En ocasiones, nos sentimos culpables por haber hecho alguna cosa que haya podido causarle algún malestar o dolor a alguien.
Este sentimiento puede que lo hayamos hecho consciente o que ni tan siquiera sepamos que sentimos una gran culpabilidad.
Todo esto tiene que ver con la percepción que tenemos con la creencia que nos pusieron desde niños de que hay cosas que podemos hacer y otras que no.
Éramos reconocidos y amados si hacíamos las cosas bien y éramos buenos.
Sin embargo teníamos que sentirnos culpables y ser castigados si las hacíamos mal y éramos malos.
Nos hicieron creer que existe el bien y el mal y que deberíamos tomar partido solamente por un lado.
En realidad el bien y el mal no existen.
Vivimos en un mundo donde la dualidad se percibe con la sensación de que hay que elegir o posicionarse en una situación o en otra.
Creemos que el vaso de agua esta medio vacío o medio lleno, cuando la realidad es que simplemente es un vaso con agua.
Conocemos a alguien y nos cae mejor o peor en función de si es afín a nosotros o no, cuando la realidad es que es una persona.
Creemos que es mejor ser rico que pobre creyendo que la riqueza da felicidad, cuando la realidad es que la felicidad no tiene nada que ver con las cosas materiales.
Al hacer esto, sin darnos cuenta, decidimos que una cosa es mejor que la otra y por ende eso significa que la otra es peor.
Esto nos lleva a pensar que existe lo bueno y lo malo, el bien y el mal.
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Valoramos a las personas, las cosas o las circunstancias en función de esa interpretación subjetiva que hacemos y que no es real.
No todos tenemos el mismo nivel de conciencia y entre todos nos ayudamos y colaboramos para que cada uno individualmente evolucione.
La oscuridad es la falta de luz. No es ni buena ni mala. Tampoco pasamos de la una a la otra abruptamente.
Lo mismo sucede con la conciencia.
Desde el amanecer hasta la puesta de sol pasamos por distintas fases y las cosas adquieren diversos matices dependiendo de la cantidad de luz que reciban.
La interpretación de lo que estemos mirando variará en función de la cantidad de luz/oscuridad (conciencia) con que podamos mirar lo que estemos observando y de los matices que seamos capaces de ver.
La luz y la oscuridad son los polos opuestos de la misma cosa. No existiría la una sin la otra.
Esta es la única realidad.
Con el bien y el mal sucede exactamente lo mismo.
Nadie actúa siempre bien y nadie actúa siempre mal.
Nunca nos portaremos exactamente de la misma forma con las mismas personas.
Habrá también personas con las que nos comportemos bien y personas a las que haremos daño.
En algunas ocasiones, tanto con las primeras como con las segundas, seremos conscientes de lo que hacemos y en otras ocasiones ni tan siquiera nos enteraremos pues haremos el «bien» o el «mal» sin tan siquiera darnos cuenta.
En todas las ocasiones tanto lo uno como lo otro influirá en las otras personas.
En algunas de manera importante y en otras influirá muy levemente.
Pero en todas, en absolutamente todas, estaremos aportando nuestro granito de arena para la evolución de los demás al igual que los demás lo hacen para la nuestra.
De esta manera es como entre todos estamos conectados.
Ni malos ni buenos. Somos las dos cosas.
Solo tenemos que hacerlo consciente, aceptarlo, aprender de ello, perdonarnos y amarnos con todo lo que somos.
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¿Sabías que buscamos el amor en el sitio equivocado?