando nos amamos a nosotros mismos y se nos acaba la necesidad de sean otros los que nos amen.
Cuando no sentimos miedo de dejar desnuda el alma y nos entregamos con la seguridad de que estamos en casa.
Cuando nos permitimos estar con la persona que amamos sin necesidad de tener que retenerla porque lo único que queremos que nos una a ella es su deseo de estar con nosotros.
Cuando no tenemos la necesidad de sentir que es la otra persona la que nos hace felices y que si nos falta no sabremos que hacer porque nosotros estamos totalmente llenos.
Cuando tenemos nuestra propia vida y permitimos que el otro también la tenga sin que por ello tenga que haber terceras personas en nuestra relación.
Cuando podemos encontrar ánimo y consuelo en cualquier circunstancia de la vida sin que por ello la otra persona tenga que solucionarnos lo que nos suceda porque tenemos la capacidad suficiente de hacerlo nosotros mismos.
Cuando somos nosotros los que nos permitimos confiar y amar incondicionalmente a esa persona sin esperar absolutamente nada a cambio.
Y cuando somos capaces de dar y de recibir porque es tan importante lo uno como lo otro.
Cuando somos generosos amando somos capaces de apreciar el prodigio de amar.
Cuando no sentimos miedo por lo que pueda pasar y damos lo mejor de nosotros conocemos lo que es realmente sentirnos amados.
Todo lo demás es autoengañarnos y crearnos la ilusión de que así seremos felices pues nadie nos hará daño, pero lo único que conseguiremos es que nos perdamos sentir la maravillosa sensación de sentirnos vivos.
¡La vida es amor, no te la pierdas!
Y tu qué piensas?
Déjame un comentario. Me interesa conocer tu opinión.
¿Eres de los que piensas que querer y amar son la misma cosa?
Cuando vemos algo que nos agrada o cuando vemos algo que nos molesta en los demás en realidad nos estamos viendo reflejados a nosotros mismos.
Tenemos que ser muy sinceros con nosotros mismos si queremos acabar con las cosas que nos están haciendo sufrir.
De no ser así nunca saldremos de ese círculo vicioso en el que andamos metidos cuando no somos capaces de trascender ese sufrimiento.
La sinceridad y la observación son imprescindibles para salir de él.
Algunas personas que lo intentan salen corriendo despavoridas al sentir el dolor que supone el enfrentarte a descubrir que la causa de su sufrimiento nunca ha estado fuera de ellos y que siempre se lo procuraron ellos mismos.
Asumir que a causa de ignorar esto y sentir que todo lo de fuera a nosotros tiene la culpa de lo mal que nos sentimos nos lleva directamente a sentirnos culpables por el dolor que nos hemos causado a nosotros mismos y a las personas que creíamos que eran los responsables de muestro dolor.
Es duro el asumir nuestra responsabilidad en todo lo que nos sucede en nuestras vidas.
Nos pasamos la vida intentando arreglar la de los demás creyendo que así se las mejoraremos y lo único que conseguimos es que ellos sientan nuestra desaprobación, con el consiguiente dolor que eso les supone.
Pero además pretendemos arreglar sus vidas cuando la muestra no la tenemos nada arreglada pues si la tuviésemos ya así, aceptaríamos que los demás están en su propio proceso y les dejaríamos crecer a su propio ritmo y tan solo nos mostraríamos como realmente somos sin ninguna intervención por nuestra parte.
Pero no es menos doloroso seguir viviendo en la inconsciencia y continuar repitiendo experiencias que nos causan dolor porque nos empecinamos en no querer admitir esas partes que no nos gustan de nosotros y que nos causa dolor reconocer cuando las vemos reflejadas en los demás.
Sentimos el dolor que nos causa despertar a la conciencia pero no reconocemos el dolor que nos causa el sobrevivir siendo inconscientes de lo que en realidad estamos haciendo porque estamos acostumbrados a vivir con él.
Creemos que la vida consiste en eso, en sufrimiento , cuando la vida en realidad es todo lo contrario, disfrute.
Hay que ser valiente para admitir que uno ha vivido equivocado y que se ha causado sufrimiento así mismo y a los demás por vivir en la inconsciencia.
Hay que ser valiente para perdonarse a si mismo y a los demás por todas las cosas que haya podido hacer o le hayan hecho y que han causado sufrimiento.
Hay que ser valiente para reconocer que todos nosotros en realidad estamos haciendo lo mismo: encontrándonos a nosotros mismos a través de muy distintas experiencias y participando cada uno en nuestro propio crecimiento y a la vez en el de los demás.
Hay que ser valiente para aceptar la vida tal y como es y para reconocer que todo lo que nos brinda es lo que necesitamos en ese preciso momento para crecer y ser más felices.
Pero si nos paramos a pensar ¿acaso no es más doloroso continuar sobreviviendo en la ignorancia cómo estábamos haciendo antes de abrirnos a pensar que puede haber otra realidad distinta a la que nosotros podemos ver?
¿Y tu que piensas?
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¿Eres de los que piensas que hemos venido aquí a sufrir?
Nunca sabemos que es lo que la vida tiene preparado para nosotros.
Hacemos planes, tomamos decisiones encaminadas a conseguir aquello que pensamos que nos hará felices y a veces lo conseguimos y en otras parece que las circunstancias nos impiden lograrlo.
En realidad la mayoría de nosotros vivimos desconectados de la vida.
Y cuanto más desconectados estamos más alejados nos encontraremos de lo que en realidad vinimos a hacer.
Saber quienes somos y lo que estamos haciendo aquí son preguntas que se ha hecho la humanidad desde siempre.
Hay personas que están conectadas con la vida sin tan siquiera ser conscientes de que lo están y para ellos la vida será más fácil.
Cualquier cosa que intenten será la adecuada para ellos y para los demás.
Los que estamos desconectados lo tendremos más difícil porque primero deberemos averiguar en que consiste estar vivo y para ello deberemos encontrar las respuestas a esas dos preguntas.
Cuanto más alejados de lo que en realidad somos estemos, más difícil encontraremos conseguir todo aquello que nosotros consideramos que nos hará felices, porque tendremos que llegar a darnos cuenta de que nos encontramos a mucha distancia de lo que en realidad vinimos a hacer.
Tenemos que saber que todos influimos en todos.
Lo que hacemos cada uno de nosotros repercute de alguna manera en todos los demás.
Todos hemos venido a esta vida para dar lo mejor de nosotros y haciendo esto contribuir a que los demás lo reciban y así aportar nuestro granito de arena para dejar un mundo mejor que el que nos encontramos.
Todos tenemos dones y venimos aquí a utilizarlos para lograr lo que vinimos a conseguir.
Pero la mayoría de nosotros ignora esos dones y se desvía totalmente de lo que en realidad vino a hacer.
Ningún don es mejor que otro y todos son necesarios pues cada uno aporta lo que todos necesitamos.
Nadie es capaz de hacer lo que hacemos de la misma manera que lo hacemos nosotros.
Por eso todos nosotros somos únicos y necesarios.
Nadie puede hacer lo que cada uno de nosotros vino a aportar a los demás.
Por ese motivo la vida intenta continuamente que nos hagamos conscientes de que estamos aquí para lograr alcanzar los objetivos que vinimos a conseguír y para lograrlo nos pone delante distintas experiencias que nos hagan despertar y nos conectemos de nuevo con ella.
Todos tenemos al menos un don y descubrirlo no debería llevarnos demasiado tiempo porque seguramente lo estemos ya utilizando aunque la manera en la que lo hagamos no sea la adecuada para alcanzar lo que vinimos a lograr.
Se trata de algo con lo que realmente disfrutamos y que nos proporciona placer realizar y que lo haríamos aunque no nos proporcionase dinero.
Algo que seguramente pensamos que no nos aportaría el dinero que necesitamos y que tenemos relegado a una actividad secundaria en nuestra vida.
Seguramente ya has descubierto cual es tu don.
Si, se trata de ese que pasó un instante por tu cabeza y que enseguida desechaste.
Ese que te removió por dentro cuando yo te mencionaba que disfrutabas con él.
Y ese mismo que ahora, cuando utilizas la cabeza en lugar de tu corazón, relegas de nuevo a un segundo plano queriendo convencerte de que no es posible que lo sea.
Aunque te parezca absurdo ese es tu don.
Lo has sentido cuando apareció por tu mente y te removió por dentro.
Tan solo tienes que aceptarlo e internar reconocer la manera de compartirlo con los demás.
Y ni tan siquiera eso, porque si es realmente eso lo que has venido a hacer aquí, cuando lo aceptes, la vida te presentará la forma en la que puedes compartirlo.
Desde que era pequeña me gustó escribir.
Me gustaba pensar en publicar una novela de detectives.
Mi escritora favorita era Agatha Christie y me agradaba pensar que podía escribir como ella.
De hecho tengo escrita una novela que no se si algún día publicaré.
Yo estuve desconectada de la vida durante años y sufrí por ello.
El conectarme de nuevo me llevó bastante tiempo y tuve que repetir algunas experiencias desagradables porque con mi actitud de querer encontrar culpables de todos mis males fuera de mi, hice que la vida tuviera que mostrarme el camino poniéndome delante personas y situaciones que me llevaran a rendirme a admitir, que las cosas nunca iban a ser como yo quería que fueran por la sencilla razón de que no eran las que me venían bien.
Cuando comencé a interesarme por el crecimiento personal y la espiritualidad nunca pensé que lo que acabaría haciendo fuese escribir sobre ello.
Pero eso era lo que vine a hacer y lo sé porque es lo que me hace realmente feliz.
Es algo que hago solamente por la satisfacción de hacerlo sin esperar nada a cambio.
Ese es mi don. Nadie puede trasmitir las cosas como yo las trasmito.
Habrá muchas personas que hagan cosas parecidas, incluso mucho mejor que yo pero habrá gente que conecten con ellas y otras que conecten conmigo.
Lo realmente importante no es que conecten más o conecten menos sino que cada uno aportemos lo que nos sale del corazón porque sin duda haciendo esto llegaremos a las personas que necesiten recibirlo y en el momento oportuno, al igual que a nosotros nos llegó lo que otros hicieron en el momento en el que lo estábamos buscando.
Así es como entre todos conseguimos, cada día, que este mundo sea un poquito mejor.
¿Y tu que piensas?
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Esta mañana me desperté con este comentario que hizo una mujer en mi página de Facebook a mi anterior publicación Cuando tenemos miedo (Aquí os dejo el enlace)
Una de las cosas que digo en este post es que la vida nos manda señales.
Esta seguidora escribió anoche esto:
«Dime una? Yo soy positiva alegre y cuando llegue !!! Intento vivir la vida cada minuto tengo metástasis .se ha parado .Pero no quiere decir que no salga en otro lado es la segunda .no me importa morir .lo que me preocupa son los que están a mi lado porque no puedo quitarles ese dolor!!»
Como ya sabréis yo acabo de pasar por el proceso de mi enfermedad y este comentario me removió bastantes cosas.
Como no la puedo contestar con un simple comentario he decidido hacerlo por aquí y después compartiré con ella el enlace de este post.
Espero esto te responda a tu comentario amiga, pues las señales que nos envía la vida a cada uno son totalmente personales y no tienen otra enseñanza que la que, de manera individual, cada uno de nosotros logremos sacar.
Creo que esto puede ayudar también a otras personas y por eso he decidido hacerlo así.
Cuando me diagnosticaron cáncer y me dijeron que debía de someterme a una operación en un breve periodo de tiempo, como a la mayoría de las personas que pasan por este momento me dejó bastante impactada.
Unos días antes de que me dieran esta noticia había fallecido mi padre después de que le diagnosticaran esta enfermedad en un estado ya muy avanzado, con metástasis y tras un largo proceso que duró dos años y que le produjo mucho sufrimiento.
El aceptar que tu enfermedad no tiene cura y que llega el final de tu vida es algo doloroso y complicado.
Yo la primera vez que me enfrenté a ello fue a través de la experiencia que vivió mi padre como protagonista y yo en un papel secundario en su propia película.
Es muy doloroso ver como una persona a la que amas se va consumiendo físicamente poco a poco.
Pero más doloroso aún es ver que esa persona a la que tu amas no acepta lo que la vida le está poniendo delante y se amarga el poco tiempo que le queda oponiéndose a ello.
A mi me hubiera gustado ver a mi padre compartiendo lo que sentía con nosotros.
Que me hubiera dejado participar en su proceso no solamente acompañándole al médico o a las pruebas que le hacían sino dejándome acompañarle en su dolor.
Mi padre no pudo compartir eso conmigo, ni con nadie y yo comprendí que no lo pudo hacer y tuve que aceptarlo.
Creo que además lo hizo creyendo que así nos evitaba sufrir a los que le queríamos.
Pero en realidad no es así.
Cuando viví mi propio proceso tuve que enfrentarme a decirles a mis hijas y a mi madre (además de a todas las personas que me querían) lo que me pasaba y cuando lo hice intenté que no creyesen que yo estaba sufriendo.
Al contrario que mi padre yo era la que les tranquilizaba diciéndoles que no iba a pasar nada y que todo iría bien.
No me daba cuenta de que lo que estaba haciendo era evitarme a mi misma el sufrimiento que me suponía el aceptar que todo podía terminar como le había sucedido a mi padre.
Por eso la vida que es muy sabia, cuando ya estaba todo controlado después de la operación y yo me encontraba ya tranquila, me reservó una sorpresa cuando acudí a la consulta del oncólogo.
Los marcadores tumorales estaban muy altos, cuando antes de la operación estaban normales y eso les hizo pedir una prueba para ver que estaba sucediendo.
Me hicieron un PET y en el resultado apareció de nuevo la palabra tumor y en una zona donde no se podía operar según estuve mirando en internet.
¿Podéis imaginar lo que me pasó por la cabeza en ese momento?
Pensé que había llegado el momento de mi despedida, como le había sucedido a mi padre.
Yo tenía muy claro que no quería vivirlo como lo había hecho él y creía que estaba haciendo todo lo contrario.
Entonces aparecieron unas grandes maestras que la vida me ha brindado y que son mis hijas y me ensañaron una gran lección.
Cada una de mis hijas es diferente y cada una lo afrontó como pudo.
Cada una también me aportó diferentes partes de la lección que debía de aprender.
Pero sobre todo una de ellas me tocó en lo que ahora nos ocupa en este post.
Cuando tuve que compartir con ellas esta nueva noticia tras aceptarla la dije como me sentía realmente y la confesé lo que estaba pasando por mi cabeza y por mi corazón y entonces me dijo que le había gustado mucho que yo me abriese a contarle todo eso y que eso le daba la oportunidad de saber como estaba yo realmente.
Me dijo también que la preocupación que ella sintiese no era problema mío que era problema de ella y que yo no podía hacer nada por evitarlo, pero que la preocupación que sentía por mí era menor ahora que estaba compartiendo con ella como me sentía porque lo que la preocupaba realmente era que yo intentará no mostrar lo que estaba padeciendo.
Y entonces me dí cuenta de que en realidad lo que yo estaba haciendo era no enfrentarme a lo que me estaba mostrando la vida.
Al no hacerlo creía que así evitaba el sufrimiento de los demás y lo que en realidad estaba evitando era mi propio sufrimiento.
Mi padre no lo aceptó y se resistió hasta el último momento.
Yo, de otra manera, estaba haciendo lo mismo, querer evitar el aceptar que podía morir.
Y entonces también me reconocí en mi hija cuando yo viví esa situación con mi padre.
Lo que más dolor me causaba era ver el que el no aceptaba que iba a morir.
Me dolía ver como sufría al no aceptarlo y que no pudiera compartir conmigo sus últimos momentos.
Que no me permitiese al hacer esto decirle todo lo que yo sentía y que me hubiese dado la oportunidad de despedirme como yo quería de él.
Tuve que aceptar que mi padre era así.
La vida así me mostró una vez más que el amor es aceptación.
Que yo no podía cambiarlo y que lo único que podía hacer era aceptarle y amarle como el me permitía hacerlo y no como a mí me hubiese gustado que lo hiciese.
Cuando yo estaba en el momento de tener que aceptar mi propia muerte, una de las cosas que me tranquilizó y me ayudó a aceptarla fue reconocer que mis hijas ya no me necesitaban como cuando eran unas niñas pequeñas.
Ellas ya tenían su propia vida y sus propias experiencias de las que aprenderían al igual que yo.
Reconocí que estaba apegada a todas las personas y cosas que hay en mi vida.
Yo creo que la vida no tiene un final.
Que cuando morimos solamente cerramos un ciclo y abrimos otro.
Pero cuando llegó el momento de aceptar mi propia muerte, me di cuenta de que el querer seguir apegada a todo lo que tengo en esta vida me causaba a mi misma sufrimiento cuando pensaba en que no lo volvería a ver o a tener.
Me pregunté a mi misma: ¿Por qué piensas que lo que tienes aquí es mejor que lo que viene después?
Y entonces fui capaz de soltar.
No sabemos realmente que es lo que hay después de nuestro último aliento.
Sabemos que la vida se acaba y nuestra parte material se transforma.
Pero yo no creo que solo soy esa parte material.
Además esa parte de mi que no es material he comprobado que abandona mi cuerpo.
Mis propias experiencias me han llevado a confirmar que la vida es mucho más de lo que percibimos por nuestros cinco sentidos.
Y también a rendirme ante lo que la vida me brinda, aunque lo que sea me resulte muy difícil de aceptar, porque cuando lo hago, y solo entonces, es cuando descubro el tesoro que encierra para mí.
Cuando aprendemos lo que la vida nos quiere mostrar, en algunas ocasiones nos evitamos el tener que vivir la experiencia.
A mi me sucedió en esta ocasión y en la siguiente prueba que me realizaron desapareció el tumor que creyeron ver en la primera.
En otras ocasiones o bien no hemos aprendido aún todo lo que nos quiere enseñar y el proceso sigue o hemos ignorado durante tanto tiempo lo que nos ha brindado hasta entonces que se acaba nuestro tiempo ya sin poder aprenderlo.
Pero yo creo que tendremos oportunidades de aprenderlo más adelante.
Como dije antes la vida continúa de otra manera después de que nos despedimos de nuestro envoltorio material.
La vida me puso a un gran maestro, mi padre, para que me enseñase esto y muchas otras cosas más.
Gracias papá por amarme tanto.
Siempre te llevaré en mi corazón.
Y tu que opinas?
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Cuando pienso en el sufrimiento que me he causado a mi misma por no aceptar lo que me estaba sucediendo e insistir en que las cosas fueran como a mi me gustaban, me sorprende ver con que facilidad me compliqué inútilmente la vida.
Conocer a alguien, comenzar una relación, ver que no me llenaba y quedarme ahí esperando a que las cosas cambiasen y me llevasen a sentir lo que yo necesitaba, es una experiencia que viví en más de una ocasión porque me costó repetir varias veces la lección el aprender que el amor no consistía en querer llenar el vacío que sentía con lo que me proporcionase otra persona.
Estar mal en el trabajo, no hacer nada y esperar a que las cosas cambiasen solas me llevo a tener una depresión que me tuvo de baja durante siete meses.
Menos mal que aprendí que las cosas que me rodean no son la causa de que yo me sienta mal.
Tan solo son las señales que me presenta la vida para que preste atención a lo que está sucediendo en mí y sea coherente pensando, sintiendo y actuando de la misma manera.
Con todas estas experiencias comprendí que cuando llevas mucho tiempo siendo incoherente y soportando cosas que te causan sufrimiento, la vida te lo muestra con mucha claridad y en ocasiones con bastante contundencia, a través de todo tipo de personas o situaciones.
Ahora que se como funciona esto de vivir, presto mi atención a lo que siento con respecto a lo que me está pasando y dejo de ponerla en el hecho en si o en la persona que ha protagonizado lo que me ha molestado.
He descubierto que prestar la atención a lo que está fuera de mi es la forma en la que eludía la responsabilidad de cuidarme, pues me proporcionaba la coartada perfecta para poder culpar a cualquier persona o circunstancia de todo lo que a mi me hiciese sentir mal y así continuar quejándome y no hacer absolutamente nada para cambiarlo.
Ahora reconozco que cuando actuaba así lo hacía por miedo.
Miedo a enfrentarme a personas o a situaciones que yo creía que me sobrepasaban.
Me ayudó bastante a mantenerme en esta situación absurda la creencia que tenía por entonces de que la vida era ajena a mi y que tenía que conformarme con lo que viniese porque era así como funcionaba este «juego» de estar viva.
Es cierto que no podemos controlar lo que la vida nos va a presentar pero no lo es el que no podamos hacer nada y tengamos que soportar lo que venga.
La vida no funciona así.
La vida es maravillosa y nos presenta en cada instante todo lo que necesitamos para que disfrutemos de estar vivos y seamos felices.
Nos ama tanto que nos acepta tal y como somos y nos permite que utilicemos nuestro libre albedrío para que la vivamos cómo nosotros queramos, pero a la vez, como cualquier buen padre o madre hace con sus hijos, quiere que saquemos lo mejor de nosotros para que podamos vivir en plenitud y seamos felices y para ello nos mostrará lo que nos falta sanar para que podamos alcanzarlo.
Confiar en que la vida siempre me está presentando lo que necesito para dar lo mejor de mi me ha cambiado la vida.
Reconozco que en ocasiones es difícil el creer que todo lo que me pone delante es para mi bien.
Sobre todo cuando me causa preocupación y/o dolor.
Pero tengo que admitir que soy yo la que la he forzado a que me lo presente así porque cuando lo hace o lo ha hecho de una forma más suave yo no entendí lo que me quiso enseñar.
Efectivamente no podemos controlar lo que la vida nos va a proporcionar pero si podemos cambiar la manera de interpretar sus señales y aprender sus enseñanzas.
Además cuanto antes cambiemos nuestra manera de interpretar lo que nos llega, antes dejaremos de repetir las mismas situaciones que por nuestra actitud nos llevan a sufrir.
¿Y tu que piensas?
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