Me enseñaron…

 

 

 

Cuando llegué a este mundo desconocía como funcionaba.

Cuando tenía alguna necesidad lloraba y me era satisfecha.

Todo eran caricias y risas. Vivía feliz.

Después me fueron enseñando como había que hacer para aprender a (sobre)vivir en esta vida y continuar «siendo feliz»

Lo primero que me enseñaron era que algunas de las cosas que hacía no debía de hacerlas.

Nunca supe realmente el motivo de por qué algunas cosas estaban bien y otras no, pero cuando hacía las que estaban mal las personas que más amaba se enfadaban conmigo mostrándome su desaprobación.

Así fue como aprendí que había que hacerlo todo perfecto si quería ganarme la aprobación de los demás y que estuvieran contentos.

Lo siguiente que me enseñaron era que si  no hacía las cosas como se esperaba que las hiciera, los demás se sentirían mal y se enfadarían.

Así aprendí que cuando hacía algo que no debía me sentiría culpable por hacer que las personas que quería se sintieran mal.

Me enseñaron también que cuando esto sucedía además merecería un castigo que me hiciera sufrir.

Así aprendí que esta vida era dura pues se pagaba caro el equivocarte o trasgredir las normas.

Me enseñaron que tenía que hacer lo que algunos pensaban que era lo mejor para todos.

Así aprendí que tendría que someterme y hacer lo que los otros quisieran para sentirme aceptada.

Me enseñaron que tenía que ser igual que todos porque si era diferente los demás me rechazarían y me lo harían pagar caro.

Así aprendí que solamente negándome a mi misma podrían amarme.

Durante años sobreviví en este mundo de esta manera pero descubrí que todas esas cosas no me hacían feliz, sino todo lo contrario.

Me sentía cada vez más vacía y peor conmigo misma y con la vida.

Y comencé a buscar el por qué me sentía así.

Fui haciéndome preguntas, buscando y encontrando respuestas.

Y entonces descubrí que la vida no es lo que me habían dicho que era.

Que nada es como me dijeron.

Que la vida soy yo y como percibo, interpreto y reacciono ante todo lo que me sucede.

Que lo que yo pensaba que era la vida, estaba basado en lo que otros me habían dicho que era y que yo había dado por sentado.

Descubrí que soy la creadora de mi propia vida.

Que lo que había vivido hasta ese momento era la creación que había hecho de manera inconsciente, pues ignoraba que era yo la que lo estaba creando.

Que siempre había buscado fuera de mi tanto lo que me podía hacer feliz, como los culpables de que no lo fuera.

Y que la causa de mi sufrimiento era precisamente el resistirme a aceptar algunas de las cosas que la vida me presentaba.

Cuando fui consciente de todo esto empecé a responsabilizarme de todas las decisiones que había tomado hasta ese momento.

A perdonar a las personas que me habían enseñado lo que ellos pensaban que era la vida pues comprendí que esa manera de verla a ellos les causaba sufrimiento.

A perdonarme por haberme causado daño a mi misma y a otras personas al no haber podido actuar de otra manera por mi desconocimiento.

Comencé a conocerme, porque no sabía ni quien era realmente.

Comencé a aceptarme con todo lo que soy («bueno y malo») y a amarme totalmente.

Y entonces volví a nacer de nuevo pero esta vez desde la consciencia de saber que todo lo que me presenta la vida son las experiencias que yo necesito para crecer y ser mejor.

Y además para que mi paso por esta vida sirva también para aportar mi granito de arena y que este mundo en el que vivimos sea mejor.

¿Tú qué piensas?

Déjame un comentario. Me interesa tu opinión.

¿Sabías que una de las heridas emocionales que nos causan sufrimiento es el miedo al abandono?

 


Querer y amar no es lo mismo

 

Hay personas que piensan que querer y amar es lo mismo.

Yo siempre he considerado que eran diferentes pero lo hacía de manera inconsciente.

Antes, sin saber por qué, para mí amar era algo mucho mayor que querer pero realmente no me había preguntado nunca por qué hacía esta distinción. Era algo que sentía simplemente.

Ahora tras ser un largo proceso de autoconocimiento y de ser consciente sé explicar la diferencia que para mí existe entre estos dos sentimientos.

Soy madre de tres hijas maravillosas y quizás cuando hablamos de amor sea más fácil verlo desde esta perspectiva que cuando hablamos de amor en una relación de pareja.

Cuando tenemos un hijo el sentimiento que tenemos por él es de amor.

Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por él. Nuestro amor es incondicional.

El tener un hijo nos proporciona muchas emociones. Algunas nos proporcionan placer, como cuando sentimos ese amor inmenso y otras malestar como cuando sentimos la preocupación de que algo salga mal o el miedo de que les pase algo malo.

Estos sentimientos que son normales en todos los padres, pues deseamos proteger a nuestros seres más amados, no nos impide el proporcionarles todo lo que necesitan para que con el tiempo sean totalmente independientes de nosotros y finalmente soltar ese fuerte lazo que nos une a ellos, por su propio bien, pues necesitan tener su propia vida independiente de la nuestra, así como nosotros también la tenemos.

Aceptamos a nuestros hijos con todo lo que tienen y lo que son y tan solo deseamos lo mejor para ellos. Eso es el amor.

Es evidente que no en todos los casos es así. Hay padres que, por diferentes razones, no les pueden ofrecer a sus hijos un amor incondicional y lo que prima en ellos es el que las cosas se hagan como ellos piensan que se deben hacer, o incluso sus propios sentimientos. No aman a sus hijos porque tampoco se aman a ellos mismos y desconocen que es el amor.

Las personas que desconocen que es el amor confunden el querer con el amar.

Amar tiene que ver con lo que somos, con nuestra esencia.

Querer tiene que ver con nuestro ego.

Amar tiene que ver con dar, con darnos al otro.

Querer tiene que ver con esperar recibir nosotros algo del otro.

Amar tiene que ver con la abundancia, con estar lleno de amor y darlo generosamente a otra persona sin esperar nada a cambio.

Querer tiene que ver con la carencia, con que necesito que algo o alguien me llene un vacío que yo tengo y que no consigo llenar por mi misma.

Querer tiene que ver con recibir algo a cambio de lo que yo doy.

Tiene que ver con las expectativas que yo tengo de lo que quiero que sea esa persona para mí y no con aceptarle tal y como es.

Querer a alguien tiene que ver con el necesitar que me proporcione algo que yo deseo. Con esperar que el otro me proporcione la felicidad que no tengo y que ansío encontrar.

Tiene que ver con la posesión y la necesidad de no querer perder eso que me proporciona lo que me hace sentir bien.

Y tiene que ver con el sufrimiento pues nadie será capaz nunca de cumplir nuestras expectativas, así como nosotros no podremos nunca cumplir las expectativas de nadie.

 

Te invito a que cuando acabes de leer veas también este otro post

¿QUÉ ES EL AMOR?

 

El amor nunca nos hará sufrir pues no esperaremos nada de la otra persona.

La amaremos por ser quien y como es. Por como nos sentimos simplemente porque esté en nuestra vida.

El amor tiene que ver con respetar la forma de entender la vida del otro.

Con aceptarle tal y como es y no querer cambiarle.

Con aceptar lo que quiera darnos y  no manipularle para conseguir nada de él.

Con apoyarle en sus proyectos aunque no sean los nuestros.

Con disfrutar de los momentos juntos y también en los que no lo estamos, porque no dependemos de esa persona pues tenemos nuestra propia vida y lo que hacemos es compartirla con ella.

Con respetar sus decisiones, su libertad y su espacio.

Con aceptar, aunque nos duela, que si la otra persona ya no desea estar con nosotros, tenemos que dejarla ir porque habrá llegado el momento de continuar nuestro camino sin ella.

Y con agradecer el tiempo que nos permitió amarle y nos amó.

 

¿Tú que piensas?

Déjame tu comentario. Me interesa conocer tu opinión.

 

¿A quién le estás cediendo tu propio poder de crearte una vida plena y feliz?

 

¿Quieres saber que es la dependencia emocional?