He tardado mucho tiempo en tener una idea clara sobre lo que es el amor.
Al igual que la mayoría de las personas cuando especulaba sobre el amor pensaba en el amor de pareja. Lo típico: conoces al hombre de tus sueños, te enamoras, le quieres, te casas y fueron felices y comieron perdices para toda la vida. Fin.
Siempre he pensado que las películas, como los cuentos, se quedaban siempre en la parte más bonita del amor, la pareja después de las odiseas que fuesen terminaban juntos y enamorados y dando a entender que eso era para siempre.
¿Pero que pasaría después de todo eso? ¿Lograrían seguir igual de enamorados después de años de convivir y realmente conocerse? ¿Podrían superar la dura prueba de tener que educar y cuidar de unos hijos? ¿Conseguirían seguir amándose igual?
Pero claro eso había que imaginárselo y la imaginación tiende a idealizar las cosas y en esto del amor aún más.
Resultado de esto: dos parejas estables en mi vida y las dos acabaron en divorcio. Y para ser sincera algún intento más con el mismo resultado desfavorable.
Estaba claro. Tenía mala suerte en el amor. Parecía que me encontraba siempre con hombres que no merecían la pena.
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La visión que tenía entonces del amor era una visión infantil o inmadura y este hecho, como luego comprendí, me llevaba a encontrar interesantes a hombres con una visión igual de inmadura.
Recuerdo que llegó un momento en el que pensé: ¿Cómo es que siempre termino con el mismo tipo de hombre? ¿No será que yo tengo algo que ver con esto?
En ese momento comencé a ser pensar que no era posible que todos los “tontos” se cruzaran en mi camino y contemplé la posibilidad de que yo estuviera haciendo algo que atrajera de alguna manera a este tipo de hombres.
Ese fue el principio de todo. Con el tiempo me di cuenta de que cuestionarse que le está sucediendo a uno y abrirnos a la posibilidad de que podamos ser parte del problema te aporta una visión totalmente distinta de la vida.
No nos enseñan a amar. Aprendemos a amar a través de nuestros padres y de las personas importantes en nuestras vidas: hermanos, abuelos, familiares, maestros, amigos, novios, parejas.
Pero todos estos a su vez aprenden a amar de la misma forma.
En algunos casos la enseñanza sobre el amor es la adecuada, nos enseñan el AMOR FELIZ… en otras nos enseñan todo lo contrario: a ser dependientes de la aprobación de las personas que más amamos, pero eso… NO ES AMOR.
Aprender a diferenciar lo que es el amor feliz o verdadero, cuando no se sabe lo que es porque nunca se ha sido consciente de haberlo sentido, puede ser una tarea casi imposible y la barrera más difícil de saltar es la que nos ponemos a nosotros mismos para admitir que lo que pensamos que es amor… en realidad no lo es.
¿Tu que piensas?
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¿Sabías que amar y querer no son la misma cosa?