Acababa de estar hablando con una amiga sobre las limitaciones que nos producen nuestros pensamientos y lo difícil que es desarraigar es nosotros algunas creencias.
Había estado escribiendo toda la tarde y aproveché un descanso para llamarla por teléfono. Mi amiga estaba teniendo problemas en ese sentido y de ahí la conversación.
Puedes seguir leyendo o ver el vídeo con mi voz
Mientras nos despedíamos le comenté que iba a sacar una carta del tarot Osho Zen para reflexionar como suelo hacer últimamente.
Y como en esta vida nada sucede por casualidad, el universo quiso que después de barajar varias veces el mazo y cortar, la carta que quedará arriba del todo fuera la de la Inocencia.
En ella aparece un anciano mirando extasiado una mantis religiosa que sostiene en una de sus manos.
En el mundo espiritual y en el religioso se habla de ver las cosas con la inocencia de un niño pero resulta difícil pensar cómo se puede hacer esto siendo adulto.
El Zen dice que si dejas el conocimiento de lado conseguirás la inocencia.
¿Y qué tiene que ver el conocimiento con la inocencia?
Se podría pensar a simple vista que no tienen nada que ver pero realmente lo tienen todo.
Cuando venimos a este mundo nos olvidamos de quienes somos y el conocimiento de lo que somos nos lo proporcionan los que han llegado antes que nosotros aquí.
Un bebé va descubriendo el mundo a través de los ojos de sus padres.
Más adelante el conocimiento le llega a través de la escuela.
Después a través de las experiencias con las situaciones vividas y las personas que vayan apareciendo en su vida. Estas primeras experiencias serán interpretadas en base a lo que le hayan enseñado todas las personas influyentes en su vida.
Y en función de como las vaya interpretando se irá formando su personalidad. Tiempo después, cuando se convierta en adulto, influirá en los que lleguen después de él.
Si uno no para en algún momento y se pregunta quien es nunca podrá saberlo y la única idea que tendrá de quien es estará basada siempre en lo que los demás le dijeron que era.
El sentido de la vida de cada uno de nosotros solamente lo sabemos nosotros mismos.
Pero para encontrar ese sentido a la vida primero tenemos que saber que la vida no consiste solo en entrar en la rueda en la que la mayoría de las personas se encuentra distraída, prestando solamente atención a lo que creen que son.
Y es ahí donde encontramos la conexión entre el conocimiento y la inocencia.
Cuando uno no puede percibir las cosas sin tener un juicio previamente establecido por otras personas sobre como deben ser para que sean correctas o incorrectas, no es capaz de verlas con inocencia.
Y no lo es, porque inmediatamente las clasifica y las etiqueta como buenas o malas.
Un niño no ve las cosas como buenas o malas. Las hace y ya está. No piensa en si están bien o mal. Disfruta haciéndolas simplemente. Somos los adultos los que le hacemos sentir bien o mal cuando las hace. Y esto lo aprenden muy pronto en su afán de agradar a sus padres.
Como dice el Zen, cuando abandonemos todo lo que los demás nos han dado tendremos una cualidad diferente en nuestro ser: la inocencia.
Descubriremos quienes somos y lo que realmente queremos para conseguir realizar lo que hemos venido a experimentar y a superar en esta vida.
En ese momento renunciaremos a la personalidad y volveremos a ser niños otra vez.
No haremos juicios sobre nada ni sobre nadie.
En esta ocasión será una inocencia con la sabiduría y la aceptación de las maravillas de la vida.
Es vivir desde la conciencia de saber que no existe nada bueno ni nada malo.
Se trata de vivir lo que hemos venido a experimentar aquí y no a vivir lo que quieren los demás.
¿Tu que piensas?
Déjame tu comentario. Me interesa tu opinión.
¿Sabías que sentirnos culpables para lo único que sirve es para hacernos sufrir?
Me aclaras cómo siempre muchas lagunas.
Eres muy amable y gracias
Gracias a ti Diego
Si, lamentablemente en ocasiones nos dejamos llevar por el que dirán, no dejamos que las cosas fluyan sin saber que pueden traer mejores resultados s nuestra vida. En conclusión, no debemos dejar de lado, el niño que llevamos por dentro.
Los juicios que hacemos de todos incluidos nosotros mismos nos hacen ver la vida desde el miedo. Como tu dices conectar con nuestro niño, además nos hace ver las cosas con inocencia. Lo único que debe importarnos es sentirnos bien con nosotros mismos y no hacer daño a nadie.