Disfrutar de lo que hacemos es esencial para estar bien con nosotros mismos y ser felices.
Por eso hay que procurar que lo que realicemos sea de nuestro agrado, pues es difícil el poder hacerlo con algo que nos disgusta.
Pero lo peor, es negarnos a aceptar que eso que hacemos en realidad no queremos hacerlo, pero lo continuamos realizando, sin decir lo que realmente sentimos, a pesar de que nos desagrada.
Pensamos que si dijésemos que no o pusiéramos unos límites claros de hasta donde estamos dispuestos a dar o a hacer y hasta donde no, podría molestar a alguien cuya opinión sobre nosotros nos importa demasiado.
Resulta curioso nos cueste poner límites por temor a que no nos amen cuando en realidad poniéndolos es cuando nos amamos y nos aman los demás.
Para ser felices necesitamos amarnos y no podemos hacerlo cuando somos incoherentes.
No nos respetamos cuando hacemos cosas que en realidad no queremos hacer y no nos permitimos, en ocasiones ni tan siquiera pensarlo y mucho menos decirlo y poner límites.
Amarnos es hacer lo que sentimos y pensamos que es mejor para nosotros.
El querer ayudar a otra persona porque le amemos no significa que esa ayuda sea a costa de nosotros mismos, de negarnos nuestros sentimientos.
En ocasiones incluso las personas a las que ayudamos ni siquiera valoran lo que estamos haciendo y nos sentimos incluso manipulados por estas personas que para nosotros son muy importantes pues tenemos unos sentimientos muy fuertes hacia ellos.
El hacer esto a la larga nos lleva a tener resentimiento hacia nosotros mismos y hacia la persona que nosotros percibimos que debemos apoyar o ayudar por que no tenemos más remedio que hacerlo.
En otras ocasiones soportamos situaciones en trabajos o con familiares o amigos que nos denigran y no somos capaces de poner freno o de salir de estas situaciones tan desagradables pues pensamos que podemos perder el trabajo o tener problemas con nuestra pareja o con otros familiares.
Negarnos a nosotros mismos es un coste demasiado alto que pagamos cuando no nos atrevemos a poner unos límites claros con las personas que nos importan o con las que pensamos que nos pueden causar algún mal.
Pero si nos paramos a pensarlo detenidamente el poner límites es en realidad amarnos a nosotros mismos y enseñar a amar a los demás.
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