Tenemos que amarnos a nosotros mismos si queremos ser felices.
Es curioso como cuando comento esta frase casi todos dicen amarse así mismos.
Yo antes también pensaba que me quería por los mismos motivos que lo piensan los demás.
Pensamos que nos queremos porque nos proporcionamos cosas materiales: un viaje, un coche, un vestido, una cena con alguien especial, una sesión de spa, vamos al gimnasio, etc.
Creemos que nos amamos cuando nos enfadamos y defendemos lo que nosotros pensamos ciegamente incluso en algunos casos llegando a las manos o a no volver a hablarnos y relacionarnos con alguien que queremos.
Muchos también confunden el amor a los demás con el proporcionarles seguridad y cosas materiales.
Pero el amor no tiene que ver con nada de eso.
El amor tiene que ver con la coherencia. Con pensar, sentir, hablar y actuar de la misma manera.
Con el aceptar al otro tal y como es y por lo tanto aceptarnos plenamente también a nosotros mismos.
Nos esforzamos en conocer al otro. En saber por qué hace, piensa, habla o siente de determinada manera.
Fijamos siempre la atención fuera y evitamos el conocernos a nosotros mismos.
No nos tomamos tiempo para averiguar por qué pensamos, sentimos, hablamos o actuamos así nosotros.
Ignoramos que en muchas ocasiones somos incoherentes y justificamos esas incoherencias pensando que debemos que hacer cosas que nos disgustan a pesar de sentir que detestamos hacerlas.
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Nuestros pensamientos crean nuestra realidad
Esa es la causa de nuestro sufrimiento y de que no podamos sentir la felicidad que es inherente a todos nosotros y que solo podemos sentir cuando somos coherentes.
Nuestro mayor problema es lo que pensamos sobre como todo debería de ser.
Vemos siempre el peligro de que nos puedan hacer daño fuera y nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos.
Para empezar a estar en coherencia lo primero que debemos hacer es olvidarnos de quienes nos dijeron que somos y descubrirlo por nosotros mismos.
Para ello debemos de abrirnos a la posibilidad de que todas nuestras creencias son solo eso, algo que creemos porque otros nos han inculcado que son realidades inamovibles.
Sentirnos, entendernos y aceptarnos plenamente es el primer paso para empezar a ser coherentes.
Pensar, sentir, decir y actuar en coherencia es amarnos y amar también todo lo que hacemos.
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