Lo contrario al amor no es el odio, como muchos piensan.
Lo contrario al amor es el miedo.
Cuando vivimos desde el miedo no creemos que nadie nos pueda amar, porque en el fondo no nos sentimos merecedores de amor.
Por ese motivo cuando conocemos a alguien, después de cegarnos la novedad y la ilusión de los primeros encuentros, aparece el miedo a perder aquello que nos produce placer tener.
El miedo nos paraliza, el miedo nos hace huir.
El amor al contrario, nos hace confiar en el otro.
Nos hace generosos porque damos al otro sin ni siquiera querer darle.
Nos sale solo el colmarle de caricias y de besos y de todo aquello que consideremos que le hace feliz, porque nos hace felices a nosotros el hacerlo y ni tan siquiera nos planteamos el hacerlo para agradarle.
El miedo sin embargo nos hace medir lo que damos.
Nos hace estar pendientes de lo que el otro nos da para sentirnos seguros de no perderle. Nos hace dar para que nos amen.
Cuando ponemos la atención en lo que nos falta, no podemos valorar lo que tenemos y siempre esperaremos del otro que nos de algo que nunca nos podrá dar, porque nadie nos puede proporcionar el sentirnos que podemos ser amados por cualquier persona simplemente por el hecho de existir y sin tener que hacer nada más para ello.
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El apego y los cambios
Amar a otra persona es dejarle la libertad de elegir con quien quiere estar y si decide no continuar con nosotros, no ponerle difícil su marcha.
Para que nosotros amemos a alguien tenemos que sentirnos libres de decidir que queremos estar con esa persona y no sentir que debemos de continuar con ella por cualquier otro motivo.
No podemos amar si tenemos miedo.
No podemos amar si no nos amamos.
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