El hombre de la maravillosa sonrisa

En el descanso para comer, decidí acercarme a una gran librería del centro para comprar un libro que no encontré cerca de mi trabajo.

Después de una lluviosa semana, el sol resplandecía mostrando un precioso día de primavera. Decidí coger el autobús y aprovechar para disfrutar de ese momento y también comer por allí.

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Al dirigirme a la entrada del establecimiento observé que un joven negro abría la puerta cuando alguien se acercaba. Pensé que sería otra persona de las muchas que piden en las puertas de muchas tiendas.

Entré decidida y escuché su voz detrás de mí que me saludaba como a todos los que entraban y le contesté al saludo sin mirarle. Subí a la planta donde estaría mi libro, lo compré y me dirigí de nuevo a la salida.

En esta ocasión tenía al joven de frente abriéndome la puerta de nuevo y no pude evitar mirarle. Pretendí cruzar la puerta con prisa y sin pararme.

El volvió a saludarme mientras me acercaba, dedicándome una enorme y preciosa sonrisa y preguntándome:

  • ¿Hoy no hay nada? ¿Hoy no hay nada?

Yo contesté a su saludo y continué deprisa.

Mi cuerpo respondió así a lo que le acababa de indicar mi mente, pero… algo sucedió que pocos metros después hizo que me parase. Mi cuerpo experimentó una emoción gratificante que salía de mi corazón y me recorrió entera. Era una sensación de amor que me inundaba y me hizo sentir agradecimiento hacia la persona que me había hecho sentirla.

Abrí mi bolso y busqué en mi monedero una moneda. Al volverme vi que él se había vuelto y me observaba con la misma sonrisa.

Me acerqué y puse la moneda en su mano.

Me dio las gracias y le contesté:

  • Gracias a ti. Te lo has ganado

El continuó con su maravillosa sonrisa haciendo lo mismo con todos los que entraban en la librería.

Yo continué mi camino sonriendo, pensando agradecida que yo tan solo le había dado una moneda y porque me hizo sentir esa agradable sensación. Sin embargo el a cambio de nada, me había dado lo mejor que tenía.

Y esto me hizo plantearme… ¿quién de los dos fue más generoso?

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Amar no es conformarse

En mi camino de autoconocimiento tuve que enfrentarme a lo que significaba aceptar a los demás.

Creía que para aceptar a los demás no tenía que querer cambiarlos. Lo había leído y escuchado en numerosas ocasiones.

Además yo sentía que en eso consistía el que me aceptasen a mí. Pero había algo que no me permitía entender completamente lo que esto significaba.

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Por entonces yo tenía una relación un tanto extraña con un amigo. La típica relación en la que el otro no quiere compromiso. En esta relación yo tenía momentos en los que estaba bien pero en otros lo pasaba mal.

La fase de mi vida por la que estaba pasando era también extraña. Me estaban cambiando todos mis esquemas y se me planteaban muchas dudas.

Esta era una de ellas.

Suponía, que si yo aceptaba totalmente a mi amigo, debería de aceptar también la relación que estaba viviendo con él, porque si no lo hacía así… en realidad no le estaría aceptando. Pero por otro lado la relación a mí no me satisfacía y me estaba haciendo sufrir.

Durante meses estuve con todos estos pensamientos que lo único que conseguían era que estuviese atascada sin llegar a ninguna conclusión.

Un día, conversando sobre cómo me sentía con una amiga, me dijo:

– Cuando yo estaba haciendo una terapia de pareja la psicóloga me preguntó: Si tú aceptaras que tu pareja es tal y como es, ¿qué harías? Y yo contesté: no estaría con él.

Y mi amiga continuó:

-En ese momento es cuando me di cuenta de que si le aceptaba tenía que dejarle ir.

Y así me dio la respuesta que llevaba tanto tiempo buscando. Si yo continuaba en esa relación que no me gustaba no estaba aceptando a mi amigo ni me estaba aceptando a mí. Ese era el motivo de mi sufrimiento.

Si realmente aceptaba y amaba a mi amigo debía dejarlo ir y que fuera feliz con las relaciones que él quiere para su vida.

Y si realmente me acepto y me amo a mi misma debía permitirme ser feliz con las relaciones que yo quiero para la mía.

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¿Sabías que atraemos aquello que resuena con nosotros?

La Ley de Atracción y el amor


¿Te atreves a tomar decisiones?

 

 

 

Decidir entre algo que nos agrada y algo que no, nos resulta fácil, no tenemos ningún problema en tomar la decisión que más nos conviene.

El tema se complica cuando lo que se nos presenta por delante tiene que ver con elegir entre dos cosas que queremos o sobre dos cosas que no queremos.

El tener que tomar decisiones como estas puede que nos cueste bastante y que incluso nos  paralice y evitemos tomarlas durante algún tiempo.

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En cualquier caso tendremos que tomar una decisión.

En ocasiones lo haremos forzados por alguna situación que nos haga tomarla de forma inminente.

En otras, el universo hará que no podamos escabullirnos, como estábamos haciendo al quedarnos parados y no tomar ninguna decisión y la tomará por nosotros.

En estos días una amiga me contó que después de hacerse una revisión le dijeron que tenía piedras en la vesícula.

Al consultar con un especialista del aparato digestivo, que además también es cirujano, le dijo que lo mejor era que se operase y se quitase la vesícula para no tener problemas más adelante.

Ella al principio pensó en hacerlo pero quiso saber otra opinión.

En esta ocasión consultó con otro especialista que no era cirujano y lo que le recomendó fue que no se operase, que se lo fuera controlando y que si le molestase entonces si lo hiciera.

Estas consultas no le aclararon para nada la situación y continuó con sus dudas. Durante un  tiempo estuvo preocupada porque no sabía qué hacer.

Por un lado no le apetecía pasar por el quirófano pero por el otro, aunque no había tenido ninguna molestia hasta ese momento, le inquietaba que se le presentara de pronto un cuadro urgente y tuviera alguna consecuencia desagradable después, por tener que pasar por una intervención quirúrgica precipitada.

Cuando suceden estas cosas, nos asalta la duda de lo que sucederá si tomamos una decisión equivocada y como nos influirá en el futuro.

Todo esto me llevó a pensar que en realidad tomamos montones de decisiones a diario. Lo hacemos continuamente pero de manera inconsciente.

Decidimos desde que nos despertamos hasta que nos acostamos todas y cada una de las cosas que vivimos diariamente.

Desde la ropa que vestimos o si nos lavamos o no los dientes, hasta la manera en la que interpretamos las cosas que suceden a nuestro alrededor o los comentarios que nos hacen las personas con las que nos relacionamos.

Y todas estas decisiones que hacemos de forma inconsciente y a las que no damos importancia crean nuestra vida y nuestro futuro y son tan importantes o más, que las decisiones que nosotros consideramos de manera consciente y nos ocupamos en valorar, como en esta ocasión estaba haciendo mi amiga.

Todas las pequeñas cosas que hacemos a diario van creando nuestro presente y nuestra forma de ver la vida y por lo tanto la manera de vivirla.

Y son más importantes desde mi punto de vista porque, a diferencia de las que nos hacen detenernos a pensar en ellas, éstas nos hacen percibir una realidad, totalmente inconsciente, de lo que somos y lo que hacemos en esta vida.

No somos conscientes de que esta realidad que cada uno de nosotros apreciamos, depende únicamente de la manera de interpretar lo que nos va sucediendo en el único tiempo que existe que es el presente, el ahora, lo que vivimos segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora y día tras día.

La mayoría de nosotros ignoramos que en nuestro continuo presente estamos creando nuestro futuro. De la misma manera que tiempo atrás creamos lo que estamos viviendo en este preciso momento.

Somos los auténticos creadores de nuestra vida. En esto consiste nuestro verdadero poder.

Podemos seguir creándola como hasta este momento lo hemos estado haciendo y continuar culpando a los otros o a todo lo externo a nosotros de cómo nos va en la vida, o tomar nuestro poder y decidir por nosotros mismos como queremos que sea.

En cualquier caso, inconsciente o conscientemente, continuaremos creando nuestra vida hasta el instante en que la abandonemos.

¿Te gustaría saber como cada uno de nosotros creamos nuestra realidad?

Así creas tu vida

 

 

 

 

 

 


Deshazte de las creencias que te limitan

Acababa de estar hablando con una amiga sobre las limitaciones que nos producen nuestros pensamientos y lo difícil que es desarraigar es nosotros algunas creencias.

Había estado escribiendo toda la tarde y aproveché un descanso para llamarla por teléfono. Mi amiga estaba teniendo problemas en ese sentido y de ahí la conversación.

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Mientras nos despedíamos le comenté que iba a sacar una carta del tarot Osho Zen para reflexionar como suelo hacer últimamente.

Y como en esta vida nada sucede por casualidad, el universo quiso que después de barajar varias veces el mazo y cortar, la carta que quedará arriba del todo fuera la de la Inocencia.

En ella aparece un anciano mirando extasiado una mantis religiosa que sostiene en una de sus manos.

En el mundo espiritual y en el religioso se habla de ver las cosas con la inocencia de un niño pero resulta difícil pensar cómo se puede hacer esto siendo adulto.

El Zen dice que si dejas el conocimiento de lado conseguirás la inocencia.

¿Y qué tiene que ver el conocimiento con la inocencia?

Se podría pensar a simple vista que no tienen nada que ver pero realmente lo tienen todo.

Cuando venimos a este mundo nos olvidamos de quienes somos y el conocimiento de lo que somos nos lo proporcionan los que han llegado antes que nosotros aquí.

Un bebé va descubriendo el mundo a través de los ojos de sus padres.

Más adelante el conocimiento le llega a través de la escuela.

Después a través de las experiencias con las situaciones vividas y las personas que vayan apareciendo en su vida. Estas primeras experiencias serán interpretadas en base a lo que le hayan enseñado todas las personas influyentes en su vida.

Y en función de como las vaya interpretando se irá formando su personalidad. Tiempo después, cuando se convierta en adulto, influirá en los que lleguen después de él.

Si uno no para en algún momento y se pregunta quien es nunca podrá saberlo y la única idea que tendrá de quien es estará basada siempre en lo que los demás le dijeron que era.

El sentido de la vida de cada uno de nosotros solamente lo sabemos nosotros mismos.

Pero para encontrar ese sentido a la vida primero tenemos que saber que la vida no consiste solo en entrar en la rueda en la que la mayoría de las personas se encuentra distraída, prestando solamente atención a lo que creen que son.

Y es ahí donde encontramos la conexión entre el conocimiento y la inocencia.

Cuando uno no puede percibir las cosas sin tener un juicio previamente establecido por otras personas sobre como deben ser para que sean correctas o incorrectas, no es capaz de verlas con inocencia.

Y no lo es, porque inmediatamente las clasifica y las etiqueta como buenas o malas.

Un niño no ve las cosas como buenas o malas. Las hace y ya está. No piensa en si están bien o mal. Disfruta haciéndolas simplemente. Somos los adultos los que le hacemos sentir bien o mal cuando las hace. Y esto lo aprenden muy pronto en su afán de agradar a sus padres.

Como dice el Zen, cuando abandonemos todo lo que los demás nos han dado tendremos una cualidad diferente en nuestro ser: la inocencia.

Descubriremos quienes somos y lo que realmente queremos para conseguir realizar lo que hemos venido a experimentar y a superar en esta vida.

En ese momento renunciaremos a la personalidad y volveremos a ser niños otra vez.

No haremos juicios sobre nada ni sobre nadie.

En esta ocasión será una inocencia con la sabiduría y la aceptación de las maravillas de la vida.

Es vivir desde la conciencia de saber que no existe nada bueno ni nada malo.

Se trata de vivir lo que hemos venido a experimentar aquí y no a vivir lo que quieren los demás.

 

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