Cuando nuestra inseguridad nos hace depender de lo que opinan los demás, sentimos la necesidad de agradar a todo el mundo y para ello tenemos que sacrificamos a nosotros mismos.
En el intento de que los otros nos aprueben, tendemos a actuar de la forma que creemos que los demás consideran más adecuada.
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Esto se hace muy evidente en las relaciones de pareja.
Cuando estamos conociendo a otra persona, intentamos hacer todo esto y además ocultar todo aquello de nosotros que no nos gusta mostrar.
Para lograr eso tenemos que estar continuamente actuando.
Esto es algo agotador y además parece como si nunca consiguiéramos sentirnos bien y pudiéramos relajarnos.
Estas situaciones nos producen ansiedad y a lo único que nos llevan es a sufrir de una manera absurda.
Lo que reflejamos en la otra persona es alguien que en realidad no somos y precisamente en eso basará su decisión de si le agradamos o no.
Nos sacrificamos en el intento de agradar y que nos acepten y sin darnos cuenta sufrimos, por si llega lo que tanto tememos que suceda… que el otro nos deje y que nos cause un enorme dolor.
Tenemos que aceptar que nunca lograremos complacer a otra persona por el simple hecho de que nunca podremos saber lo que piensa y siente.
Si nos paramos a pensar en ello reconoceríamos que la única oportunidad de que la otra persona pueda querer estar con nosotros es mostrándonos como realmente somos.
Tendríamos que reconocer también todo lo que nos estamos perdiendo al estarnos reprimiendo constantemente.
Cuando te haces consciente de todo esto, de pronto comprendes que si hubieras dicho lo que sentías, si hubieses acariciado como deseabas, si hubieses mirado como querías, si no hubieses tenido miedo a que te hirieran… entonces y solo entonces hubieses sido sincera contigo y con la otra persona y tal vez las cosas hubieran sido diferentes.
En ese momento tomas conciencia de que lo que viviste no era real porque pensabas que amabas a esa persona y ni siquiera te amabas a ti al no permitirte ser tú.
Y llega la hora de decidir qué quieres hacer. ¿Vivir desde el amor o continuar viviendo desde el miedo?
Vivir desde el amor supone no controlar, dejar que suceda, vivir el momento, sentir, dejarnos llevar, no pensar en lo que pueda suceder, confiar en que lo que tenga que pasar siempre será lo mejor para nosotros, aunque haya cosas que no entendamos.
Cuando has vivido desde el miedo resulta difícil aceptar que se pueda vivir desde el amor pero, ¿acaso hasta ahora has sido feliz?
Tal vez pienses que lo eres porque has logrado una cierta “seguridad” y al no ser consciente de lo que has sacrificado de ti pienses que has conseguido “no sufrir”.
Si estos motivos no te son suficientes has de saber que viviendo desde el miedo nunca lograrás sentirte pleno y satisfecho con tu vida.
Puedes llenarla con trabajo, actividades, relaciones insulsas o cualquier otra cosa material.
Estas cosas solo conseguirán distraerte ocasionalmente pero tú seguirás sintiendo un vacío que nunca conseguirás llenar.
¿Tu qué piensas?
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¿Sabías que lo contrario al amor no es el odio?